sábado, 4 de julio de 2020

MEDIA COLUMNA viernes 26 junio 2020


MEDIA COLUMNA viernes 26 junio 2020

Donde usted se entera no de todo lo que ocurre, sino de lo que necesita saber.


MEDIA COLUMNA
¿Dónde está el refugio?


Jorge Morelli
@jorgemorelli1


El banco Goldman Sachs ha pronosticado que en doce meses –es decir, en junio de 2021- la onza de oro en el mercado de Nueva York costará dos mil dólares.

Eso es perfectamente verosímil. Ayer la onza de oro ya se vendía en 1,780 dólares en el mercado global. Hace solo un año estaba en 1,400 dólares.

Aunque el oro ha llegado a pasar los 1,800 dólares antes, la barrera psicológica de los dos mil está intocada hasta hoy. Es una señal emblemática, una alarma esperando activarse.

Esa misma onza de oro valía 35 dólares hasta 1971 a la tasa fija de Bretton Woods de 1944. Significa que el dólar vale hoy 50 veces menos que hace 50 años.

Aunque que según Moody´s el sol peruano es la moneda que menos se ha devaluado en la región, el dólar estaba ayer en 3.54 soles en el mercado de las casas de cambio de Lima. A principios de año estaba en 3.30 soles. Cada día el sol pierde valor frente al dólar. Como el dólar frente al oro.

Es por eso que el oro es el punto de referencia general hoy y el refugio del valor económico. Cada vez que los mercados globales se asustan, como una bandada de pájaros se deshacen de acciones, bonos y monedas y vuelan al refugio del oro.

Ayer, la Reserva Federal, el banco central de EE.UU., preocupada por la solidez de los principales bancos, incluso el Bank of America y JP Morgan, les ha prohibido recomprar sus propias acciones en el mercado para “preservar capital”. Es decir para no debilitar más su ya frágil posición como refugio del valor.

¿Qué va a pasar cuando la onza de oro llegue el próximo año a valer dos mil doláres y suene la alarma global?

Desgraciadamente, es casi seguro ya que el Perú, según el pronóstico del Fondo Monetario ayer, perderá este año por la pandemia cerca del 14 por ciento del tamaño de su economía. Pero el Fondo prevé también que el próximo año recuperará un crecimiento de 6.5 por ciento. Ya los indicadores señalan que la economía de China, que es la locomotora a la que estamos enganchados por la venta de minerales, crecerá uno por ciento este año y ocho por ciento el 2021. Nosotros vamos a salir de este hoyo jalados por esa locomotora, porque el Perú produce oro, y cobre y litio y tierras raras indispensables para los autos eléctricos y la red 5G de telecomunicaciones globales del siglo XXI.

Pero la reconstrucción de la economía global y la nuestra van a necesitar cimientos firmes. Uno que las monedas actuales no pueden proveer sin reformas que les permitan ser refugio seguro del valor. Y eso significa atarlas ya sea al oro o a algo que haga sus veces.    


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miércoles, 24 de junio de 2020

MEDIA COLUMNA miércoles 24 junio 2020



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Cosecha lo
que sembraste


Jorge Morelli
@jorgemorelli1


Pasa casi inadvertida en la lista de las obras que ejecutará el Reino Unido para la reconstrucción “con cambios” la más importante de todas ellas. Se trata de las obras para el manejo de 17 ríos y cinco quebradas de la Costa del Perú.

Siete de esos ríos, los más grandes -los de Tumbes, Piura, La Leche, Virú, Motupe, Huarmey y el propio Rímac en Lima-, para marzo del 2021 tendrán un avance del 30% en defensas ribereñas.

Esas obras permitirán el drenaje de siete ciudades de la Costa y evitarán -para siempre esta vez- las inundaciones que hemos visto tanto que ya los casos se confunden en la memoria.

Lo más importante, sin embargo, no es eso. Es que esas obras involucran la reforestación de las partes altas de las siete cuencas y el represamiento del agua, que debe tener, según el contrato con el Reino Unido, un avance de 66% para marzo de 2022. El compromiso de cumplimiento del plazo es la piedra de toque del éxito de los contratos.

Por esto, el empleo del exitoso modelo de los Panamericanos en la reconstrucción del norte era una cuestión de sentido común. Y es una garantía entonces que sea el Reino Unido el que haya ganado los concursos para la realización de ambas obras.

Para conseguirlo, sin embargo, no hemos licitado las obras. Hemos tenido que licitar las licitaciones mismas, para eliminar en este caso el factor destructivo de la corrupción que nos carcome en medio de la pandemia misma. Esta es la mayor humillación y la mejor lección que la República del Perú recibe en su bicentenario.

