lunes, 13 de julio de 2020

MEDIA COLUMNA viernes 10 julio 2020



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Inmunidad perdida

Jorge Morelli
@jorgemorelli1

La pérdida de la inmunidad parlamentaria es percibida como una ofensa contra “la majestad del Congreso”, según la frase de manual.

Pero no parece cierto que la inmunidad haya servido nunca de escudo protector para parlamentarios inocentes. No se recuerda en los últimos 40 años que la inmunidad haya impedido que fuera detenido abusivamente o procesado indebidamente un parlamentario probo.

Más bien, en casi todos los casos lo que hubo fueron actos cometidos por parlamentarios contra la ley o el reglamento del Congreso, que alguien –el agraviado o la prensa- denunció y que, sin embargo, fueron sancionados solo ocasionalmente y solo cuando el responsable carecía de votos para blindarse.

Es la arbitrariedad lo que subleva a la opinión pública, el cinismo impune ante los ojos de todos.

Una y otra vez indefectiblemente, año tras año, aparece el asesor o el asistente parlamentario que denuncia que el congresista le ha recortado el sueldo. Pese a toda advertencia, contra todo buen juicio, el mismo acto es repetido cansinamente como un guión funesto. Uno creería que ya no queda nadie en el país que no haya aprendido la lección. Se equivoca. Nuevamente vemos lo mismo. Inevitablemente en cada nueva legislatura alguien cree que no será descubierto, que se saldrá con la suya, que el Congreso fue inventado con su llegada. Y cae. Es un acto fallido con una especie de fruición culposa que una risa tonta traiciona.

Por eso se perderá la inmunidad parlamentaria, que nació para ser una garantía de la justicia. Porque justos pagan por pecadores. No hay nada más que decir.

  
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