sábado, 9 de noviembre de 2019

MEDIA COLUMNA viernes 8 noviembre 2019



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MEDIA COLUMNA
Nuevos mejores 
amigos 


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com


Estados Unidos ha entrado a competir con la Ruta de la Seda de China, también conocida como la Franja y la Ruta o Belt and Road. Es la mejor noticia que los países emergentes alrededor del globo podríamos recibir.

La primera economía del mundo y dos de sus megasocios –Japón y Australia- han lanzado su propia versión global de la Ruta de la Seda, llamada la Red de Puntos Azules o Blue Dot Network. Es el megaproyecto conjunto de la Corporación de Inversión Privada en el Extranjero (OPIC) de EE.UU., el Departamento de Asuntos Exteriores y Comercio de Australia (DFAT) y el Banco Japonés de Cooperación Internacional (JBIC).

La libre competencia en el mercado es la garantía de que ninguna de las dos grandes redes planetarias va a poder imponer condiciones monopólicas a las economías emergentes en la construcción de la infraestructura para el siglo XXI alrededor del planeta. Los miembros titulares de la Red de Puntos Azules, por ejemplo, formarán un comité directivo e invitarán a socios que representan a gobiernos soberanos. Esta federación de independientes apena disimula su intención de aparecer como el “lado luminoso de la fuerza” contra los “prestamos abusivos” del otro lado. Si la red de Puntos Azules tiene un manejo aún más abierto y transparente que la Ruta de la Seda, eso será lo mejor para todos.
 
Tanto más si, como parece, EE.UU. y China llegan a un acuerdo para reducir mutuamente sus aranceles a medida que avanzan las negociaciones para un acuerdo  que ponga fin a la guerra comercial. Esto permitirá que se recuperen los precios de los metales que exportamos. Eso hará posible crecer más rápido no solo al Perú y a Chile, países mineros, sino a toda Latinoamérica. Hace falta salir de la  trampa -a la que tontamente llaman de “ingreso medio” cuando no es sino la cara económica de la democracia de baja gobernabilidad- que es la causa material de lo ocurrido en Santiago, en Quito, en La Paz, Buenos Aires.

En la competencia entre EE.UU. y China por los recursos estratégicos globales hay, sin embargo, un tercer jugador, que no tiene la dimensión económica de los otros dos y recurre, por lo tanto, a medios de presión política propios del imperialismo crudo de la Guerra Fría.

Rusia financia en Bolivia, por ejemplo, la instalación de energía atómica para la explotación del litio. También un tren bioceánico desde Sao Paulo hasta Ilo en el Perú. Construirá, si la estatal de gas boliviana consigue la licitación, un gasoductoķ la rusa Gazprom para abastecer al Sur del Perú de gas boliviano. Una iniciativa inaceptable para el Perú, que pondría la energía del Sur en manos de Bolivia. O se, de Evo Morales. 

Rusia sigue financiando la continuidad del desastre económico venezolano tratando inútilmente de impedir su naufragio final. Y mira con simpatía el enésimo intento fracasado de exportación del castrismo mediante las delirantes operaciones de inteligencia cubana para desestabilizar gobiernos latinoamericanos. ¿Cuál es su propósito? ¿Agenciarse gobiernos amigos para acceder a través de ellos al control de los recursos naturales? Esa olla se ha destapado. El juego es demasiado evidente. Un plan de esa índole parece una grotesca caricatura:del “lado oscuro de la fuerza”.

Las potencias mundiales tienen que meditar cuidadosamente sobre el modo de acercarse a las economía emergentes por los recursos naturales para el siglo XXI. Latinoamérica no olvidará fácilmente lo que se ha hecho aquí en estos meses, ya que, aunque la causa material de la violencia fuera la falta de igualdad de oportunidades, a nadie se le escapa que su causa eficiente ha sido el sabotaje. Y los responsables serán puestos muy pronto ante los ojos de la comunidad internacional.


