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sábado, 23 de agosto de 2014

ESTA NOCHE sábado 23 agosto 2014



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MEDIA COLUMNA
Otro gallo le cantara


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com


El empecinamiento del gobierno humalista en retener a cualquier costo la Mesa Directiva del Congreso le ha llevado a pagar el alto precio de la pérdida de su mayoría parlamentaria. Otro gallo le cantara hoy si, en lugar de eso, hubiera cedido la Mesa a la oposición. No se hallaría en el predicamento en que se encuentra, ni la oposición estaría haciéndole pasar el mal rato de la abstención en la confianza a su gabinete.

La oposición hace esto porque es necesario aunque sea doloroso. El gobierno tiene aprender la lección y acusar recibo del mensaje. Los dos años que le quedan no van a ser como los tres que ya pasaron. El gobierno va a tener que consultar, convencer, explicar con buenas maneras cada medida a la opinión pública de una manera seria y transparente, sin cartas bajo la manga, sin sorpresas, hasta que todos queden convencidos de que la confrontación, el resentimiento y la acrimonia que le caracterizaron durante tres años han quedado sepultados.

La prueba ácida está a la vista. Con buen criterio, el gobierno humalista está poniendo de lado hasta el momento toda tentación de acusar a la oposición de obstruccionismo. Hacerlo sería otro error. Es ya un pato rengo para los dos años que le quedan. Si esta condición le parece injusta por prematura, no tiene a quien culpar sino a sí mismo.

Acusar a la oposición de obstruccionismo sería una señal peligrosa de que está pensando en otro escenario y prepara un golpe de mano. ¿Acaso creyó en algún momento que el Perú  sería dócil como Venezuela a manos del castro-chavismo? ¿Quizás tuvo todo este tiempo un misterioso Plan B escondido en una gaveta? Si así fue, ya era tarde el primer día. El Perú está de vuelta de todo eso y recoge las señales al vuelo.

La oposición no va a caer en la trampa de dar pretextos para permitirle al gobierno cerrar el Congreso. Examinemos este escenario, que algunos creen posible, solo como un ejercicio de prevención. Es difícil que el gobierno quiera forzar esa figura, porque caería en su propia trampa. Perdería las elecciones que convocara. Si no las convocara, el Congreso por mandato constitucional se reuniría nuevamente luego de cuatro meses. Se dirá que el ejecutivo gobernaría cuatro meses mediante decretos de urgencia (dando cuenta a la Comisión Permanente, que no puede ser cerrada). Podría incluso sorprender poniendo en vigencia sus más anhelados proyectos, enfrentando al Congreso a hechos consumados. Pero cruzaría el Rubicón al canjear por una ilusión efímera su legitimidad política. Un negocio peor aún, si cabe, que haber sacrificado su mayoría parlamentaria a cambio del plato de lentejas de la Mesa Directiva.

El problema es que el humalismo, con sus infantiles ambivalencias, nunca convenció al Perú de que había aprendido realmente a jugar limpio en la democracia. Si extirpa esas malas raíces, aún está a tiempo de que mañana otro gallo le cante.