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jueves, 25 de abril de 2019

MEDIA COLUMNA miércoles 24 abril 2019



 
ESTA NOCHE, donde usted se entera no de todo lo que ocurre, sino de lo que necesita saber.


MEDIA COLUMNA
Hombres honorables

Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com

Julio César volvía a Roma luego de la  conquista de la Galia Trasalpina y traía una decisión tomada. El Rubicón es un riachuelo insignificante, pero investido entonces del poder del Senado. César debía disolver sus legiones antes de cruzarlo. Era una orden del Senado por temor al golpe de Estado de los generales victoriosos. Hastiado  César de la inoperancia y el desgobierno de la República por el Senado, sin embargo, cruzó el Rubicón con sus legiones. Su decisión traería consigo el fin de la República y el comienzo del Imperio. Era el año 49 antes de Cristo.  

El Senado no se lo perdonaría. Marco Junio Bruto, su propio hijo adoptivo, y Casio organizarían su asesinato en los idus de marzo del año 44 antes de Cristo en las puertas del Senado. Lo que siguió ha sido inmortalizado por Shakespeare en la tragedia que lleva su nombre.

Expuesto el cadáver de César ante el pueblo de Roma, Marco Junio Bruto explica sus razones: dice que lo hizo con dolor para salvar a la República de un ambicioso. Marco Antonio, lugarteniente de César y su compañero de batallas, toma la palabra. Estos son pasajes del discurso que Shakespeare puso en su boca: “¡Amigos, romanos, compatriotas, prestadme atención! ¡Vengo a inhumar a César, no a alabarle! (…)  El noble Bruto os ha dicho que César era ambicioso. Si lo fue, era la suya una falta grave, y gravemente la ha pagado. Con la venia de Bruto, pues Bruto es un hombre honorable…, vengo a hablar en el funeral de César. Era mi amigo, para mí leal y sincero, pero Bruto dice que era ambicioso. Y Bruto es un hombre honorable. (…) Todos visteis que le presenté tres veces una corona real, y (César) la rechazó tres veces. ¿Es esto ambición? No obstante, Bruto dice que era ambicioso y, ciertamente, Bruto es un hombre honorable (…)”. Así continúa hiriente el Antonio de Shakespeare hasta conseguir en el pueblo de Roma un giro de corazón. La turba enardecida incendia entonces las casas de Bruto y de Casio que huyen de Roma. Perseguidos por Antonio, son derrotados en Filipos en Grecia el año 42 antes de Cristo, donde Bruto se quita la vida antes de caer en manos de su adversario.  

Han pasado dos mil años y esta historia se repite una y otra vez en fractales de espacio y de tiempo, como en los fragmentos de un espejo roto. ¿No ha sido el Rubicón tantas veces el golpe de Estado, el 18 brumario de Bonaparte y el 5 de abril de Alberto Fujimori? ¿No ha muerto Alan García por su propia mano para no caer en las de sus adversarios, como Bruto en Filipos? ¿Ante su cadáver, no dicen hoy los fiscales que Alan García era un corrupto? ¿Y no son los fiscales hombres honorables?

Barata hablará ahora por última vez. Si reitera lo que antes ha dicho y ya sabemos, como predijo García no aparecerá ya la prueba de su supuesta corrupción, como tampoco aparecerá nunca la prueba ni el indicio siquiera que incrimine a Alberto Fujimori en los crímenes de 1992, hace casi 30 años.

Hay dos hombres cuya inocencia era legalmente obligatorio presumir, pero uno fue injustamente condenado a prisión mientras el otro se halla en una tumba prematura.  


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