viernes, 22 de febrero de 2019

ESTA NOCHE miércoles 20 febrero 2019





ESTA NOCHE, donde usted se entera no de todo lo que ocurre, sino de lo que necesita saber.


MEDIA COLUMNA
Premios delatores


Jorge Morelli

 

 

El acuerdo del Estado peruano con Odebrecht permitirá acceder a los testimonios de funcionarios de la empresa y a los archivos digitales “drousys” y “mywebday” que contienen las pruebas de los sobornos a políticos y funcionarios peruanos.

 

¿El acuerdo es bueno para el Perú? Es una pregunta retórica. Nunca es negociable la verdad, porque no tiene precio. Acceder a la información es la prioridad. Aún si es a un alto costo.

 

Ahora veamos el costo. El acuerdo asegura a los brasileños el estatus de “delatores premiados”, como llaman allá a los colaboradores eficaces, a cambio de la información. No serán procesados en el Perú por lo que revelen. Es la condición para acceder a la información. Este premio es un acto legal en el Perú. Es un costo encajable.  

 

El acuerdo permite a la empresa seguir operando en el Perú. No es poca cosa. Involucra la definición de una cuestión de fondo: las empresas no son responsables de los delitos cometidos por quienes las administran. Es una definición necesaria. No tiene un costo.  

 

Pero tiene consecuencias. Porque, si es así, ¿podía acaso el Estado negarle a la empresa seguir funcionando en el país? ¿Puede negociarse el principio constitucional de que la iniciativa privada es libre? Hay en el acuerdo otro síntoma de la misma confusión conceptual: la empresa se “compromete” a pagar los 450 millones de soles que debe en impuestos. ¿Podía el Estado acaso negociar la oportunidad del pago tributario, o el pago mismo, como condición de la libre iniciativa privada? Esos han sido argumentos falaces en la negociación. Y eso tendrá un costo.

El Estado pacta con la empresa una reparación civil de 610 millones de soles a pagar en 15 años (con un interés de 150 millones). ¿Es correcta esa cifra? La pregunta no tiene respuesta. No existe una definición conceptual clara sobre cómo calcular la reparación. Esta debe ser proporcional ¿a qué, exactamente? ¿Al monto de los sobornos pagados? ¿A los sobrecostos en las obras? ¿A las sospechosas adendas adicionales? ¿Al tamaño masivo de unos megaproyectos que es dudoso que el país necesitara?

Sobre todo, ¿fueron esos megaproyectos fruto de la decisión autónoma del Estado peruano o vinieron atados al financiamiento de un banco brasileño por decisión política de ese gobierno? En tal caso, ¿por qué no demanda el Perú al Estado brasileño? Porque este costo es el mayor de todos.

 

¿Y en ese contexto, de paso, en qué queda la multimillonaria demanda de la empresa pendiente contra el Estado peruano respecto del Gasoducto del Sur? Es un costo escondido.

 

La empresa reconoce en el acuerdo que pagó sobornos en cuatro megaproyectos. Y el Estado acepta su palabra. Si aparecen nuevas evidencias, como es probable, ¿el acuerdo será renegociado? ¿O será unilateralmente revisado por el Perú? Esta ambigüedad es un costo incalculable.

 

El acuerdo será sometido ahora al control de un juez de garantías del poder Judicial. ¿Y la Contraloría a nombre del Ejecutivo? ¿El Congreso no tiene nada qué decir en el control del acuerdo?   


Son preguntas que no se han debatido ni planteado realmente hasta hoy. Y está pendiente, por respeto al pueblo peruano, una  explicación seria sobre todas ellas en vez del parloteo confuso que se ofrece hasta hoy por toda respuesta. Conocida la información que llegará, por el bien del Perú esta negociación debe ser objeto de un debate serio entre peruanos. Entonces conoceremos cuál es el balance final de todos sus costos. Entonces sabremos si el acuerdo será revisado.




