jueves, 23 de septiembre de 2021

MEDIA COLUMNA miércoles 22 setiembre 2021. "Prisionero del dilema"



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MEDIA COLUMNA

Prisionero del dilema

 

Jorge Morelli

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@jorgemorelli1

 

El conflicto en el seno del gobierno es por la asamblea constitucional. Pero los cambios constitucionales los hace el Congreso. Hacerlos por una constituyente, como quiere el partido de gobierno, está fuera del Estado de Derecho y la democracia.

 

Este el dilema que paraliza al presidente Castillo desde el primer día, también en Washington y Nueva York, y lo será hasta el último si no deja de lado ese falso problema. El Ministro de Economía ha dicho que la constituyente no es parte del plan del gobierno. Es verdad. No fue mencionada en el discurso del Premier al Congreso cuando la confianza. El partido ha respondido que “es una promesa de campaña”. ¿Cuál de estas realidades pesa más? El presidente se ha abstenido sistemáticamente de mencionar expresamente la constituyente en sus discursos, pero tampoco la descarta explícitamente. Ese es el precio del equilibrio imposible entre el gabinete y el partido.

Castillo sigue prisionero del dilema. Y tendrá que tomar una decisión política. Una decisión politica no se elude ni se aplaza sino en perjuicio propio.

 

El presidente no ignora que el conflicto puertas adentro sobre la constituyente ya es público y mina la legitimidad de su gobierno. Lo condena a la fragilidad permanente. Sobrevivir sin decidir en medio de ese clima hostil solo es posible con el control de la prensa, de la administración de justicia y de la fuerza armada. Y eso no está a su alcance.


Mientras tanto el partido recoge firmas para forzar la constituyente en la creencia de que con subsidios masivos del gobierno podrá voltear al interior del país en su favor. El Premier emplaza al MEF a entregar partidas a los gobiernos regionales y locales. Y la corrupción tredicional del subsidio a los medios de comunicación con avisaje del Estado no ha cesado, solo ha cambiado de dirección. Ya no irá a la prensa y la señal abierta de TV o de cable en Lima. Ahora irá a las radios y redes de provincias. El partido cree que esto hará inevitable la constituyente.

 

Para conseguirla, la narrativa en esos medios es la acusación de centralismo contra la capital, un diagnóstico que solo produce remedios errados. La prueba es la corrupción masiva que atacó a los propios gobiernos regionales de izquierda. Hasta hoy la administración de justicia fracasa en separar la paja del trigo.

 

El hecho es que la regionalización ha sido un fracaso monumental, y la descentralización necesita ser rediseñada. Es una tarea que el gobierno debería emprender si de verdad quiere cambios de fondo. Utilizar el prejuicio del centralismo para imponer la constituyente, en cambio, no es sólo un lugar común sino un error político. El pueblo no es tonto. Los medios reflejan la opinión, no la generan sino en poca medida. El objetivo político fracasará, pero dará paso a la corrupción en las regiones nuevamente. Es difícil que no lo sepa el partido de gobierno.  

 

Todo lo que el partido propuso en la campaña se puede hacer sin una constituyente. Esta es innecesaria. Sacrificar el gobierno para conseguir la constituyente es un despropósito. El dilema que aprisiona al presidente, por lo tanto, es un fantasma puramente mental, no existe en la realidad. Como diría Mao, es un tigre de papel.

 


   

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lunes, 20 de septiembre de 2021

MEDIA COLUMNA domingo 19 setiembre 2021. "La izquierda ha traído su división al gobierno".


 

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MEDIA COLUMNA

La izquierda ha traído

su división al gobierno

 

 

Jorge Morelli

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@jorgemorelli1

 

 

El conflicto principal en el escenario político hoy ha pasado a ser el que enfrenta a la izquierda caviar con la izquierda radical.

 

En sus cincuenta días en el gobierno, Pedro Castillo ha tratado de hallar alguna clase de equilibrio entre ambas facciones, tanto en el gabinete -dirigido en la práctica cada vez más por los ministros de Economía y de Justicia- como en la bancada oficialista en el Congreso, dirigida por el partido.

 

No lo ha conseguido.

 

Durante meses ha prevalecido la idea de que el gobierno de la izquierda es una unidad indisoluble con un plan siniestro para liquidar la democracia y quedarse en el poder, que presentaba por razones de calculada estrategia política la falsa actuación de una pugna inexistente. Este diagnóstico es incompleto. La explicación es simple: el poder no puede tener dos cabezas.

 

El presidente no ha hallado un balance sostenible entre ambas facciones porque no hay una cabeza buscándolo, sino dos. Y cada una procura imponer el suyo. Es un impase político insuperable salvo con la ruptura y la inestibilidad creciente ya es incompatible con la gobernabilidad.  