El propio primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, nos ha recordado cuán antigua es esa vinculación. Data de la construcción del Ferrocarril Central, una obra portentosa de ingeniería del siglo XIX que hasta hoy, con sus inmensos puentes aun firmes en pie, sigue siendo la arteria principal de la economía del centro del Perú, por donde llegan a los puertos los minerales que exportamos y que sostienen la parte mayor del presupuesto del Estado en pleno siglo XXI.

Los más importante entonces es el manejo del agua de las lluvias en las cuencas altas. Esta tiene que penetrar en el suelo. Para eso son los bosques que la reforestación debe devolvernso. Es eso lo que permitirá que los ríos que bajan de los Andes no se desborden en verano y, con el tiempo, que tampoco se sequen en el invierno. 

Es de esperar que esta lección de hoy nos sirva para asumir de una vez por todas la prioridad absoluta que tiene para el Perú del siglo XXI la disponibilidad de agua y la urgencia de innovar para ello la tecnología preincaica que los comuneros de los Andes llaman hasta hoy “siembra y cosecha de agua”, para poner dentro de la Cordillera de los Andes diez mil millones de metros cúbicos de agua en cinco años. Es un volumen  equivalente al del lago Titicaca o cuatro veces la suma de todos los reservorios del Perú de hoy.

Durante siglos descuidamos los bosques andinos, los talamos para vender la leña, olvidamos la manera de controlar los huaicos, que por décadas han devastado luego pueblos y tierras. Hoy, por donde uno vaya en el Perú el primer reclamo de cada pueblo y cada ciudad es por agua.

Franklin Roosevelt dijo una vez que un pueblo que abandona su tierra prepara su propia extinción. Eso hicimos. Hoy, un supremo acto de lucidez y de humildad de parte de los peruanos es lo que exige aceptar que la regulación hídrica que nuestros antepasados dominaron hace muchos siglos debamos reaprenderla ahora junto con los ingenieros ingleses. 

Uno cosecha lo que siembra.      


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viernes, 19 de junio de 2020

MEDIA COLUMNA viernes 19 junio 2020



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Shan Gri La


Jorge Morelli
@jorgemorelli1


Aparte de la maravillosa música de Burt Bacharach, nada tiene de especial el musical de los 70 montado en un gigantesco escenario hollywoodense sobre la estrafalaria idea de un misterioso paraíso oculto en medio de los nevados del Himalaya, que lleva ese nombre: Shan Gri La.

Nada, salvo que es la misma idea-fuerza tras las cruzadas del ambientalismo de hoy.

Es comprensible la fascinación de nuestro ruidoso mundo moderno con un imaginario mundo perdido fuera del tiempo que aun podría existir –ya que no en las últimas sociedades primitivas no contactadas que Claude Levi-Strauss vaticinó que no llegarían al siglo XXI- al menos en la versión mística de Macchu Pichu en los Andes, o en la enigmática reserva de Paracas, o en algún prístino paraje amazónico intocado con el misterioso nombre de la Sierra del Divisor. 

La noción de que tales paraísos son un “sistema” es una puesta en valor. Ese lenguaje no es una vejación de la epifanía. La yuxtaposición es resultona.

Todo “sistema” lucha por seguirlo siendo. Dice Borges, citando a Spinoza, que “la piedra quiere seguir siendo piedra y el tigre un tigre”. A esto le llaman homeostasis, el impulso natural a la autoregulación que mantiene en un equilibrio constante a un organismo vivo. Toda trayectoria vital, sin embargo, por definición está amenazada siempre.

Como fenómeno natural, un “sistema” está sometido a leyes naturales, a la segunda ley de la termodinámica especialmente, que consiste en la pérdida gradual de su energía y en su progresiva desembocadura en la entropía que indefectiblemente lo llevará a su desorganización, al caos y a la parálisis final.

Impedir ese proceso natural es la cruzada imposible a la que se aboca el ambientalismo. Retrasarlo en lo posible al menos es la lucha a la que se sienten llamados jóvenes conservacionistas en Paracas, en Machu Picchu, en la Sierra del Divisor.

Todo sistema está en proceso de cambio. Este puede ser observado, comprendido y eventualmente intervenido con éxito. Pero eso es algo muy distinto de un Shan Gri La, un paraíso místico fuera del tiempo, un lugar donde cada forma de vida animal o planta es sagrada. Es una forma de panteísmo creer que la presencia divina se manifiesta en todas y cada una de las cosas naturales.   

