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martes, 26 de mayo de 2020

MEDIA COLUMNA domingo 24 mayo 2020




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MEDIA COLUMNA                                              
La nueva “normalidad”


Jorge Morelli
@jorgemorelli1


A veces parece que los grandes mineros peruanos pensaran que el Perú les debe. Y es verdad. A medias.

Veamos. En oro, el Perú es hasta hoy un gran productor en el mundo. Lo ha sido siempre. El oro del Perú pagó las guerras de Carlos V contra los protestantes alemanes y contra los turcos musulmanes y su aliado el rey de Francia, orgullo del Renacimiento, que tuvo el dudoso honor de ser el primer monarca de la Cristiandad aliado con el Islam contra el Papa y el Emperador.

Quinientos años después, en el 2018, la minería formal del Perú produjo unas 160 toneladas de oro. Eso son unos 4 millones 350 mil onzas. Como la onza en el mercado de Nueva York estaba ayer en 1,735 dólares, se puede decir que el Perú produce formalmente unos 7 mil 500 millones de dólares de oro cada año.   
  
No obstante, hay en el Perú hoy también 400 mil productores informales de oro –sin contar a los ilegales-, organizados en una decena de federaciones en todo el territorio –son 60 mil solo en Arequipa-, que afirman producir otras 120 toneladas de oro cada año. Son entonces unos 3 millones 867 mil onzas que valen 6 mil 710 millones de dólares.

De manera que, de ser correctas las cifras, el Perú está produciendo unas 280 toneladas de oro por valor de más de 14 mil millones de dólares, cada año. (Fuera del oro ilegal de Madre de Dios que se contrabandea a Bolivia, donde nadie hace preguntas).

Esto sin contar tampoco el oro bloqueado en el subsuelo por los que ocupan el suelo encima, y que no van a permitir sacarlo hasta que obtengan por ello la tajada que consideran equitativa y justa.

Los 400 mil mineros informales organizados no están reclamando la propiedad de los recursos naturales debajo, sino la propiedad de la superficie encima de ellos. Pero una propiedad real, de verdad, que tenga papeles que puedan comprarse y venderse no aquí sino en las bolsas de Nueva York, Toronto, Londres y Shanghai. Porque es solo en el mercado global donde esa superficie puede tener un valor real. No en el mercado local, donde no vale nada.

De manera que los mineros informales también piensan que el Perú les debe. Solo que con tanta o mayor razón aun que los formales.

Y se apoyan en su reclamo en la fuerza de la razón y de la evidencia recogidas y difundidas durante décadas por Hernando de Soto a lo largo y ancho del mundo, hoy reconocidas sin discusión desde Nueva York y Washington hasta Shanghai y Pekín.

De Soto no fue invitado por los grandes mineros a Perumín en Arequipa el año pasado, sin embargo. Tienen temor a lo que propone, porque es algo nuevo. Pues tenemos noticias para ellos: es el futuro.

Hay en efecto  una nueva “normalidad” en el mundo. Para la reconstrucción de la eeconomía global después de la pandemia, la estrategia de China tiene tres iniciativas y la de EEUU no se quedará atrás.

Primero, la Ruta de la Seda (que pasa por el Perú); segundo, la red 5G de telecomunicaciones globales; tercero, la nueva criptomoneda digital -equivalente al yuan uno a uno-, que más adelante con seguridad tendrá respaldo en oro, como lo tuvo el dólar en el pasado y volverá a tenerlo.

De manera que el oro, que ya es el refugio del valor en el mercado hoy, será nuevamente en el futuro el fundamento global del valor. Y los bancos centrales tendrán que tener sus reservas en oro o su equivalente en dólares o en yuanes, pero respaldados en oro.

La mayoría de países del mundo no producen oro. Como Dios es peruano, el Perú sí. Más temprano de lo que creemos, entonces, y le pese a quien le pese, los mineros informales de oro del Perú pondrán en valor en el mercado global su razón, su derecho y su propiedad. 


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