 

No es, en verdad, ninguna sorpresa. La izquierda ha llevado al gobierno su inveterada e invencible vocación por la división. Y esto ha desembocado en su incapacidad de articular un programa único entre quienes se contentan con tratar de gobernar una nave que conocen mal y quienes, en el delirio trasnochado, quieren refundar la república como si la historia permitiera comenzar desde cero.  

 

No es la primera vez que esto ocurre. La historia de Salvador Allende en Chile es un referente. El experimento terminó cuando, al no haber inversión, la oferta no pudo responder a la demanda generada por el gobierno poniendo al pueblo cada vez más dinero en el bolsillo. Al final, el país se quedó sin dólares y la devaluación masiva disparó la inflación que empobreció al pueblo. Lo mismo hizo Alan en su primer gobierno.

 

Y es lo que se está incubando de nuevo acá. En la minería, que mantiene a flote la economía peruana, el gobierno pondrá un impuesto a la “sobreganancia” y los mineros lo pagarán sin protestar. Pero lo pagarán sacrificando la reinversión de utilidades. Las minas seguirán con la inercia que traen, pero en dos o tres años la exportación disminuirá y los dólares faltarán. Entonces la devaluación llegará. Los mineros saben que pueden esperar. Cuando el gobierno se haya ido, las minas todavía estarán ahí.

 

El presidente Castillo, en suma, está obligado a elegir. Tendrá que escoger con quién gobernar. O dará de tumbos en lo que sigue hasta caer.

 

   

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viernes, 17 de septiembre de 2021

MEDIA COLUMNA miércoles 15 setiembre 2021 "El conflicto no es entre dos sino entre tres poderes"

 

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MEDIA COLUMNA

El conflicto no es entre dos

sino entre los tres poderes

 

 

Jorge Morelli

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@jorgemorelli1

 

 

La confusión reinante en el escenario político proviene en gran parte de que los protagonistas del sainete del conflicto de poderes actual no son dos, sino tres. Hay que tener muy claro cuáles son las tres partes en este duelo mexicano.

 

De un lado, al poder Ejecutivo en manos del gobierno de Pedro Castillo y del partido de Vladimir Cerrón (vamos a suponerlo provisionalmente una unidad, aunque son cada vez más evidentes los síntomas del cisma. El poder nunca tiene dos cabezas. Menos aun tres, como en los viejos triunviratos de la historia).   

 

De un segundo lado, se halla la izquierda caviar. Du inquina contra la izquierda radical en el gobierno ya no puede ser peor. Los dos embajadores caviares en el gabinete –los ministros de Economía y de Justicia-, intercambian con el partido desautorizaciones y desmentidos mutuos y cotidianos. En manos de la izquierda caviar, sin embargo, se hallan, salvo honrosas excepciones, las instituciones del sistema de justicia: especialmente la Junta Nacional de Justicia, que nombra a todos los jueces y fiscales, incluidos los supremos. (Hemos inventado en el Perú a un orden de cosas en que los magistrados se nombran a sí mismos. Esto choca con la evidencia global de que ejecutivos y legislativos participan en todas partes de una u otra manera en el nombramiento de los magistrados. La idea de un organismo independiente que nombra a los jueces para preservar la autonomía de la justicia ha engendrado la judicialización de la plítica y el gobierno de izquierda comienza a experimentarlo en carne propia),  


Este ha pasado a ser, por ahora, el conflicto principal en el escenario.

 

De un tercer lado, la oposición en el Congreso con mayoría parlamentaria se expresa hasta ahora en una ofensiva verbal de veladas alusiones a la vacancia de la Presidencia y en iniciativas de interpelación y eventual censura de ministros (sin negarle la confianza al gabinete). Sus acciones son viento de palabras que el gobierno contesta blandiendo mecánica y periódicamente la amenaza de una disolución inconstitucional o una constituyente.

 

Durante meses ha prevalecido en la oposición la idea de que las dos facciones en el gobierno –Castillo y Cerrón- son una unidad indisoluble que, por razones de estrategia, presenta la falsa actuación de una pugna inexistente. Este ha sido un diagnóstico equivocado. La pugna es la misma que separa a la izquierda caviar de la izquierda radical. El presidente se verá obligado a elegir.

 

La falta de claridad respecto del escenario tripartito ha hecho que la oposición se pierda en un bosque de señales contradictorias y diagnósticos encontrados. No me cansaré de repetir que las guerras se pierden por luchar contra el enemigo equivocado. 

     

 

 

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sábado, 11 de septiembre de 2021

MEDIA COLUMNA "Sainete en tres actos con final alternativo". Que el TC sea el "supremo intérprete" de la Constitución no está en la Constitución.