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jueves, 21 de febrero de 2019

ESTA NOCHE sábado 16 febrero 2019





ESTA NOCHE, donde usted se entera no de todo lo que ocurre, sino de lo que necesita saber.


MEDIA COLUMNA
El hombre que sabía
controlar los huaicos


Jorge Morelli


Es penoso el espectáculo del país, impotente ante los huaicos. Sin saber qué hacer ni qué decir, el gobierno se limita a paliar un poco los efectos sin la menor idea de cómo enfrentar las causas.

Sobrevienen así, en boca de todos, perogrulladas con el dedo índice admonitorio: ¡la población no debería asentarse en las quebradas! ¿No debería? En las quebradas es donde está el agua, ¿dónde más iría la población? Y de las perogrulladas se desprenden con naturalidad iniciativas de política pública inejecutables, que se repiten cada año: el Estado debería mudar –incluso de manera forzosa, dicen- a la población de esas quebradas en dirección hacia no se sabe dónde. Es una quimera irrealizable por partida doble.

En primer lugar, la población no se moverá ni siquiera ante el huaico y si la sacan volverá. Nadie se muda de donde ha echado raíces si no ve cómo vivir mejor en otra parte. Doble quimera, además, porque atacar las consecuencias de los huaicos es lo correcto solo si las causas están bajo control. Y no lo están. La  verdad es que el Estado peruano -entendámoslo de una vez- es incapaz de organizar una respuesta que esté a la escala del problema.

La causa de los huaicos no hay que buscarla entre los escombros de sus efectos. Hay que ir al origen. Hemos perdido el control del ciclo del agua de los Andes. Para recuperarlo hay que retener el agua de las lluvias en las alturas de la Cordillera. Hay que impedirle ir a la pendiente, donde toma velocidad y se forma el huaico que arrastra todo a su paso. Una vez que el agua está en movimiento, ya es demasiado tarde.

Un peruano entendió cómo controlar los  huaicos, sin embargo. La solución existió desde siempre en una tecnología milenaria de la civilización andina. Los comuneros hasta hoy le llaman “sembrar agua”. Consiste en cortarle el paso al agua hacia la pendiente, inmovilizarla para que penetre en el suelo. Haciendo esto en la escala necesaria en las nacientes de las quebradas que, según la experiencia histórica, generan huaicos constantemente, e innovando la tecnología, recuperaremos el control del ciclo del agua de los Andes.

Podemos no solo aprender a controlar los huaicos, entonces, sino almacenar al mismo tiempo un lago Titicaca dentro de los Andes, bajo el suelo. Esta masa gigantesca de agua regulará hídricamente por su propia gravedad los ríos que bajan hacia los dos océanos, de modo que no se desborden en verano ni se sequen en invierno.

Estas no son cifras arbitrarias. Dos millones de hectáreas de punas desde Puno hasta Cajamarca trabajadas de esa manera producirán un reservorio natural de diez mil millones de metros cúbicos de agua dentro de la Cordillera, cuatro veces la suma de los diez reservorios principales de agua del Perú.

Ahora bien ¿quién redescubrió la tecnología perdida del control del agua de los Andes? ¿Quién hizo esos cálculos precisos? ¿Dónde esta el hombre que innovó la tecnología y la experimentó en Junín en miles de hectáreas hasta comprobar que funcionaba? El lector ya lo sabe: fue Alberto Fujimori, hoy privado nuevamente de su libertad por la mezquindad y el odio políticos.          


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miércoles, 13 de febrero de 2019

ESTA NOCHE miércoles 13 febrero 2019


ESTA NOCHE, donde usted se entera no de todo lo que ocurre, sino de lo que necesita saber.


MEDIA COLUMNA
Cómo, en simple,
es posible la igualdad


Jorge Morelli


La igualdad de oportunidades es el signo de esta era de la humanidad.

Para que haya igualdad, sin embargo, tiene que haber libertad económica primero. Y para que haya libertad tiene antes que haber gobernabilidad política.

Es más, esa gobernabilidad política tiene que ser democrática.