Esos dos planos se confunden fácilmente, sin embargo, y más fácilmente aun en las mentes jóvenes que idealizan platónicamente procesos naturales a los que ya el propio Aristóteles despojó de toda mística superflua.

Requiere un acto de humildad aceptar la realidad tal como es, y no como debería ser según nuestra vanidosa imaginación. No hay que olvidar nunca y jamás perder de vista que, si un sistema “quiere” preservarse, su continuidad depende de su proceso de cambio.

Hace siglo y medio que Charles Darwin escribió que la dura realidad es que en la naturaleza es la especie más apta la que sobrevive. En eso consiste la evolución.  

           
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jueves, 18 de junio de 2020

MEDIA COLUMNA miércoles 17 junio 2020




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Sol de oro


Jorge Morelli
@jorgemorelli1


La decisión política correcta para echar a andar de nuevo la economía del Perú y la única salida posible de este pantano para todas las economías emergentes del planeta es una nueva acumulación originaria de capital.

Aumentar la deuda pública como se está haciendo globalmente no es una solución, sino solo control de daños. El endeudamiento ha llegado mundialmente a su límite ya. Lo que hace falta es crear activos nuevos masivamente.

El modo de hacerlo es desbloquear los 150 millones de millones de dólares de recursos naturales trabados bajo la tierra en todo el mundo a causa de la imposibilidad de establecer el valor justo y equitativo de la tierra que se halla encima de ellos.

¿Cómo saber cuál es ese valor? No pueden decirlo las empresas que tienen la concesión de los recursos debajo. Tampoco quienes controlan esas tierras. Menos aun los Estados. Solo el mercado puede decidir cuánto valen esas tierras alrededor del planeta. Pero no los mercados locales, donde la tierra no vale nada, sino el mercado global en las bolsas de Nueva York, Toronto, Londres, Shanghai y demás. 

Para esto hay que dotar a esas tierras de papeles que se puedan comprar y vender en esos mercados. Al dar papeles a esos bienes que los necesitan se dota al mismo tiempo de bienes a los papeles que se transan en esos mercados que los necesitan desesperadamente. Solo así escaparemos de la trampa de las megaburbujas globales que colapsan una tras otra desde hace décadas.

Esta es la propuesta que viene haciendo Hernando de Soto al Perú y al mundo. Es hora de escucharlo.  

Ahora bien, una nueva acumulación de capital necesita de un refugio para el valor. Es lo que hizo Keynes en 1944 al fijar el dólar al oro: crear un refugio para el valor. Pero ese dólar vale hoy 50 veces menos desde que en 1971 se quebró el arreglo que Keynes dejó hecho.

La economía global necesita una moneda que permita la acumulación de capital. No puede surgir atada a una moneda global que pierde constantemente valor. Hasta que eso ocurra, el Perú, uno de los grandes productores de metales del mundo que tuvo un día un Sol de oro, debería acumular reservas en oro en respaldo de su moneda.  

Es una decisión política audaz, que necesita comenzar por una medida audaz: decretar la libre comercialización de oro en todo el territorio nacional. Hace 30 años, luego de décadas de control cambiario en el Perú, la libre comercialización del dólar en el territorio nacional fue el cimiento estable sobre el que contruimos una nueva economía. Hoy, en el bicentenario de la República, estamos ante un nuevo momento fundacional. 

       
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lunes, 15 de junio de 2020

MEDIA COLUMNA domingo 14 junio 2020



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Ajedrez en
tres tableros


Jorge Morelli
@jorgemorelli1


Lo que viene no es una guerra entre EEUU y China, ni fría ni caliente. Es una partida de ajedrez tridimensional con reglas no bien escritas en tres tableros superpuestos conectados entre sí.

Esos tableros son, primero, el de la ocupación física planetaria y la construcción de la infraestructura global para el siglo XXI, la competencia entre la Ruta de la Seda china y las dos grandes iniciativas norteamericanas para el mismo fin: la que involucra a las Américas y la alianza para la Red de Puntos Azules en Asia.

El segundo tablero es el de la pugna por el liderazgo tecnológico en todos los campos, pero ante todo y especialmente en el de la red 5G de telecomunicaciones globales.

El tercero deriva inevitablemente de la guerra comercial: es el de la competencia monetaria. China va a emplear su moneda -el yuan digital en el futuro- para competir con el dólar en el mercado monetario global, tal como hizo el dólar con la libra esterlina hace exactamente cien años. Reemplazar al dólar como moneda de cambio es solo el principio. Luego desafiará la hegemonía del dólar como reserva de valor global. Y la clave será el anuncio de que el yuan digital tiene respaldo en oro.