 

MEDIA COLUMNA

Sainete en tres actos

con final alternativo

 

 

Jorge Morelli

jorgemorelli.blogspot.com

@jorgemorelli1

 

 

El sainete del conflicto de poderes –fruto podrido de nuestra democracia de baja gobernabilidad- deja entrever ya los escenarios que se presentarán en el futuro inmediato.  

 

Primer acto. El Pleno del Congreso debatirá y aprobará a la brevedad el dictamen de la comisión de Constitución que prohibe al poder Ejecutivo hacer cuestión de confianza de la reforma constitucional u otras materias de competencia “exclusiva y excluyente” del Congreso y otros órganos constitucionales. Esto tiene la finalidad de impedir que el gobierno haga cuestión de confianza de lo que le de la gana para forzar una disolución “fáctica” del Congreso.

 

El Ejecutivo argumentará en respuesta que, al aprobar lo anterior, el Congreso ha “interpretado” la Constitución, lo que no está entre sus atribuciones porque esa es una función “exclusiva y excluyente” del Tribunal Constitucional, el  “supremo intérprete de la Constitución”. Acto seguido, el Ejecutivo presentará una demanda de inconstitucionalidad contra la “interpretación” aprobada por el Congreso.

 

Segundo acto. El Congreso se adelanta astutamente a relanzar la comisión que elegirá a los seis miembros del Tribunal Constitucional, cuyo mandato está largamente vencido. La comisión está encabezada por dos congresistas de la oposición y presidida por uno del oficialismo. La consigna del oficialismo será demorar, bloquear e impedir   que la comisión proponga al Congreso los nombres de seis nuevos potenciales reemplazantes de los actuales miembros del TC. De esta manera, la composición del “supremo intérprete” continuará siendo la actual, para que prospere la demanda de inconstitucionalidad del Ejecutivo contra la “interpretación” del Congreso sobre la cuestión de confianza.

 

Tercer acto. La controversia sobre la cuestión de confianza se verá desplazada entonces en dirección de una contienda amarga en torno a la idoneidad de los posibles candidatos al TC, que serán vapuleados en el Congreso, como en ocasiones anteriores. Esto finalmente desembocará en un fiasco, ya que la oposición no posee los 87 votos que hacen falta para nombrar al TC.

 

Como en ciertas telenovelas, sin embargo, existe la posibilidad de un final alternativo al fiasco del tercer acto.

 

Pocos saben o quieren saber que la atribución del Tribunal como “supremo intérprete” constitucional no existe en ninguna parte de la Constitución. Se encuentra solo en la Ley Orgánica del TC.

 

Y, tal como la Constitución prevé que el TC declara la inconstitucionalidad de las leyes en ejercicio del control constitucional concentrado, prevé también que cualquier autoridad jurisdiccional, incluso un juez de primera instancia, en ejercicio del control constitucional difuso, puede declarar inaplicable una ley –incluso de una ley orgánica- a un caso específico, ya sea persona o institución.  Por lo tanto, también al Congreso.    

 

Con este argumento, ambos –Tribunal y Congreso- podrán pararse frente a frente, de igual a igual, a dirimir cuál de los dos es, finalmente, el dinosaurio más grande.     

 

 

jueves, 2 de septiembre de 2021

MEDIA COLUMNA miércoles 1 setiembre 2021 "La disolución fáctica y la vacancia sin proceso". Dos caras de la misma moneda.

 


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MEDIA COLUMNA

La disolución “fáctica”

y la vacancia sin proceso

 

 

Jorge Morelli

jorgemorelli.blogspot.com

@jorgemorelli1

 

 

No hay en el Perú equilibrio de poderes.

 

El arsenal del Congreso contra el Ejecutivo incluye dos armas formidables: la insistencia en las leyes observadas por el presidente y la censura de ministros, ambas con solo la mitad de los votos de la única cámara.


 
Pero, sobre todo, incluye una bomba nuclear: la vacancia de la Presidencia por “incapacidad moral permanente” del presidente, que no está definida en ninguna parte del ordenamiento legal peruano y consiste en lo que el Congreso quiera. 

 

Frente a eso, el Ejecutivo tiene el arma de la disolución del Congreso por negación de la confianza a dos gabinetes. 

 

La vacancia de la Presidencia sin debido proceso es una barbarie que no puede continuar. Necesita ser redefinida y regulada mediante un procedimiento racional. Porque esa barbarie está en el origen de otra, que es su antítesis: la negación “fáctica” de la confianza al gabinete como causal para la disolución del Congreso. Son las dos caras de la misma moneda.

 

Ambas barbaridades han ocurrido reiteradamente en los últimos años. Dos veces la vacancia de la Presidencia,  una la disolución del Congreso. Y da verguenza tener que decirlo, pero era una guerra avisada. Hace más de diez años que la advertencia estaba ahí en todas las formas posibles y, como con las profecías de Casandra, nadie quiso escuchar.  

 

Y hoy nos acechan nuevamente la disolución fáctica y la vacancia sin proceso. 