Jamás habrá igualdad de oportunidades si no existe primero una economía libre capaz de acumular un excedente importante que, una vez recaudado sin anular la acumulación, sea destinado a ofrecer salud y educación básicas.

La base de la pirámide, no obstante, es la gobernabilidad.

Porque solo un marco institucional de reglas claras y conocidas puede hacer posibles la seguridad jurídica y ciudadana. Y esto es lo que permite que la economía sea libre, sin la interferencia arbitraria del poder político de turno.

Estas son evidencias que no necesitan demostración. No en balde son, al mismo tiempo, las tres etapas de la historia del Estado moderno.

El Leviatán, el Estado absolutista de Thomas Hobbes, funda la gobernabilidad en la única forma en que podía ser entendida en su tiempo con el fin de poner fin a las guerras europeas de religión. Su famosa sentencia “la autoridad, no la verdad, hace la ley”, casi incomprensible para los hombres de hoy, significó un salto inmenso hacia la modernidad, que hizo posible la libertad de conciencia. Significa en realidad que cada uno puede pensar en conciencia lo que mejor prefiera, pero de este lado de la realidad se cumple la ley.

La libertad fundamental de la sociedad civil y la defensa del ciudadano ante el absolutismo del Leviatán de Hobbes es el segundo salto cuántico en la historia del Estado y el segundo piso de la pirámide. Es la obra de John Locke en el Segundo Tratado del Gobierno Civil, de 1690, los hombros sobre los que se levanta la obra de Adam Smith y la idea de la “mano invisible del mercado” -en la Teoría de los sentimientos morales de 1759- como el modo más eficiente de asignar los recursos de la economía. Pero eso sólo es posible si existe el fundamento de la gobernabilidad. Smith ya vivía en un mundo –la Inglaterra del siglo XVIII- en que se podía dar por sentado el marco institucional para garantizar la seguridad jurídica y la propiedad. Smith casi no lo menciona, lo da por sentado, porque no puede haber economía libre en un mundo en que los cimientos políticos no existen.

Estos dos pisos de la pirámide son los que hicieron posible el tercero, nacido de parto violento en las revoluciones europeas de los siglos XVIII, XIX y XX, en nombre de la igualdad. El nombre de Karl Marx hasta hoy conlleva ese significado. Entendida como igualdad de oportunidades para todos, que es su único significado posible, hoy es el signo de esta era en todas las sociedades sobre la faz de la Tierra.   

El primer piso, el marco institucional, es la gobernabilidad, la precondición para los otros dos. Pero en una mayoría de economías emergentes de hoy alrededor del globo simplemente no existe. ¿Cómo entonces puede haber libertad económica e igualdad de oportunidades? En una democracia de baja gobernabilidad no es imposible rediseñar el marco institucional, pero el peligro acecha. El Estado interfiere el mercado y traba la asignación de recursos. En nombre de la igualdad, el poder político hallará moralmente justificado distribuir excedentes que no existen creando impuestos arbitrariamente, endeudándose imprudentemente o aumentando exponencialmente la cantidad de dinero. Hará todo eso junto y no se detendrá hasta echar mano de cualquier fuente -el narcotráfico o la minería ilegal están a la mano entre nosotros- hasta que la farsa sea insostenible y sobrevenga el colapso final. Esto ocurre hoy en Venezuela. Pero, salvando las distancias, nos sucedió antes a nosotros.  

Aun en el Perú de hoy, sin embargo, como en la mayoría de las naciones emergentes, el sistema es invisibilizado en su conjunto. Solo se percibe a sus partes por separado, sin relación entre sí. En nombre de la igualdad queremos duplicar el presupuesto de salud y educación públicas, pero no se repara en que no es posible sin una economía libre. Y menos aun se repara en que la economía no puede crecer sin un marco institucional porque no hay seguridad jurídica.

Hay que volver a los fundamentos: no hay igualdad sin libertad y no hay libertad sin gobernabilidad. Es simple. 