El dólar abandonó el respaldo en oro hace 50 años, cuando Nixon –con el consejo de Milton Friedman- rompió en 1971 el vínculo del dólar con el oro, vigente desde que Keynes lo impuso en 1944 en la conferencia de Bretton Woods al final de la Segunda Guerra. Keynes sabía muy bien la importancia que el respaldo del oro tendría para el dólar en un mundo en que los gobiernos asumirían en adelante políticas económicas contracíclicas expansivas y gastarían masivamente para conseguir crecimiento. Era el contrapeso, el ancla.

Desde 1971, la flotación libre del dólar en el mercado permitió tomar prestado del futuro como nunca antes, traer al presente un valor que existiría solo en el futuro. La masiva liquidez dio paso a las megaburbujas que -como su antepasado, la de los tulipanes de Holanda- vienen colapsando una tras otra. Es una trampa de la que no hay otra escapatoria que una liquidez y un endeudamiento mayores aún, que a su vez generarán una nueva megaburbuja. La deuda mundial está fuera de control. El FMI lo advierte todos los meses. Nadie sabe qué hacer para salir de la trampa.

Pero volvamos atrás, a las raíces. Si Keynes estuviera aquí, probablemente recordaría que le pidió al presidente  Harry Truman en 1944 comprometer su palabra de que EEUU jamás rompería el vínculo del dólar con el oro. Desde que ese palabra fue quebrada en 1971 la onza de 35 dólares de entonces vale hoy 1,750 dólares. Es decir, el dólar vale 50 veces menos.

EEUU no pudo mantener su palabra, pero todo tiene una explicación. La razón es el gasto descomunal de la guerra de Vietnam, que cargó solo, sumado al de la defensa de Europa y de Asia desde 1945 en adelante, que también cargó casi solo durante 45 años de Guerra Fría. EEUU venció al desplomarse la Unión Soviética. Pero fue acaso una victoria pírrica. Pagó un precio demasiado alto. Y hoy China, luego de acumular oro silenciosamente por años en bóvedas estatales y manos privadas, sale a desafiarlo globalmente de igual a igual y en los tres tableros a la vez. 

Con la pandemia, Europa va a decrecer -9% y Estados Unidos -6%, pero China va a crecer 1%.  Salir de la depresión global requiere una hoja de ruta. Y en esa ruta se necesita un refugio para el valor, como el que creó Keynes en 1944: una estrella inmóvil que guíe a las naves de la economía global. Ese refugio es el patrón oro o algo que haga sus veces. Si EEUU no lidera en esto, China lo hará. 

Y la partida de ajedrez tridimensional habrá terminado prematuramente. 

       
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miércoles, 10 de junio de 2020

MEDIA COLUMNA miércoles 10 junio 2020



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Casandras
de mal humor


Jorge Morelli
@jorgemorelli1


El Banco Mundial dice que la economía global caerá más de 5 por ciento este año, “el mayor desplome desde el fin de la Segunda Guerra Mundial”.

Y anuncia también que la caída del Perú será de 12 por ciento.

No es una novedad para los peruanos. Hemos pasado por esto antes, salimos de ello y acá estamos todavía.

En el verano de 1983, el Niño causó una caída similar a esta, de 12%. La economía peruana era más pequeña entonces, pero eso es una ventaja hoy y no lo contrario. Recuperamos la mitad de la caída el año siguiente entonces, y el subsiguiente estábamos de regreso.

Así ocurrirá nuevamente ahora. Hasta el Banco Mundial lo sabe. Habla de una recuperación de 7% en el 2021. Apostaría a que será mayor que eso.

La razón es de sentido común. En 1983 –como en los Niños posteriores- hubo destrucción física del aparato productivo en el Norte (incluso la reconstrucción “con cambios” del último Niño sigue pendiente en parte).  

Hoy no está destruido el aparato productivo. Las tierras no están inundadas, las fábricas no están arrasadas, las minas ni siquiera se detuvieron. Todo está simplemente parado, como congelado en el tiempo. Lo que ocurre hoy es que el aparato productivo peruano está desarmado, no destruido. Rearmarlo tomará por definición menos tiempo y recursos que reconstruirlo.

La demanda vendrá de Asia, que se está recuperando rápido. La economía de China no solo no caerá esta año, sino crecerá. El Banco Mundial lo sabe. Crecerá uno por ciento.

La Sierra del Perú -desde Puno hasta Cajamarca- afortunadamente ha permanecido ajena a la pandemia y está lista –lo ha estado siempre- para que el Perú comience esta vez desde allá la reactivación de su economía.

