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sábado, 3 de junio de 2017

ESTA NOCHE sábado 3 junio 2017



ESTA NOCHE, donde usted se entera no de todo lo que ocurre, sino de lo que necesita saber.

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MEDIA COLUMNA
No las causas
sino los efectos   


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com


Poco es lo que puede hacer el Perú para combatir las causas del calentamiento global del que otros países –China, Estados Unidos, India- son responsables. Lo que puede hacer es combatir sus efectos.  

Hace solo dos meses un Niño devastador trajo huaicos que han destruido vidas, poblaciones e infraestructura de manera masiva. Y gobierno y oposición están empeñados ahora en la reconstrucción de esa infraestrutura dañada y obsesionados en cómo hacerlo sin incurrir nuevamente en la corrupción.

Y, sin advertir la ironía que hay en esto, el gobierno se declara indignado y hay expertos que se rasgan las vestiduras ante la decisión de Donald Trump de retirar a EEUU del Acuerdo de París señalando las culpas del desastre ambiental que vendrá en un futuro hipotético, del todo olvidados del desastre ecológico que hemos producido nosotros mismos hace muy poco.   

No hemos aprendido nada. No conocemos nuestro pasado. No tenemos futuro.

Somos nosotros los autores del desastre del Niño por haber perdido el control del ciclo del agua de los Andes y no tomar conciencia siquiera de lo que hemos hecho.

Necesitamos invertir masivamente en sembrar agua para el siglo XXI hasta poner un lago Titicaca dentro de la Cordillera de los Andes: diez mil millones de metros cúbicos en cinco años. Necesitamos sembrar bosques en las punas sobre los Andes desde Puno hasta Cajamarca.

Necesitamos que las empresas mineras aprendan a trabajar con las comunidades andinas en gran escala, masificando las que hasta hoy son experiencias meritorias, pero aisladas.

Necesitamos que los fondos de pensiones público y privados inviertan en bosque para el largo plazo. Así, los comuneros verán crecer ante sus ojos los árboles que pagarán por la pensión de su vejez, y ellos mismos cuidarán los bosques. Así crecerán los fondos de pensiones junto con los bosques hasta incluir a todos los peruanos. Y se romperá el cerco que hoy los asfixia, estancados como se hallan dentro de los límites de la minoría de peruanos a la que alcanzan.

Necesitamos hacer espacio para el largo plazo, ahogado hoy por la confrontación política en la coyuntura y la inconciencia de vivir para el día.

Pero nada de esto ocupa ningún lugar en las mentes de quienes hoy se hallan devastados porque va a morir el planeta mañana si hoy no está EEUU en el Acuerdo de París.   



REPORTE DE NOTICIAS en Internet
Las siguientes notas periodísticas de política y economía han sido seleccionadas, editadas y ordenadas
temáticamente. No se las debe citar como tomadas directamente de sus fuentes originales, las mismas que se indican sólo como una forma de reconocer el crédito y agradecer la cortesía.



GOBERNABILIDAD, DEMAGOGIA, AUTORITARISMO, DEMOCRACIA



El Comercio
Des-pa-ci-to
Carlos Meléndez
El presidente del Consejo de Ministros (PCM), Fernando Zavala, ha señalado que el fujimorismo –desde su apogeo legislativo– confunde fiscalización con abuso de poder. Ha acusado a la oposición de “obstruccionista” y de pasar de la “discrepancia a la calumnia”. Algunos colegas politólogos sustentan esta posición. Para Eduardo Dargent, estamos ante una “naranja agresiva”, “intransigente y radical”, que con “actitud matonesca”, “no pelea limpio”. Para Alberto Vergara, el fujimorismo es un “pariente pobre del liberalismo” como lo fue Sendero para la izquierda partidista (¿es Fuerza Popular entonces el Movadef de la derecha?), que sirve como “caja de resonancia de un archipiélago de intereses particulares legales, informales, ilegales” (¿acaso el lobbismo ppkausa no lo es también?). Con esta suerte de oposición desleal, el colapso del gobierno suena inevitable.
Las tensiones entre el gobierno ppkausa y el Congreso fujimorista se explican por tres factores. El primero tiene que ver con el diseño institucional de nuestro sistema político que otorga al Legislativo mecanismos de control y fiscalización que aparecen excesivos cuando se trata de un “gobierno dividido” (Ejecutivo y Legislativo presididos por dos partidos rivales). Cuente usted: investidura y confianza al Consejo de Ministros; invitación, interpelación y censura a ministros; capacidad de investigación sobre cualquier asunto de interés público; etc. De hecho, si usted compara los números de visitas de ministros al pleno del Congreso, interpelaciones y censuras de los últimos cuatro gobiernos (vea el informe de Martin Hidalgo mañana en este Diario), no encontrará el “cargamontón fujimorista” que ciertos analistas espontáneos susurran al oído de Zavala.
El segundo problema es de inexperiencia ante un “gobierno dividido”. Nunca antes hemos tenido a un solo partido opositor controlando desde el primer año la rama legislativa. Tampoco a un Ejecutivo que no se atreve a acordar una coalición política en el Parlamento. Parecería que el gobierno ha abandonado a su propia bancada, al punto de desaprovechar dos cuadros políticos que pueden ser puentes multipartidarios (Juan Sheput y Carlos Bruce).
El tercer factor es la falta de tacto del fujimorismo. Con los antecedentes mencionados, el equilibro real de poderes es inalcanzable. El Ejecutivo es muy débil; el Legislativo se asume todopoderoso. Entonces cualquier golpe que ensaye el Congreso sobre el gobierno será percibido como fulminante. Si bien el fujimorismo persigue capitalizar su rol opositor, necesita a la vez la permanencia estable de Kuczynski. Peruanos por el Kambio y Fuerza Popular son dos caras de una misma moneda. Pregunten a los miembros del Ejecutivo (incluyendo presidente y PCM) si están de acuerdo con las políticas de ajuste aplicadas por Alberto Fujimori y se darán cuenta de cuántos son ‘fujimoristas en el clóset’. A nivel ideológico hay una cercanía que normalmente sentaría las bases de una estabilidad política.
La gobernabilidad democrática está en manos del fujimorismo, pero por déficit ppkausa. A este gobierno tecnocrático y apolítico (sin capacidad política, no hay vocación institucionalista) hay que tratarlo “des-pa-ci-to”. Está en manos del fujimorismo la iniciativa de intentar un equilibrio “pasito a pasito, suave suavecito”. Porque, al final, las dos derechas deberían terminar pegándose, “poquito a poquito”.



