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lunes, 4 de febrero de 2019

ESTA NOCHE sábado 2 febrero 2019




ESTA NOCHE, donde usted se entera no de todo lo que ocurre, sino de lo que necesita saber.


MEDIA COLUMNA
Hijos dependientes


Jorge Morelli


La caviarada local se considera digna descendiente del pensamiento socialista europeo. Celebra el cincuentenario del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada -solo de la Primera Fase de Juan Velasco Alvarado, desde luego-, que finalmente hizo en el Perú la reforma agraria desastrosamente. “Rápido, aunque sea mal”, reza un dicho castrense peruano.

Pero la caviarada no sospecha la verdad. En realidad, la reforma agraria es la primera de las “reformas-vacuna” que el partido Demócrata de Estados Unidos en el poder recetó  para acabar con la desigualdad en América Latina luego de que Fidel Castro tomara el poder en Cuba el 1 de enero de 1959. Esto porque, aseguraba, la desigualdad latinoamericana incubaría revoluciones castristas en todo el hemisferio.

Hace poco, el tema ha sido revisado por Alan Greenspan, el ex presidente de la Reserva Federal (Fed), el banco central de Estados Unidos, que ha publicado Capitalism in America. A History. El coautor es Adrian Wooldridge. El libro es comentado por Mark Skousen en The American Conservative de enero. Cito a Skousen: “A Roosevelt le siguieron las administraciones benignas de Truman, Eisenhower y Kennedy que resultaron en una edad de oro del crecimiento en la pos guerra. Pero luego vino Lyndon Johnson, que sacó provecho del asesinato de Kennedy empujando una ´masiva expansión del Estado de los derechos (de bienestar, digamos)´ con Medicare, Medicaid, bonos alimenticios (food stamps) y el programa Ayuda para Familias con Hijos Dependientes. Como resultado, el gasto público y la deuda se inflaron como un globo y ´el gobierno comenzó a fracasar en todo lo que tocaba, desde la lucha contra la pobreza hasta la guerra con Vietnam del Norte”, cita Skousen a Greenspan.

Luego vino Nixon, continúa Skousen, y nuevamente citando a Greenspan anota que Nixon “presidió sobre una expansión del Estado de derechos mayor aún que la de Johnson´ añadiendo controles de precios y salarios, creando nuevas agencias gubernamentales, como la Agencia de Protección del Medio Ambiente, y sacando a Estados Unidos del patrón -oro”. 

Ahí está la clave. Al romper Nixon el nexo del dólar al oro -a la tasa fija acordada en Bretton Woods en 1946-, el valor del dólar pasó a depender de la oferta y la demanda en el mercado global. El dólar se devaluó a la mitad. La reacción árabe -que pasó a recibir la mitad por el mismo petróleo- fue aumentar cuatro veces su precio. En 1973, la crisis de la energía apagó la luz a la economía global. Fue el día en que murió la música.

El resto de los 70 serían la era del estancamiento con inflación. “Stagflation” le llamaron. (Una anécdota: para ahorrar gasolina, Velasco impuso en el Perú el uso de calcomanías de colores en los automóviles. Las blancas circulaban los lunes, miércoles y viernes; las rojas los martes, jueves y sábados. Resultado: los que pudieron compraron un segundo escarabajo u otro Toyota. Eran lo único que circulaba en la época).       

Fue esa cadena de acontecimientos lo que arruinó la economía de Occidente. La consecuencia del gasto masivo en la guerra de Vietnam y el culposo Estado de bienestar norteamericano. Lo dice Alan Greenspan, de puño y letra.

Curiosamente, le tocó a Greenspan lidiar con las consecuencias de esa historia. Presidió la Fed durante toda la época en que se incubaron las burbujas globales que vendrían a estallar una tras otra hasta desembocar todas en el colapso de la megaburbuja global de 2008. La economía mundial aun no se recupera de eso, y se discute la responsabilidad de la Fed de Greenspan en las hipotecas “subprime” y otras ficciones financieras ante las que falló clamorosamente por omisión. Es por eso que Greenspan escribe el libro, para deshacerse de la culpa. Según Greenspan, enonces, los responsables originales del desastre fueron los presidentes americanos Johnson y Nixon. 

Hoy la única solución para esto es volver a fijar el valor de las monedas globales a un referente universal del valor, el oro u otro. Si no lo hace Estados Unidos con el dólar, lo hará China con el yuan.

En lo que a nuestro pequeño escenario se refiere, rígida y anticuada como es, la caviarada local sigue añorando la vieja receta de esas reformas-vacuna americanas sin sospechar quiénes son sus padres. Viejos como están son, hasta hoy, hijos dependientes.

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