jueves, 20 de diciembre de 2018

ESTA NOCHE miércoles 19 diciembre 2018



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MEDIA COLUMNA
La bancada se saca
de encima al partido


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com


Luego de dos años y medio de guerra sin cuartel, el enfrentamiento ha concluido por fin con la derrota aplastante del Congreso por el poder Ejecutivo. Esta derrota, además, no es un hecho pasajero del que uno se puede recuperar eventualmente. Es permanente hasta que las nuevas reglas sean modificadas.

Debido a la no reelección parlamentaria ordenada por el pueblo peruano en la consulta del referéndum, en adelante los partidos presentarán a quienes integren sus listas parlamentarias, ya sea por elección partidaria interna o por invitación, como manda la ley. Pero el cambio que ha invertido el mundo es que, una vez elegidos los parlamentarios y ubicados en su curul, en adelante y desde el primer día obedecerán las instrucciones del partido solo si libremente lo desean.

La razón es muy sencilla. No existiendo reelección posible, los partidos han perdido materialmente la facultad de ejercer una autoridad vinculante sobre la bancada. Pueden llevar a sus miembros a una curul, pero no podrán controlar sus votos. Ya no tienen a su alcance la herramienta de la reelección como incentivo para la obediencia. Tampoco tienen cómo excluir a los rebeldes, porque la bancada cerrará filas en su defensa sin ninguna consecuencia. El partido solo puede ofrecer un puesto en la lista parlamentaria de la elección subsiguiente, porque los congresistas están de antemano y constitucionalmente excluidos de la elección siguiente.

Así, no bien concluye cada elección parlamentaria, lo que los partidos podrán hacer es comenzar de nuevo la tarea de reclutar por todo el país candidatos. Las tareas de legislar, fiscalizar y representar están ahora fuera de su alcance. Pertenecen a la bancada, virtualmente autónoma y ajena a la férula partidaria.

¿Es negativo todo esto? No necesariamente. La libertad de conciencia gana una batalla y también el principio constitucional de que los congresistas no están sujetos a mandato imperativo, que se respetará en adelante.

Lo irónico es que por años se habló de fortalecer a los partidos y, al cabo, estos se mutilaron por mano propia. Creyeron poder burlar por la ventana de la bicameralidad la puerta cerrada de la reelección, y no dieron batalla política en defensa de la reelección, lo que habría sido legítimo aunque no fuera popular. Con ello renunciaron sin advertirlo a la autoridad vertical del partido sobre la bancada. En adelante, tendrán que persuadir a los congresistas.   

Desde luego, los partidos tienen otros recursos para hacerse obedecer. Pueden no llevar a los rebeldes a la elección subsiguiente, aunque suena como una amenaza lejana. Pueden enviarlos a Etica o a Acusaciones Constitucionales o a Fiscalización, motivos nunca faltan. Pero esos recursos carecerán de legitimidad ante la opinión pública.

Así, pues, la no reelección tiene el efecto no deseado ni previsto de permitir a la bancada sacarse al partido de encima. Extraño desenlace de un conflicto de poderes que, para comenzar, nunca tuvo ninguna necesidad.   

  
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