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jueves, 7 de noviembre de 2019

MEDIA COLUMNA miércoles 6 noviembre 2019



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Tontos útiles
del enemigo


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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Según la Constitución, si las elecciones de enero no se producen antes del 30, el Congreso disuelto se reúne de pleno derecho y recobra sus facultades. Ese escenario alimenta quizá falsas esperanzas en más de uno con sangre en el ojo. Es una fantasía peligrosa. Si a algún irresponsable se le ocurre que es una buena estrategia el desorden público en los días previos para que las elecciones no puedan materialmente realizarse, el caos resultante no beneficiará a nadie salvo al enemigo.

Lo repito majaderamente hace ya demasiado tiempo. El enemigo no es este gobierno, que por ahora solo brega por sobrevivir a sus propios actos. El enemigo es el eje La Habana-Caracas-Foro de Sao Paulo-La Paz, al que se adhieren ahora tontos útiles en Buenos Aires y el DF mexicano.

¿Cómo derrotar al enemigo? Lo primero es aceptar que importa poco ya quién gobierne, porque el gobierno no tiene ningún poder. Para vencer hay que reconstruir primero los cimientos del poder que han sido demolidos. El poder es del pueblo, no del gobierno ni del congreso, en los que el pueblo ya no cree. Vencer al enemigo, entonces, pasa por lo que la gente cree: el paradigma de nuestras representaciones colectivas.

Debatir y convencer es algo que debe hacerse desde los medios. Este el campo de batalla, por lo tanto, y no el hemiciclo ni el palacio. Me apenan los que hoy candidatean creyendo que harán la diferencia. Es tarde. En estas circunstancias, gobernar o legislar es un engorro que no vale la pena. No se puede hacer las reformas desde el Gobierno o el Congreso. Los que defienden el capítulo económico de la C93 serán puestos a la defensiva, arrinconados en el Congreso de año y medio. Es una batalla perdida de antemano a menos que pasen a la ofensiva proponiendo la reforma del capitulo político y el equilibrio de poderes. Desgraciadamente, sin embargo, no existe la masa crítica necesaria para esa batalla. Los  nuevos congresistas carecen de la formación política que eso requiere y tendrán miedo de ir a ella a menos que el pueblo se los exija de manera perentoria.

Tampoco el Congreso del 2021 tendrá la mayoría necesaria. Nunca más en la historia del Perú existirá la oportunidad de una mayoría absoluta -como la del 2016- desperdiciada irresponsablemente en escaramuzas estúpidas y peligrosas –como la vacancia presidencial- en lugar de acometer las reformas sin miedos.

Hoy no vale la pena llegar al gobierno o al parlamento sin el poder para resolver los problemas. Y la llave de todos es el de la propiedad de la tierra, para resolver de manera justa y equitativa el conflicto entre las empresas que tienen el recurso del subsuelo y quienes tienen el control de la superficie. La igualdad de oportunidades es la palabra clave de esta era de la historia humana.

Para poder volver a gobernar, para reconstruir una verdadera Presidencia y un verdadero Congreso con un nuevo equilibrio de poderes entre ambos, hay que reconstruir los cimientos mismos del poder político en el Perú, dinamitados por la frivolidad y estupidez de su clase dirigente. Solo entonces la política, hoy vacia de  significado, volverá a tener sentido. Y podremos decidir nuestras diferencias en elecciones significativas. Mientras esa pieza no esté en su sitio, el gobierno sin poder es un ejercicio estéril.

Escapar de la trampa depende de que los peruanos puedan hacer suya la bandera política de la propiedad de la tierra. Es la que nos llevará al futuro dejando atrás a la reacción de izquierda y de derecha. La propiedad es el punto fijo en que todos podemos coincidir. Ocurrirá de todos modos, pero puede alcanzarse en el menor plazo dependiendo de que los medios también hagan suya esta bandera. Quienes creen que esos temas no tienen rating o no venden ejemplares no saben lo que dicen. Subestiman el poder de una narrativa que se enraiza en la experiencia de todos. Ante la ruina de gobiernos y congresos en todas partes, los medios de comunicación son hoy los depositarios provisionales del poder del pueblo en todo el mundo.