 

Diagnosticando mal, tomando una vez más el rábano por las hojas, la comisión de Constitución del Congreso se prepara para recortar el alcance de la cuestión de confianza. Quieren sacar de su ámbito las atribuciones que son exclusivas del Congreso. 


Pero quieren además impedir que el Ejecutivo haga cuestión de confianza de la censura de un ministro. Claro que hacer de la censura una causal de disolución del Congreso es un despropósito. Pero esta desnaturalización no es, a su vez, sino la antítesis de la barbarie de la censura de ministros con solo la mitad de los votos de la única cámara.

 

Si busca impedir la disolucion fáctica del Congreso,  la comisión de Constitución debería proponer en el otro plato de la balanza un debido proceso para la vacancia de la Presidencia.

 

Repito, no hay en el Perú equilibrio de poderes. No lo ha habido nunca en los 200 años de nuestra república.

 

Hace falta hoy más que nunca un desarme bilateral de ambos arsenales de armas letales. Eso requiere el rediseño del equilibrio de poderes para regular la vacancia y la disolución y terminar para siempre con el  conflicto de poderes fuera de control, el síntoma recurrente de nuestra democracia de baja gobernabilidad incapaz de resolver los problemas del pueblo.

 

 

 

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domingo, 29 de agosto de 2021

MEDIA COLUMNA domingo 29 agosto 2021 "Ya la"


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 MEDIA COLUMNA

“Ya la”

 

 

Jorge Morelli

jorgemorelli.blogspot.com

@jorgemorelli1

 

 

En un balance de la presentacion del Gabinete en el Congreso estimamos que la suma de todo lo ofrecido por Bellido iba a costarle a los peruanos como mínimo 9 mil millones de soles. Nos quedamos cortos. Al día siguiente, el propio  Francke reveló la verdadera cifra: 12,500 millones de soles, más de 3 mil millones de dólares.

 

Solo el Bono Yanapay para los más pobres cuesta 5,400 millones de soles. Y el subsidio al balón de gas otros 1,800. Ahí ya tenemos más de la mitad. Además están los 1,400 millones para que Agrobanco preste a los agricultores (a tasas preferenciales) y 200 millones más para la creación de empleos temporales en la agricultura. Hasta ahí son 8,800 millones, que irán al bosillo de las familias. Desde luego, es loable la intención de ayudar a los hogares más pobres a pasar la tormenta. Pero no es sino control de daños.

 

La verdadera apuesta está detrás.Y es que ese gasto pondrá dinero en el bolsillo del pueblo para generar una demanda que reactive la economía. Demanda que, se supone, debe generar una oferta como respuesta.

 

Eso lo intentaron Salvador Allende en Chile en 1970, y Alan García en el Perú en 1986 en su primer gobierno (control de precios incluido). Falló en ambos casos por la misma razón. Con García, el compromiso de sus “doce apóstoles” empresarios fue que la “masa de ganancias” (así la llamó Alan) generada al poner dinero en el bolsillo del pueblo para que este comprara a las empresas, la invertirían los empresarios en el país. Pero los apóstoles se la llevaron a Miami. Traicionado, García urdió desde ese instante su venganza con la expropiación de los bancos.

 

Fuera del egoísmo de los ambiciosos apóstoles, ¿qué fue lo que falló? Muy simple.

La apuesta era a que la oferta respondería a la demanda, pero la oferta nunca respondió. No podía hacerlo. La economía estaba frenada por la incertidumbre reinante, trabada por el Estado, y no iba a responder. Todos lo sabían. No podía haber confianza ni expectativa. Nadie invirtió. Al no poder responder la oferta a la demanda, los precios se dispararon. Un feroz maquinazo adicional del BCR para el Banco Agrario –de 500 millones de dólares de esa época, prestados a los agricultores a interés preferencial- se fue a otra cosa y nunca llegó a la tierra. Ahí comenzó la hiperinflación, que ya no se detuvo hasta 1990. La historia termina siempre cuando se acaban los dólares y la devaluación masiva echa gasolina al fuego de la inflación en una espiral que no tiene fin. Eso es la hiperinflación.

 

El lector ya habrá advertido que lo que el gobierno hace hoy, 35 años después, es una copia de la misma receta. La oferta no va a responder porque nadie invierte si no hay confianza. Incluso Keynes escribió que, en ausencia de “expectativas” (así llamaba a la confianza), la intervención del gobierno en la economía para generar demanda solo va a producir inflación.

 

Eso no lo puede evitar el compromiso de las empresas de no subir sus precios y mucho menos un control de precios, que es una amenaza tonta.  

 

El error es pensar mecánicamente. Un gobierno que dice priorizar la agricultura debería saber que la economía no es una máquina por destrabar, sino una planta que hay que regar.

 


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