miércoles, 27 de febrero de 2019

ESTA NOCHE lunes 25 febrero 2019



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MEDIA COLUMNA
Nueva guerra de la droga

Jorge Morelli
@jorgemorelli1 
jorgemorelli.blogspot.com

Martín Vizcarra aún no toma por las astas al toro más grande. El hilo conductor de la corrupción en América Latina no proviene solo del mercantilismo -que hizo posible que gobiernos, partidos y empresas fueran cómplices en las licitaciones de obra pública-. La corrupción más grande proviene del narcotráfico.

Todo período de la historia tiene una trama económica oculta, subterránea, invisible a simple vista, sin la cual es imposible explicar la evolución de la economía y de la política. En la historia latinoamericana de los últimos 40 años -en el Perú, en Colombia y en México, especialmente- ese hilo conductor es la historia del narcotráfico. Desde la colonización de la Selva peruana -del Huallaga al Apurímac- por los cárteles colombianos de Medellín y de Cali sucesivamente, hasta su reemplazo por los cárteles mexicanos -el de Sinaloa, especialmente- que impuso finalmente su imperio de costa a costa a lo largo de toda la frontera con Estados Unidos, el narcotráfico nunca fue manejado desde el Perú. Pero la feroz violencia que desató se conoció también en estas tierras por el papel subordinado a que quedó reducido el terrorismo senderista, que negoció su rol de sicario.

Tanto el Plan Colombia como, años después, la “negociación de paz” de Santos con las FARC revirtieron en nuestro perjuicio por el llamado “efecto globo”, según el cual cuando se lo aprieta por un lado el globo crece por el otro. En efecto, cuando Colombia y la DEA resolvieron suprimir a los cárteles de Medellín y Cali lo hicieron sin saberlo en beneficio del cártel mexicano de Sinaloa, pero los cultivos del narcotráfico migraron al Perú.

A mediados de los 90 -durante el gobierno de Alberto Fujimori-, el área sembrada de coca en el Perú llegaba a las 125 mil hectáreas. Fue reducida drásticamente a 34 mil hectáreas en solo dos años con la decisión política de interceptar las narcoavionetas sobre territorio peruano. Esto redujo la demanda en el lugar de producción y tumbó el precio, con lo que los cocaleros se pasaron a otros cultivos sin que nadie los obligara y encontraron a tiempo la asistencia del Estado. La estrategia peruana, sin embargo, no pudo contar con la colaboración necesaria de fuera porque mientras más eficiente era el Perú en la lucha antidroga, más difícil hacía el “efecto globo” la guerra en Colombia.

Hoy, la guerra contra el narcotráfico ha desembocado en un agotamiento y una rabiosa resignación en casi todas partes. Hoy, la guerra se pierde todos los días con la violación permanente de nuestro territorio por narcoavionestas que ahora llegan de desde Brasil y Bolivia. El hectareaje sembrado ha vuelto a aumentar a más del doble de la 34 mil hectáreas a que llegó en 1997, con una productividad por hectárea hoy dos o más veces mayor que la de hace 20 años.

No obstante, el 12 de diciembre pasado, el nuevo presidente colombiano, Iván Duque, anunció una nueva estrategia antidroga. Gracias a él por fin sabemos la verdad: que, a pesar del Plan Colombia y la “paz con las FARC”, los cultivos de coca en Colombia han aumentado 17% en 2017 hasta alcanzar el récord de 171 mil hectáreas, 25 mil más que el año anterior, según cifras oficiales de Naciones Unidas. El negocio del narcotráfico en Colombia representó en 2017 un 5 % del PBI de Colombia. Eso es equivalente a unos 15 mil millones de dólares anuales.

El presidente Duque anuncia ahora “operaciones de interdicción aérea, marítima, terrestre y fluvial” para "romper las cadenas logísticas”. Viene pues, una nueva guerra contra el narcotráfico en Colombia. Y el viejo “efecto globo” va a repercutir de nuevo en el Perú.


El gobierno de Martín Vizcarra no puede ignorar lo que viene. Necesita estar preparado para la decisión política de retomar la interceptación aérea en el Perú. EEUU se ha opuesto por años, pero es hora de negociar y conseguir que el gobierno de Donald Trump tome, a su vez, la decisión política de pedir a su Congreso revisar la ley que obliga a su país hasta la fecha a negarle el apoyo al Perú en la nueva batalla.

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