Para terminar esta columna donde empezó, si algún extraviado cree todavía que la solución es restablecer por cualquier medio el Congreso disuelto, tristemente solo queda decirle que es otro tonto útil del enemigo.


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domingo, 3 de noviembre de 2019

MEDIA COLUMNA domingo 3 noviembre 2019


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Ojo al 136


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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Disimulado entre paredes de texto sobre otros temas, en la Constitución Política del Perú duerme un dispositivo explosivo con mecanismo de relojería.

Puede volar pronto, dependiendo de que el sigilo logre hacernos llegar en amena polémica hasta las elecciones de enero sin que nadie advierta la presencia de esa lotería del desastre.

El dispositivo late oculto en el artículo 136 de la Carta. Dice: “Si las elecciones no se efectúan dentro del plazo señalado, el Congreso disuelto se reúne de pleno derecho, recobra sus facultades, y destituye al Consejo de Ministros”.

En este momento deja de latir el mecanismo, se produce un silencio ominoso que es la antesala del pánico, y el lector abandona la lectura de esta columna, ya completamente inútil.

Ahora todo es meditar sobre dónde ponerse a recaudo. Ya se avizora a la distancia y por adelantado cómo se desarrolla el hongo atómico.

Que el Congreso disuelto recobre sus facultades por la vía del vencimiento del plazo de cuatro meses que la Constitución establece para la elección –y que expira el 30 de enero- sería objeto de rechazo por el pueblo si fuera por la vía del intento deliberado de impedir las elecciones convocadas. No es el empleo del caos y la fuerza material el escenario en que la Constitución se pone al contemplar el mecanismo. 

Es forzoso advertirlo. Sería grave que semejante despropósito estuviera en el cálculo de alguien. Que todos sepan que, aunque el mecanismo de relojería no haya sido echado a andar, no se puede contar con que nada ocurra. Por el contrario, es obligatorio asumir, aunque solo sea como hipótesis de trabajo, que en las sombras se oculta la astucia –esto se expresa mejor en abstracto medieval- al acecho de la captura del poder.

Porque, en efecto, ¿quién sería el beneficiario e un caos como el de Santiago, Quito o La Paz? Ciertamente no el Congreso disuelto. Hay que ver a quién se le hace el juego. Una vez más, no me cansaré de repetir que las guerras se pierden por luchar contra el enemigo equivocado.

Lo mejor sería, desde luego, que nadie haya advertido la existencia del mecanismo de relojería disimulado en la entrelínea de la Constitución. Aun a riesgo de despertar ambiciones dormidas, sin embargo, es indispensable destapar esta olla antes de que la presión acumulada estalle.

No estamos para intrigas. Ya hemos tenido más que suficiente.


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sábado, 2 de noviembre de 2019

MEDIA COLUMNA viernes 1 noviembre 2019



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Crisis de la democracia
de baja gobernabilidad


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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Es extraordinario. Ante nuestros ojos se forma en la redes el pensamiento político de una generación de latinoamericanos jóvenes que en 30 años, cuando estén realmente a cargo, no habrán olvidado lo que pasó hoy. Entonces podrán escapar de la trampa de la democracia de baja gobernabilidad.

La generación actual pudo hacerlo. Pero aun falta la masa crítica necesaria para hacer la diferencia

El síntoma inconfundible de la democracia de baja gobernabilidad (DBG) es que el  país se desestabiliza fácilmente si el gobierno no tiene mayoría parlamentaria. La democracia debería asegurar la gobernabilidad especialmente cuando el gobierno no tiene mayoría parlamentaria.

La DBG ha mostrado ha mostrado su rostro este año crucial de 2019 en esta primavera árabe latinoamericana. No solo en el Perú, sino de manera brutalmente violenta en Quito y La Paz nuevamente, y ahora también en Santiago.