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domingo, 10 de febrero de 2019

ESTA NOCHE sábado 9 febrero 2019




ESTA NOCHE, donde usted se entera no de todo lo que ocurre, sino de lo que necesita saber.


MEDIA COLUMNA
Trump tuerce
el brazo a la Fed


Jorge Morelli


Esta semana el presidente de EEUU, Donald Trump, invitó a cenar a Jerome Powell,  jefe del banco central estadounidense, la todopoderosa Reserva Federal (Fed). ¿Y eso es una noticia, preguntará el lector? Sí lo es. Porque en el lenguaje político y personal de Trump una invitación a cenar no es una reunión para negociar, es un premio.

La pregunta, entonces, es ¿por qué premia Trump al presidente de la Fed? Y esto tiene su pequeña gran historia.

La Casa Blanca y la Fed han estado enfrentadas duramente desde que Trump advirtió a Powell que no subiera la tasa de interés, el precio del dinero, en diciembre pasado. Pero la Fed –ay- ignoró a Trump.

El Presidente no pudo ser más duro. Dijo públicamente que la Fed era un peligro para la economía de EEUU mayor que la propia China. Añadió que la Fed estaba “fuera de control”. Y la Fed ignoró la advertencia.

Uno puede suponer fundadamente que la Fed hizo esto para no aparecer subordinada al poder político teniendo, como tiene, autonomía constitucional frente al gobierno. O sea, por no dar su brazo a torcer ante todos. Un asunto de apariencias, en suma. Una frivolidad, en el lenguaje de Trump.   

La realidad es que ya habían ocurrido tres alzas de la tasa de interés en 2018 y la justificación para una cuarta no existía. El mandato constitucional de la Fed le ordena subir la tasa de interés cuando hay peligro de inflación. Pero virtualmente no hay inflación en EEUU. Es de alrededor de 2%. Salir, como lo hizo la Fed, a explicar que era necesaria una cuarta alza por razones preventivas de la inflación pareció arbitrario.

La tasa de interés de la Fed es la clave de muchas cosas. Cuando sube, hay un alza del dólar en el mercado global. Ese dólar, que vale más, abarata las importaciones y las multiplica. Las de China, especialmente. Eso anula el efecto de las medidas de Trump en las negociaciones con China. Le quita presión a su posición. Para anular el efecto del alza de las tasas, Trump tiene que amenazar con subir de nuevo los aranceles a China agravando la guerra comercial.               

Eso no es todo. Un alza del precio del dinero encarece el crédito a las empresas, lo que anula el efecto de las medidas de Trump para relanzar el crecimiento de la economía. Ha reducido los impuestos y ofrecido masiva inversión pública en la reconstrucción de la infraestructura del país. ¿Todo esto va a amenazarlo la FED?

No llamó la atención que llegaran rumores de que, luego de la cuarta alza, Trump consideraba seriamente echar del puesto sin contemplaciones –porque el presidente de EEUU nombra al jefe de la Fed- a su amigo Powell, a quien él mismo había nombrado poco tiempo atrás.

¿Por qué, entonces, sin justificación suficiente, dispuso Powell una cuarta alza en el 2018 desconociendo el pedido de su presidente y amigo? Este es un misterio doloroso, pero uno puede arriesgar una hipótesis. La Fed es un organismo privado. A su presidente lo nombra la Casa Blanca, pero sus integrantes son bancos privados representados por los bancos federales de varios estados de la Unión. O sea, la Fed representa el interés privado de la economía virtual de las finanzas. O sea, a Wall Street. Y el hecho es que el dólar fuerte aumenta la entrada de dólares de todo el mundo al sistema financiero de EEUU. Eso es lo que les interesa a los bancos.

Lo que es bueno para la economía virtual de las finanzas, sin embargo, no lo es necesariamente para la economía real. Lo que es bueno para Wall Street no lo es para Main Street. Y este conflicto potencial estaba cantado desde hace mucho. El curso de colisión entre la Fed y la Casa Blanca era perfectamente predecible y así lo advirtió incluso esta modesta media columna.

