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domingo, 9 de febrero de 2020

MEDIA COLUMNA domingo 9 febrero 2020




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MEDIA COLUMNA
Gana la elección el
personaje, no el actor


Jorge Morelli
@jorgemorelli1


Pasada la página de estas elecciones, podemos comenzar a pensar en las del 21.

Cada campaña es una obra que tiene un personaje. El que gana la eleción es el personaje, no el candidato. Es decir, gana el candidato que mejor represente al personaje.

El personaje lo elige de antemano la opinión pública, no el candidato, no el partido.

Para comprender cuál es el personaje de la elección del próximo año, hay que mirar lo que el pueblo ha querido expresar con sus votos en la elección de este año.

Dos hechos notorios al respecto. Primero, el 41% de los electores simplemente no fue a votar o votó en blanco o vició su voto.

Segundo, el 59% por ciento restante repartió sus votos entre 20 partidos. Pero lo hizo de tal manera que la primera bancada solo obtuvo el 10% de los votos válidos.

Tercero, a pesar del sesgo escandaloso del sistema actual de conversión de votos en escaños -para generar una mayoría parlamentaria-, el electorado se las arregló para atomizar al Congreso.

Lo que el pueblo ha hecho, en suma, es castigar a la clase política entera.    

Si la pregunta es, entonces, qué personaje es el que quiere hoy el pueblo, la respuesta no es difícil: uno que castigue a la clase política. El personaje que el pueblo peruano quiere entonces –al menos por ahora- es una especie de Trump/Bolsonaro. 

Es decir, un héroe justiciero. O, en el lenguaje de Max Weber, un líder carismático. ¿Qué actores aspiran actualmente expresamente a representar este personaje en la obra? Hay algunos, pero señaladamente Urresti y Antauro parecen tener clara la apuesta y disputan ya obtener en el casting el papel en la obra.

No está claro, en cambio, si alguno estará a la altura del papel. Eso lo decidirá la opinión pública observándolos a medida que se desarrolla la obra en el escenario.

A lo largo de la campaña, el pueblo verá si el actor se mantiene fiel al personaje o si pierde el aplomo e introduce extravagancias innecesarias, propias del actor, ajenas al personaje. 

Al respecto, puede ser útil un caso real como ejemplo. En una pequeña elección local en los 60, en un lugar donde había que hacer obra, un aspirante que era ingeniero se presentó con un lema que perfilaba definitivamente al personaje que hacía falta: “ganará la elección quien se amarra el pantalón con fierro de construcción”. Ganó.

Como se ve, no siempre el personaje ganador de una elección es un héroe justiciero. También puede ser un constructor, un visionario de la “Tierra Prometida”.

Weber no le llamaba a este un líder carismático. Le llamaba líder burocrático. Para él esa palabra cargada de negatividad para nosotros, no tenía sentido peyorativo. Quería decir científico, no político.

Pero está por aparecer todavía en el casting para el 21 quien aspire a representar el papel de este otro personaje capaz de desplazar en la imaginación del pueblo al héroe justiciero. ¿Imposible? Ya se ha hecho en el Perú en el pasado.


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