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jueves, 8 de agosto de 2019

MEDIA COLUMNA miércoles 7 agosto 2019




Donde usted se entera no de todo lo que ocurre, sino de lo que necesita saber.


MEDIA COLUMNA
El enemigo golpea la puerta

Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com


La frontera sur del Perú está amenazada por un proyecto geopolítico mientras nuestra clase política sigue en la discusión estéril sobre si es constitucional vacar de nuevo la Presidencia, disolver el Congreso o adelantar las elecciones.

La propia clase política es el subproducto de nuestra democracia de baja gobernabilidad. No es capaz de resolver los problemas, solo los aplaza una y otra vez hasta que se pudren sin solución. Así, el debate no lleva a decisiones. Se banaliza, se convierte en una discusión bizantina sobre cuántos ángeles caben en la punta de un alfiler, cuando el enemigo golpea la puerta.

El enemigo ya está aquí, y muestra claramente el rostro. La enésima intentona del castrismo en 60 años logró apoderarse del petróleo de Venezuela, pero está terminando en un desastre. La superviviencia misma del castrismo depende ahora de jugarse su última carta por el control de los recursos naturales –el cobre, el litio, el agua- del sur del Perú. Para esto necesita capturar el poder en el Sur.    

El plan instrumenta al gobierno del presidente de Bolivia, Evo Morales y a sus aliados en varios gobiernos regionales del Sur. El plan es detener en seco la inversión minera en el Perú, no por una cruzada contra la minería, sino porque el pensamiento post extravista de la izquierda radical pretende instrumentar el natural temor a la globalización y la modernidad para la captura del poder y poner luego la renta de los recursos naturales al servicio de su permanencia en el poder.

El cerebro del plan no es el gobierno peruano, como creen muchos que luchan contra el enemigo equivocado. Tampoco es Evo Morales. El cerebro del plan son sus aliados en el Foro de Sao Paulo, en Caracas, en La Habana.

Tres grandes potencias –EE.UU. China y Rusia- pugnan hoy globalmente por el control de los recursos naturales del planeta para el siglo XXI, por el cobre y el litio para la fabricación de los autos eléctricos a la vuelta de la esquina. Pero EE.UU. ha dejado de invertir en Sudamérica hace ya demasiado tiempo, mientras China, en cambio, apuesta por los recursos naturales y lo hace no por medio del modelo caduco de una dominación política tradicional, sino buscando socios. Su megaproyecto global para la construcción de la infraestructura de las economías emergentes del planeta –llamado el Cinturón y la Franja o las Nuevas Rutas de la Seda- no está exento de peligros para las naciones emergentes. Pero aún así, mientras haya competencia en un mercado libre, es una oportunidad infinitamente mejor que cerrar las fronteras de un país para generar monopolios artificiales qué repartir como prebendas a los aliados políticos y terminar en el desastre de Venezuela hoy o en la recaída crónica de la Argentina desde hace ya 80 años.

De Venezuela y la Argentina llegaron precisamente hace doscientos años las ideas libertarias que involuntariamente generaron la anarquía política en que se plasmó nuestra democracia de baja gobernabilidad. En ella, una multitud de tontos útiles colabora hoy con el enemigo que golpea la puerta. Doscientos años atrás la historia vino a buscar su desenlace en nuestra patria. Hoy, en pleno siglo XXI nuevamente, la última batalla por la igualdad de oportunidades, la libertad de la economía y la gobernabilidad democrática será en el Sur del Perú.
      

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