En su reunión de enero pasado, la Fed dio su brazo a torcer. Anunció que tendrá “paciencia” en su política monetaria y contempla menos alzas de las tasas en 2019. Este retroceso trató de disimularlo la Fed como pudo, vergonzosamente, detrás de un lenguaje risible, con ayuda de miles de analistas de Wall Street.

El hecho es que Trump ganó la partida y la invitación a cenar es el premio consuelo para su amigo Powell luego de haberle torcido dolorosamente el brazo.

  

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miércoles, 6 de febrero de 2019

ESTA NOCHE miércoles 6 febrero 2019


ESTA NOCHE, donde usted se entera no de todo lo que ocurre, sino de lo que necesita saber.


MEDIA COLUMNA
El fabricante del Terror 


Jorge Morelli


El Terror con mayúscula no aparece espontáneamente. El Terror es fabricado para capturar el poder. Con elecciones o sin ellas. 

Este es el modus operandi de la revolución en todas partes, la bolchevique y la de su antepasada, la Revolución Francesa. Es el método de Trotsky y Lenin. Frío, inescrupuloso, el fabricante del Terror es un cuadro político sobrehumano. La revolución “justifica” la acción inmediata, terminal, la decisión fría desprovista de toda compasión para aplastar cualquier intento contrarrevolucionario incluso antes de que asome de manera brutal, decisiva, inapelable. El fabricante del Terror no se detiene hasta la captura del poder. Para eso es el Terror.

Cuando el Terror se ha apoderado de todos los ciudadanos, jueces, funcionarios, periodistas, profesores, militares y religiosos, ya nadie se atreve a oponerse. Tampoco se puede seguir ya los acontecimientos que se precipitan de manera vertiginosa. Con información confusa y contradictoria o sin ella, aterrorizados todos por la violencia física y mental, la opinión pública está lista para aceptar cualquier autoridad que detenga la violencia. Entonces y solo entonces están dadas las condiciones para la captura del poder. Esto se hace de un solo golpe, en un solo día. Es el hecho consumado por excelencia. Es el manual de Trotsky y Lenin, de Fidel y Chávez en Cuba y Venezuela. Una vez capturado el poder, el Terror arrecia hasta aplastar definitivamente toda forma de contrarrevolución. A partir de allí, el Terror es permanente, ubicuo, anónimo, fabricado minuciosamente. Instrumenta al gobierno, a la magistratura, a la prensa. Es difícil detectarlo disfrazado detrás de los principios morales y los prejuicios sociales de la clase media tras los que se oculta. Hay que identificar al enemigo con claridad. El enemigo es el fabricante del Terror.

En nuestro escenario, la lucha contra la corrupción oculta una lucha por el poder. Está  haciendo de la lucha anticorrupción el instrumento y el pretexto para la fabricación del Terror. La prueba de que se desnaturaliza es que, de toda la clase política señalada como corrupta, se encuentra privada de su libertad solamente quien no ha cometido delito. Su prisión es un mensaje: significa “si puedo hacer esto con un inocente, qué no podré hacer con el resto de la clase política, que no podré hacer con el ciudadano común, que no podré hacerte a ti”.

Esto es lo que aplicaron los bolcheviques en Rusia y sus émulos lstinoamericanos en Cuba y Venezuela. Es una técnica en estado químicamente puro. Sirve para capturar el poder. Para combatir el Terror, entonces, lo primero es hacer la pregunta correcta: quién es el fabricante del Terror. La pregunta correcta ya es la mitad de la respuesta.


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lunes, 4 de febrero de 2019

ESTA NOCHE sábado 2 febrero 2019




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MEDIA COLUMNA
Hijos dependientes


Jorge Morelli


La caviarada local se considera digna descendiente del pensamiento socialista europeo. Celebra el cincuentenario del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada -solo de la Primera Fase de Juan Velasco Alvarado, desde luego-, que finalmente hizo en el Perú la reforma agraria desastrosamente. “Rápido, aunque sea mal”, reza un dicho castrense peruano.