La falla estuvo dormida más de una década desde los golpes no tradicionales de masas en Quito, La Paz y Buenos Aires que determinaron la caída de siete presidentes constitucionales -tres ecuatorianos, tres bolivianos y uno argentino- ya fuera por vacancia o renuncia. Todavía están frescos en la memoria los nombres de Jamil Mahuad, de Lucio Gutierrez, del Goni Sánchez de Lozada, de Carlos Mesa, de Antonio de la Rúa. 

La prosperidad latinoamericana luego del colapso de la burbuja global once años atrás la hizo posible el alza del precio de las materias primas. De pronto he aquí que crecía el Perú a tasas de 9%. La prosperidad sumergió la falla de las DBG de toda la región. Pero luego llegó la “normalización” –el eufemismo del siglo-, el giro de política monetaria de la Fed de EEUU. El alza de las tasas de interés y el dólar fuerte recuperaron los mercados financieros globales, y el crecimiento de la economía real desapareció. No solo en Latinoamérica, sino globalmente. También en EEUU. Trump lo sabía y entró en conflicto con la Fed para obligarla a bajar la tasas de interés. Está logrando torcerle el brazo, pero demasiado poco, demasiado tarde.

El malestar actualha puesto en evidencia la falla dormida de las democracias latinoamericanas. Hoy lo que vemos es el fin del silencio sísmico.

La DBA ha puesto al borde del golpe de Estado -o de lleno en él- al Perú, a Ecuador, a Bolivia. Y lo están intentando en Chile. El objetivo es la renuncia de Piñera y la recaída de la mejor democracia de la región en el autoritarismo o cuando menos en la democracia de baja gobernabilidad. Pero Piñera no renunciará y no será vacado. El presidente de Chile debe ser consciente de que su destino compromete hoy a la región entera.  

La violencia también en Ecuador y en Bolivia, y el resultado -solo aparentemente incomprensible- de las elecciones argentinas muestran que el ciclo de la DBG aun no ha sido quebrado en la región. Chile es el bastión.

Chile, como Uruguay, tiene un democracia con equilibrio de poderes, cuya ausencia es lo que define a la DBG en todas partes. Pero no han conseguido sacar a Piñera ni a Moreno en Ecuador. En Bolivia, en cambio, el autogolpe de Evo ha prevalecido y ha recaido en el autoritarismo, como Venezuela hace tantos años. Pero el ciclo de la DBG incuba nuevas recaídas en la Argentina, en Colombia y en el Brasil, donde el golpe de masas puede aparecer.

Salir de la trampa de la DBG requiere un nuevo paradigma y una nueva conciencia de escala latinoamericana. Esta última ya está presente en la nueva generación. Se está formando en las redes en este mismo momento, con comunicación directa entre los jóvenes de todo el continente intercambiando información por primera vez sobre lo que ocurre hora a hora, minuto a minuto. Perpleja aun, esa comunicación necesita todavía desembocar en la conciencia de cuál es exactamente la falla en la DBG.

La reforma de las instituciones políticas no ha comenzado aun en el Perú. Lo que se ha hecho son cambios solo cosméticos al sistema electoral cuando la falla de la DBG está en el sistema de gobierno. Pero el Perú podría ser el modelo de la transición si alcanza la masa critica necesaria para escapar de la trampa de la DBG en el año y medio de que dispone el Congreso que se avecina. Esta será una batalla homérica. No se trata de quedarse a la defensiva del modelo económico. Hay que pasar a la ofensiva, a la reforma del sistema de gobierno para rediseñar el equilibrio de poderes. Así acabaremos con la vulnerabilidad de nuestras democracias de baja gobernabilidad.

Así podremos blindarnos también de los efectos del colapso de las burbujas globales que aun vendrán hasta que cambie la política monetaria global. Las burbujas acabarán cuando se dote a los papeles de los mercados financieros globales de bienes reales. Y eso depende de que, con democracias de verdad, podamos nosotros dotar de papeles a nuestras economias emergentes.
                                                                                                         
El nuevo paradigma está naciendo. Será una herramienta de pensamiento. Se fundará en la duda sistemática de las motivaciones  políticas y en la sospecha radical de los políticos en todas partes. Y dará nacimiento a una democracia de verdad, con representatividad y gobernabilidad, basada en un equilibrio de poderes que será rediseñado. Despues de 200 años, nuestras repúblicas necesitan reingeniería, una reinvención. Ya es hora.



