miércoles, 18 de abril de 2018

ESTA NOCHE miércoles 18 abril 2018



ESTA NOCHE, donde usted se entera no de todo lo que ocurre, sino de lo que necesita saber.


El rábano por las hojas

Jorge Morelli
@jorgemorelli1 
jorgemorelli.blogspot.com

El presidente Vizcarra anunció el fin de la crisis política. No explicó a qué se refería. Quizás sospecha que para vencer a la corrupción primero tiene que mejorar la gobernabilidad. 

La lógica que subyace a la estrategia de la lucha contra la corrupción es que no puede haber gobernabilidad -ni desarrollo- si primero la corrupción no es puesta a raya bajo control.

Ese parece el consenso de la reunión en Palacio de la Comisión de Alto Nivel de la Lucha contra la Corrupción y con los 25 gobiernos regionales, devastados no hace mucho por la corrupción.

Ese fue el tema también de la Cumbre de las Américas: la relación entre gobernabilidad y corrupción.

El peligro es pasar por alto el orden correcto de los factores. ¿Cuál es la carreta y cuál el caballo?

La estrategia asume que la gobernabilidad es el subproducto de la victoria en esa guerra. Se enfatiza entonces un listado de decenas de iniciativas para poner a la corrupción bajo el control del Estado y la sociedad civil.

Lo que la experiencia indica, sin embargo, es que la gobernabilidad no es la consecuencia sino más bien la condición para la lucha contra la corrupción. Porque si no hay gobernabilidad, aquel listado de iniciativas, por ejemplo, no llegará a aplicarse en absoluto.

Es lo que ocurre con todas las reformas, tributaria, laboral o educativa y también con la de la descentralización para devolverle ciertas funciones al gobierno nacional, que fue la razón de la reunión del gobierno con las 25 regiones.

La relación causal entre gobernabilidad y anticorrupción no ha pasado inadvertida para la Cumbre de las Américas, donde se ha repetido como un mantra que la clave está en la institucionalidad pública. 

Pero el secreto es que si hay una grieta por la cual se cuela el agua dentro de la nave institucional, no se le echa la culpa al agua. Es la condición de la flotación. La corrupción siempre está allí. Lo que hace falta es mantenerla fuera de la institución. Y eso requiere gobernabilidad. 

La primera reingeniería institucional debería ser la reforma de la justicia. Porque es el brazo del Estado para luchar contra la corrupción. Pero esa reforma fracasa hasta ahora en el Perú porque la baja gobernabilidad  de nuestra democracia no permite llevarla a cabo. Se toma el rábano por las hojas. 

Lo que vemos ahora es que, al revés, esas instituciones han tomado a su cargo y a su manera la reforma de la sociedad y del Estado.




 

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