Lo que hace falta es un programa de empleo masivo como el que puso en marcha Franklin Roosevelt en EEUU en la década del 30, que sacó a ese país de la depresión e inspiró a Keynes las recetas económicas que hasta hoy, con poca justicia, llevan solo su nombre. (Dicho sea de paso, cuando Roosevelt conoció a Keynes comentó luego con ironía que el inglés le había parecido “un profesor de Economía”, aludiendo a que no era precisamente un hombre de acción).  

Un programa masivo de empleo para sembrar agua dentro de la Cordillera de los Andes cambiaría la economía del Perú para todo el siglo XXI. Pero esto no lo sabe el Banco Mundial, que no conoce tan bien al Perú. Y tampoco tienen cómo saberlo los peruanos que no lo han vivido. Tendrían la obligación de conocerlo los economistas –los peruanos al menos- si tuvieran interés por la historia económica de su país. Pero la historia en general brilla por su ausencia en la enorme mayoría de ellos. 

Para los peruanos que no hemos nacido ayer, en cambio, resulta ridículo el espectáculo de estas Casandras de mal humor compitiendo sobre cuál de ellas pinta un cuadro más histérico. No les haré el favor siquiera de explicar quién es Casandra. Que lo busquen en Wikipedia. No sirve de nada tomarlos en serio. En general, haríamos bien en no prestar atención nunca más a los tontos. No tenemos tiempo para niñerías.

  
      
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viernes, 5 de junio de 2020

MEDIA COLUMNA viernes 5 junio 2020


 

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Vaso medio vacío


Jorge Morelli
@jorgemorelli1


Las informaciones sobre el número de fatalidades y casos nuevos de contagio en el Péru son confusas. Poniéndonos deliberadamente en el caso más extremo, sin embargo, las opiniones apuntan a que el número de peruanos fallecidos por coronavirus no sería de algo menos de 5 mil, como dicen las cifras oficiales, sino tres veces o más. Luis Benavente y Ricardo Lago han planteado que podría tratarse de unos 16 o 17 mil casos fatales.

En el contexto global, un cable de la agencia EFE fechado en Londres informa que el Reino Unido ha comunicado oficialmente la existencia de casi 40 mil fallecidos en hospitales, residencias y domicilios desde el inicio de la pandemia. El caso de Italia, de España y de Francia es similar. El Reino Unido tiene unos 66 millones de habitantes, más del doble que el Perú, que tiene unos 32 millones. Francia, España e Italia tienen poblaciones similares y sus cifras de letalidad son también similares.  

Volviendo a casa, aun si, desgraciadamente, tuviéramos en efecto 17 mil casos de peruanos fallecidos por la pandemia –que es por mucho el peor de los casos extremos-, esa cifra aun sería porporcionalmente menor que la del Reino Unido, un país desarrollado con unos de los mejores servicios de salud del mundo.

Desde luego, mal de muchos es es consuelo solo para tontos. Hay diferencias en las políticas públicas con que nosotros hemos enfrentado la situación y las que ellos han implementado. Y, sin embargo, en el peor caso nuestro, el resultado es básicamente similar. Esto obliga a pensar que, siendo la pandemia un fenómeno natural sometido a leyes naturales, es un proceso que se consume solo en el tiempo. Dura entre 70 y 90 días. Así ocurrió en Asia y en Europa, donde ya terminó. T¿Italaia ya abre sus museos y vuelve el turismo al Viejo Mundo. ¿Por qué aquí habría de ser diferente?
 
Se afirma ya que los nuevos casos de coronavirus están siendo más leves y la letalidad es más baja. Lima tiene hoy el 68% de los casos oficiales. Un mes atrás tenía el 72%. De manera que otros focos en el interior del país han venido creciendo más rápidamente. Estos ya no están en la Selva, sino en la Costa norte. No obstante, incluso en Lambayeque y Piura, el foco más agudo hoy, la letalidad disminuye. Era cercana al 9% y hoy es de menos de 7%. En Lima, nuca pasó de 2%.

Es necesario tener una nueva mirada y un análisis serio y desapasionado de todo esto. Mientras no exista, la conclusión que cada uno saque es prematura cuando menos. Y tiende a reflejar otras cosas.

Nunca falta quien quiere ver a toda costa el vaso medio vacío o medio lleno cuando es el mismo vaso. Pero solo un tonto ignora que la verdad que hay en roer las raíces más amargas del árbol no es ni más ni menos cierta que la de los frutos en sus ramas.   

      
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