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miércoles, 30 de octubre de 2019

MEDIA COLUMNA miércoles 30 octubre 2019



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Quitarle el poder a la Fed


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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¿Quieren echarle la culpa a alguien de lo ocurrido en Quito, en Santiago, en Argentina? Piensen en la Fed.

América Latina está creciendo 1% este año, porque la economía global entera se ha desacelerado. A toda costa quieren culpar de esto a Donald Trump y la guerra comercial de EE.UU. con China. Pero la culpa es de la Fed.

La Fed subió cuatro veces la tasas de interés el año pasado, a pesar de la justificada indignación de la Casa Blanca. La prueba de que sabe perfectamente de su fracaso monumental es que ya van dos rebajas este año y la Fed ya prepara la tercera.

Es inútil ya. El daño está hecho. El alza de las tasas de interés encareció el dinero y anuló el efecto de la rebaja de impuestos que hizo el gobierno de  Trump. EE.UU. creció 3% el año pasado, este año no crecerá sino 2%, un tercio menos.

Y la Fed agravó también la guerra comercial. Las cuatro alzas de las tasas en 2018 encarecieron el dólar en todo el mundo. Abarataron las importaciones de EE.UU. desde China. La Fed anuló también, entonces, el efecto de los aranceles de Trump obligando a poner más aranceles peligrosamente para contrapesar el efecto del alza de las tasas.

Eso se llama obstruccionismo. La política económica de la administración ha sido saboteada por la Fed. Con razón Trump está indignado aunque lo diga solo a medias. Nadie le ha hecho tanto daño a EE.UU., al crecimiento de la economía global e indirectamente a América Latina como la Fed estadounidense.

He allí la causa material del problema argentino, ecuatoriano y chileno. Porque el alza de tasas de la Fed interrumpió brutalmente la recuperación que venían ejecutando Macri en la Argentina y Lenin Moreno en Ecuador con extrema dificultad. Y su acto detuvo en seco el crecimiento de Chile frustrando expectativas de sus clases medias -lo que importa no es cuán rica sea la clase media, sino cuál es la percepción frente a las deudas que ya no se pueden pagar-. La Fed le regaló así al eje La Habana- Caracas-Foro de Sao Paulo la ocasión para la causa eficiente, la chispa que incendiara la pradera de Sudamérica.

Y la Fed ni siquiera tenía un pretexto para subir las tasas de interés. No había inflación. Pudo mirar las cosas con más perspectiva. La propia Janet Yellen se lo dijo. La pregunta entonces es por qué la Fed hizo esto. Y la respuesta es que prevaleció el interés privado de los bancos privados de los estados federales que tienen la mayoría en su directorio. Fue su codicia y su vehemencia en fortalecer el dólar para relanzar la economía virtual del mercado financiero sin esperar la recuperación de la economía real, que Trump venía reorganizando.

Es cierto, desde luego, que América Latina no había hecho las reformas económicas e institucionales que debió, y que, por lo tanto, era vulnerable al vendaval artificial e innecesariamente desatado por la Fed, que una vez más nos agarró desprevenidos. Tan desprevenidos como el propio Trump, sin embargo. Hoy Latinoamérica crece 1%, Estados Unidos 2%. Chile y el Perú 2.5%, los mismos que crecían 6% o 9% hace pocos años. ¿Todavía se pregun el lector sobre lo que pasa en Chile, en Ecuador, en Argentina?

Hace algunos años ya, la revista británica The Economist publicó un informe que planteaba ditectamente la necesidad de reformar la Fed para eliminar el control privado del primer banco central global. Esto, que los latinoamericanos hicimos hace décadas, no ocure aun en EE.UU. Es posible que Trump tenga claro hoy que son los intereses privados sobrerepresentados en la Fed lo que ha causado este despropósito de escala global que hoy complica incluso su reelección. Es posible, entonces, que de ser reelegido esté preparado para dar paso a la reforma de la Fed. Pero tendrá que quitarle el poder primero.