Pero la caviarada no sospecha la verdad. En realidad, la reforma agraria es la primera de las “reformas-vacuna” que el partido Demócrata de Estados Unidos en el poder recetó  para acabar con la desigualdad en América Latina luego de que Fidel Castro tomara el poder en Cuba el 1 de enero de 1959. Esto porque, aseguraba, la desigualdad latinoamericana incubaría revoluciones castristas en todo el hemisferio.

Hace poco, el tema ha sido revisado por Alan Greenspan, el ex presidente de la Reserva Federal (Fed), el banco central de Estados Unidos, que ha publicado Capitalism in America. A History. El coautor es Adrian Wooldridge. El libro es comentado por Mark Skousen en The American Conservative de enero. Cito a Skousen: “A Roosevelt le siguieron las administraciones benignas de Truman, Eisenhower y Kennedy que resultaron en una edad de oro del crecimiento en la pos guerra. Pero luego vino Lyndon Johnson, que sacó provecho del asesinato de Kennedy empujando una ´masiva expansión del Estado de los derechos (de bienestar, digamos)´ con Medicare, Medicaid, bonos alimenticios (food stamps) y el programa Ayuda para Familias con Hijos Dependientes. Como resultado, el gasto público y la deuda se inflaron como un globo y ´el gobierno comenzó a fracasar en todo lo que tocaba, desde la lucha contra la pobreza hasta la guerra con Vietnam del Norte”, cita Skousen a Greenspan.

Luego vino Nixon, continúa Skousen, y nuevamente citando a Greenspan anota que Nixon “presidió sobre una expansión del Estado de derechos mayor aún que la de Johnson´ añadiendo controles de precios y salarios, creando nuevas agencias gubernamentales, como la Agencia de Protección del Medio Ambiente, y sacando a Estados Unidos del patrón -oro”. 

Ahí está la clave. Al romper Nixon el nexo del dólar al oro -a la tasa fija acordada en Bretton Woods en 1946-, el valor del dólar pasó a depender de la oferta y la demanda en el mercado global. El dólar se devaluó a la mitad. La reacción árabe -que pasó a recibir la mitad por el mismo petróleo- fue aumentar cuatro veces su precio. En 1973, la crisis de la energía apagó la luz a la economía global. Fue el día en que murió la música.

El resto de los 70 serían la era del estancamiento con inflación. “Stagflation” le llamaron. (Una anécdota: para ahorrar gasolina, Velasco impuso en el Perú el uso de calcomanías de colores en los automóviles. Las blancas circulaban los lunes, miércoles y viernes; las rojas los martes, jueves y sábados. Resultado: los que pudieron compraron un segundo escarabajo u otro Toyota. Eran lo único que circulaba en la época).       

Fue esa cadena de acontecimientos lo que arruinó la economía de Occidente. La consecuencia del gasto masivo en la guerra de Vietnam y el culposo Estado de bienestar norteamericano. Lo dice Alan Greenspan, de puño y letra.

Curiosamente, le tocó a Greenspan lidiar con las consecuencias de esa historia. Presidió la Fed durante toda la época en que se incubaron las burbujas globales que vendrían a estallar una tras otra hasta desembocar todas en el colapso de la megaburbuja global de 2008. La economía mundial aun no se recupera de eso, y se discute la responsabilidad de la Fed de Greenspan en las hipotecas “subprime” y otras ficciones financieras ante las que falló clamorosamente por omisión. Es por eso que Greenspan escribe el libro, para deshacerse de la culpa. Según Greenspan, enonces, los responsables originales del desastre fueron los presidentes americanos Johnson y Nixon. 

Hoy la única solución para esto es volver a fijar el valor de las monedas globales a un referente universal del valor, el oro u otro. Si no lo hace Estados Unidos con el dólar, lo hará China con el yuan.

