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domingo, 21 de julio de 2019

MEDIA COLUMNA lunes 22 julio 2019




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MEDIA COLUMNA 
Despolitizar el diálogo


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com


Si el Gobierno quiere resolver el dilema de Tía María lo que debe hacer es despolitizar el diálogo. Y el modo de hacerlo, aunque parezca sorprendente, es tomar distancia y alejarse de él.

El Gobierno debe declinar ser tercero en el diálogo, y dejar esa función en manos de otros.

No ya de una mediación bien intencionada de carácter moral, sin embargo, como la que se ha intentado varias veces sin éxito a pesar de los buenos oficios de representantes de la Iglesia. En realidad, no basta ya una mediación. Lo que hace falta es un tercero empoderado por las partes.

Tampoco un árbitro de tipo convencional, entonces, sino un tercero que pueda presentar por iniciativa propia a las partes –a las autoridades y a la empresa- una propuesta capaz de cambiar el paradigma del problema y encaminar el diálogo hacia una meta común.

Una propuesta,entonces, que pueda abordar y resolver el problema de fondo. Esta propuesta necesita un corto y un mediano plazo. En el mediano plazo se trata de encontrat una solución definitiva para el bloqueo de la inversión minera mediante una nueva política pública, a la que hay que dotar de consenso para proponerla al país.

Y una que, en el corto plazo, ponga sobre la mesa todas y cada una de las fórmulas de éxito que han ido apareciendo espontáneamente en el libre contrato entre las comunidades y minas a lo largo y ancho del Perú, sin esperar la intervención del Estado. Una fórmula que pueda adaptarse a cada caso particular y que permita destrabar a la brevedad las inversiones bloqueadas.

Tía María es hoy el caso emblemático, como Conga y Las Bambas. Y hay que decir con toda claridad que el Estado peruano –no ya el Gobierno actual- carece hasta hoy de una propuesta que permita diagnosticar y remediar el problema.   

El Estado no puede producir esa respuesta. Tampoco las partes, ni la empresa ni las comunidades. No pueden ponerse de acuerdo en el valor de lo que cada una aporta, porque no existe un punto de referencia con credibilidad para ser confiable para todos.

Solo el mercado –el libre juego de la oferta y la demanda- puede proveer la información que permita a las partes tomar su decisión libremente. Sabemos el valor en el mercado del recurso natural bajo la tierra, pero no sabemos el valor de la tierra sobre ella, porque el precio de mercado no puede formarse de manera equitativa si solo se tiene acceso a un pequeño mercado local, ni siquiera al mercado nacional. Y en ausencia de esa información las partes no pueden decidir. De allí la impaciencia que nunca está lejos de la imposición y de la violencia. Ese camino ha llegado a su final.

Hace ya mucho que los peruanos esperan una solución viable, que sea ante todo justa y permita compartir equitativamente la renta de los recursos naturales entre las partes y todos los demás peruanos. Y la impaciencia se ha apoderado ya de una mayoría, lo que se refleja hoy visiblemente -con justicia o sin ella- en el desplome de la aprobación del Presidente en las encuestas del Sur del Perú. Incluso desde este punto de vista lo mejor que el gobierno puede hacer es despolitizar el diálogo.


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