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lunes, 28 de octubre de 2019

MEDIA COLUMNA domingo 27 octubre 2019




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MEDIA COLUMNA
Alcanzar el gobierno 
y no llegar al poder


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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Hoy en la Argentina gana Macri, ha dicho el famoso periodista argentino Gabriel Lanata. “Gana Macri. Esto se da vuelta. Guarden este tuit”, dice. Tiene razón a medias. Pero no es Macri el que gana, sino el peronismo el que hoy perderá. Si se ve forzado a ir a la segunda vuelta, incluso si gana el gobierno, pierde el poder.

Esto se debe a los hechos de Chile y su efecto devastador en la vasta clase media argentina.

La gigantesca manifestación pacífica de más de un millón de chilenos en las calles de  Santiago el viernes contiene un mensaje. No hubo violencia de ningún tipo. Esto no se debió a que no hubiera quién intentara generarla, sino a que los focos fueron sofocados de inmediato por una mayoría de los presentes expresando directa y explícitamente que el pueblo chileno no se va a dejar expropiar la legitimidad de sus reclamos por una turba violentista al servicio de un proyecto político ajeno.

Hoy pasará lo mismo en la Argentina.

Nadie debe engañarse respecto de la verdadera motivación de los chilenos. La no violencia de la marcha no miente. La ciudadanía ha salido a dar un mensaje en dos direcciones al mismo tiempo: al radicalismo, que la violencia no pasará. Al gobierno, que las cosas tienen que cambiar. Al día siguiente de los hechos, grupos de jóvenes salieron espontáneamente a limpiar la ciudad. Son lecciones de civismo del pueblo chileno.

¿En qué sentido deben cambiar? Pues, en el mismo en que cambió la sociedad inglesa y alas sociedades europeas en general luego de la Primera Guerra Mundial: en dirección hacia la igualdad de oportunidades.

En Bolivia, de otras parte, si Evo impone por la fuerza el fraude, habrá perdido igualmente. Si se aferra al gobierno, pierde el poder. Su cuarta reelección nace sin legimidad de origen y la legitimidad de eficacia, que en el tiempo reemplaza a la primera, no le bastará. Su asociación con el Foro de Sao Paulo, Caracas, La Habana y Moscú le pasará la cuenta.  

Las elecciones de enero en el Perú son el siguiente episodio de esta historia.

La batalla final por el continente sudamericano no ha hecho sino comenzar. Y, como hace 200 años, se librará en el sur del Perú, el norte de Chile y Bolivia, por el control de los recursos naturales del siglo XXI: el cobre, el litio y el agua. Una victoria electoral de Evo tendrá un efecto de demostración en el voto del Sur del Perú. No solo en Puno por el “efecto aymara”, sino en Arequipa, Moquegua y Tacna, por la masiva migración puneña. Pero son malas noticias solo si el Perú no tiene una propuesta para resolver dentro de un nuevo paradigma el conflicto entre los que tienen los recursos del subsuelo y los que controlan la tierra sobre ellos. Afortunadamente, ese paradigma ya existe y será el centro del debate del Congreso de año y medio. 

Por el momento, sin embargo, el “huracán” bolivariano desde Venezuela no llegó al sur del continente. No logró derrocar a Piñera, ni a Moreno. No logró siquiera consolidar realmente a Evo en Bolivia y no conseguirá echar mano de la Argentina. Aunque el peronismo ganara hoy el gobierno, no llegará al poder.


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sábado, 26 de octubre de 2019

MEDIA COLUMNA viernes 25 octubre 2019



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MEDIA COLUMNA
No han conseguido
capturar el poder


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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El eje La Habana-Caracas-Foro de Sao Paulo no ha podido derrocar a Lenin Moreno en Quito ni a Sebastián Piñera en Santiago, y ha entrado en modo de desgaste ahora exigiendo la renuncia de Piñera, que es la confesión abierta de su verdadero propósito. Los chilenos, sin embargo, ya están alertados. Es demasiado tarde para la captura del poder.  