El Comercio
Terquedad que conduce al desastre
Fernando Rospigliosi
La obstinación del presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) y su gobierno en no reconocer sus errores y enmendarlos los está conduciendo al descalabro. Las últimas encuestas muestran que después del hipo provocado por el fenómeno de El Niño nuevamente está aumentando su desaprobación. Y ese es un problema muy grave para un gobierno que depende, más que ningún otro desde la restauración de la democracia, de la aceptación de la opinión pública.
Su fracaso con Chinchero ha sido catastrófico. Además de la forzada renuncia de Martín Vizcarra, lo afecta por varios motivos. Primero, socava la credibilidad del presidente y su gobierno. PPK se jugó directamente por la adenda al contrato, salió a justificarla con pizarra y plumón, puso la primera piedra en el Cusco y declaró agresivamente contra los críticos.
Segundo, incentivó las expectativas de que el aeropuerto se construiría de inmediato y que eso significaría un adelanto significativo para la región. Naturalmente, ahora ya empezaron las protestas en el Cusco.
Tercero, intervino personal y reiteradamente en un asunto en el que él y su gobierno se abrían un flanco muy peligroso, la presunta defensa de intereses privados cercanos. La acusación más dura que se le hizo durante la campaña electoral –e iniciado el gobierno también a otros de sus integrantes– es de ser un lobbista que promueve los intereses de ciertas empresas privadas.
En este punto lo han machacado desde las posiciones más dispares. “Hildebrandt en sus trece” denuncia intervenciones presuntamente irregulares de funcionarios públicos y privados (“¡Chinchero era una trafa!”, 26/5/17). El congresista fujimorista Héctor Becerril ha resumido su crítica en su cuenta de Twitter: “PPK y Zavala toda la vida se dedicaron a los lobys y de pronto llegan a ser pdte. y premier, obviamente miran al país como un botín” (30/5/17).
Desde ángulos diametralmente opuestos arremeten con las mismas acusaciones.
Los únicos que parecen no darse cuenta de sus errores son PPK y sus colaboradores. Más allá del desastre de Chinchero, se empeñan en no reconocer que carecen de estrategia y operadores políticos, lo que para un gobierno precario constituye un peligro supremo.
No es que sean tontos o poco inteligentes, es que porfiadamente se niegan a admitir sus desaciertos y enmendar la trayectoria. No es un consuelo, pero muchos gobernantes en todo el mundo han padecido –y padecen– el mismo defecto.
La extraordinaria historiadora norteamericana Bárbara Tuchman escribió una suerte de historia universal de la terquedad política, “La marcha de la locura. De Troya a Vietnam”, donde analiza cómo gobernantes a lo largo de la historia han transitado al despeñadero por no rectificar el rumbo, a pesar de las evidencias que mostraban que estaban equivocados: “Un fenómeno que se advierte a lo largo de la historia, en cualquier época y lugar, es la tendencia de los gobiernos a emprender políticas contrarias a sus propios intereses”.
Un elemento clave, dice Tuchman, es la testarudez de los gobernantes: “La terquedad, el origen del autoengaño, es un factor que desempeña una función importante en el gobierno. Consiste en evaluar una situación a partir de ideas preconcebidas, eludiendo o rechazando cualquier indicio de signo contrario, y actuar en función del deseo, sin dejarse desviar por los hechos”.
Es decir, la realidad es olímpicamente ignorada, como están haciendo PPK y sus principales colaboradores. Ellos insisten en que tienen el mejor equipo y lo están haciendo todo maravillosamente. Solo les falta comunicar mejor sus éxitos.
Como anota Tuchman, no hay nada inevitable, “siempre existe la libertad de cambiar o de desistir de un rumbo contraproducente, si el político tiene la valentía moral de hacerlo. [...] Sin embargo, reconocer el error, reducir las pérdidas, alterar el rumbo es la opción más repugnante para quienes ejercen el poder. Un jefe de Estado casi nunca se plantea la posibilidad de reconocer un error”. Y eso es porque tiene la irreprimible necesidad de proteger su ego. Cuanto más se haya comprometido en una política el ego del gobernante, “más inaceptable es la retirada”.

Así, PPK y su gobierno persisten tercamente en el mismo rumbo que lleva al Titanic que pilotean en curso de colisión con el iceberg. El problema es que ese barco es el Perú y todos estamos a bordo.