En lo que a nuestro pequeño escenario se refiere, rígida y anticuada como es, la caviarada local sigue añorando la vieja receta de esas reformas-vacuna americanas sin sospechar quiénes son sus padres. Viejos como están son, hasta hoy, hijos dependientes.

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domingo, 3 de febrero de 2019

ESTA NOCHE miércoles 29 enero 2019





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MEDIA COLUMNA
Jefes e indios


Jorge Morelli


Víctor Andrés Ponce exagera para fines didácticos cuando llama “soviets” a los gobiernos regionales de Puno, Junín, Moquegua y los partidos aspirantes de la izquierda radical que ya hizo su primer ensayo teatral en Huancayo y anuncia tres más.

¿Qué están tramando estos gallos? 

No tienen forma de ponerse de acuerdo en lo ideológico, de manera que piensan contentarse con un plan B: pegar entre sí los retazos de un programa común. Ya veremos la consistencia de ese programa común.

Por lo pronto, lo urgente es que uno de ellos sea ungido jefe. Cohabitar en una misma tienda de un solo jefe, sin embargo, es algo a lo que no están ni remotamente habituados, educados como están en el juego letal del más radical, aprendido de Lenin, Trotsky y Stalin. Si no consiguen superar su incurable desconfianza -es el karma del radicalismo- cada encomendero se quedará por su cuenta con sus indios.

Este asunto de los jefes y los indios es crucial. En teoría podrían mantener sus tiendas separadas dentro de un mismo frente electoral, pero el enigma mal resuelto de la identidad del jefe único va a desplazarse y disfrazarse de un debate sobre el programa. Aquí reaparece entonces la contradicción.

Para marcar su terreno en todas las esquinas, la competencia va a ser sobre cuál es el programa más radical, más revolucionario, más antiminero, más antisistema. No obstante, el frente único necesita que concesiones al programa del otro. Es la cuadratura del círculo. Generaciones anteriores de radicales sucumbieron ante ella. La generación actual recién va a descubrirla.   

No obstante, es forzoso tomarlos seriamente y examinar comó sería ese “programa común”. Afortunadamente, han tenido la transparencia de adelantárnoslo. Se trata de siete puntos destinados a ocultar que se trata de uno solo, un único “plan”.

Una nueva constitución con su respectiva asamblea constituyente a la venezolana es lo primero en el “programa/plan” para copar todo el poder. Faltaba más.

El “plan” incluye, luego, revisar todos los contratos-ley de concesión de recursos naturales. ¿Para entregar la propiedad del subsuelo a las comunidades andinas y amazónicas poseedoras del suelo? No. Los recursos naturales tienen que seguir en manos del Estado. Si no, ¿cómo va a hacer la revolución un Estado sin el control de los recursos naturales?

El “plan” incluye su instrumento: la “autonomía de las regiones en cuanto a zonificaciones económicas y ecológicas”. Apunta a expropiar las concesiones privadas mineras, energéticas y forestales. Redondea el ”plan” una descentralización tributaria y fiscal, de manera que cada región cree sus impuestos, los recaude con su propia mini Sunat y los gaste como crea conveniente. O sea, varios países: uno para cada jefe con sus indios.    

Respecto de los “indios”, finalmente, el “plan” de sus jefes prevé que las comunidades andinas y amazónicas se contenten con una “consulta previa de carácter vinculante” y con lo que el futuro Estado revolucionario les dé a título de “reparto de utilidades de las trasnacionales”. Hay una contradicción insoluble en esto, que atraviesa el centro mismo del “plan”, pero pasa inadvertida para los jefes. Hay, por último, unos “gremios y organizaciones sociales reprimidas”. No son un problema, porque los jefes les ofrecen un “trato”. No preguntemos más, es un misterio gozoso.

Hace bien Víctor Andrés Ponce en llamar “soviets” a este orden de cosas en el que cada jefe tiene el suyo. Lobueno es que la izquierda radical nos ha adelantado su “plan” y ya sabemos cómo combatirlo: es calco y copia del chavismo. Con razón no pueden denunciar a Maduro.
   

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