El fiasco se debe a que, afortunadamente, los miembros del eje han roto la primera regla del manual del golpe de masas: asegurar que las Fuerzas Armadas no responderán el teléfono al gobierno cuando este las llame a poner orden. El manual del golpe indica que, para tener éxito, hay que redireccionar primero los servicios de inteligencia hacia las Fuerzas Armadas y mantenerlas bajo perpetuo estado de vigilancia electrónica, incertidumbre y desasosiego, de manera que la menor señal de conspiración sea reprimida de inmediato y los conspirados apresados. Claramente, ese no ha sido el caso en Quito ni en Santiago, donde las Fuerzas Armadas permanecieron disciplinadamente apegadas a la Constitución. Años atrás en Quito, cuando el golpe contra Jamil Mahuad, la gente tomó el Congreso y procedieron a cocinar en el piso del hemiciclo. Fue posible porque la Fuerzas Armadas pretextando neutralidad no lo impidieron. Esta vez las masas volvieron a intentar tomar el Congreso en Quito, pero no lo consiguieron porque las Fuerzas Armadas lo impidieron.     

En Bolivia, Evo Morales denuncia con descaro un golpe e su contra mientras el fraude electoral es denunciado por Washington y el secretario general de la OEA. Se mantiene en el poder, no obstante, porque las Fuerzas Armadas obedecen la ley y al gobierno de Bolivia sea el que fuere. El capítulo siguiente, en dos días, este domingo, son las elecciones argentinas, que según las encuestas debe ganar el peronismo, aliado del Eje. E, igual que en Bolivia, las Fuerzas Armadas se limitarán a asegurar el orden en las calles sin necesidad de dirimir por la acción o la omisión. El último capítulo ya ocurre en Brasil, donde Bolsonaro acaba de aprobar la reforma de las pensiones que ahorra 200 mil millones de dólares para cerrar la brecha fiscal. Esto, con el sacrificio de que la jubilación en adelante será a los 65 años. El pueblo brasileño con acceso a una pensión de retiro debe ester rumiando su descontento. Previsoramente, Bolsonaro ha ordenado a las Fuerzas Armadas la alerta máxima para salir al paso a la menor señal de desórdenes.

¿Cuál es el hilo conductor de todos estos escenarios? Aunque los golpes de Estado son ahora no tradicionales, de masas y no militares, las Fuerzas Armadas continúan siendo el dirimente cuando fallan las instituciones de la democracia de baja gobernabilidad.

Pero el sustrato es el estatismo. La caviarada genera su propio electorado en el empleo estatal, una vasta hueste de votos cuando llega el momento de una elección. En el Perú son dos millones que con sus familiares pueden llegar a cinco millones de votos, suficientes para inclinar una elección. Lo mismo ocurre en Brasil, en la Argentina, en Chile, en Colombia, Ecuador, incluso en Bolivia.

La caviarada es un fenómeno político sin raíces en la economía real, sino en el empleo estatal. Los radicales, al menos tienen un electorado en el pueblo comunero y minero con raíces en la tierra y en las  minas. Esto los obliga a no distanciarase mucho de los intereses reales de su electorado. El electorado de la caviarada, en cambio, no tiene interés real en la economía y su cúpula medra del monopolio del Estado sobre los recursos naturales, ya se trate de la renta minera del gobierno nacional o del canon regional y local, en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Colombia, Argentina o Brasil. De allí la resiliencia del estatismo. Es lo que lo hace peligroso. 

Para ganar una guerra lo primero es identificar correctamente al enemigo y lo que busca. Claramente, el objetivo del Foro de Sao Paulo ha sido derrocar a Piñera en Chile y a Moreno en Ecuador. No lo ha conseguido. Y ha puesto a toda la región en guardia. Es la primera vez que el pueblo latinoamericano en Santiago, Buenos Aires, Sao Paulo, Río, Quito, Bogotá y Lima ha sido notificado de que se le ha declarado la guerra para capturar el poder.


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