martes, 13 de julio de 2021

MEDIA COLUMNA domingo 11 julio 2021 "Ya no queda otro camino"

 


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MEDIA COLUMNA

Ya no queda otro camino

 

Jorge Morelli

jorgemorelli.blogspot.com

@jorgemorelli1

 

La falla en la arquitectura de nuestra democracia de baja gobernabilidad origina una y otra vez el conflicto de poderes.

 

Este se halla desbalanceado desde el nacimiento de la República. Se le dio al Congreso un poder mucho mayor que al Ejecutivo. Así, hasta hoy el Congreso puede vacar la Presidencia sin debido proceso, censurar ministros e insistir en leyes observadas por el Ejecutivo con solo la mitad de los votos de la única cámara. Que desde el prime De la politización de la justicia, hemos pasado a la judicializción de la política. La dictadura del Congreso no pasó inadvertido ni el primer día. José María de Pando escribió en enero de 1827 que “los pueblos americanos pasaron sin transición intermediaria del despotismo de la época colonial directamente a la dictadura del Congreso”.  

Es falso, como creen muchos desavisados, que la democracia mejora con el tiempo por sí misma. Nuestra democracia de baja gobernabilidad no puede hacerlo. Con el tiempo, el desequilibrio patológico no hizo sino agravarse. A fines del siglo XX, un mal diagnóstico de la enfermedad condujo a un falso remedio.

 

Para resolver el conflicto de poderes que el desequilibrio genera, se optó por convertir al Tribunal Constitucional en árbitro del conflicto del poderes entre el Congreso y el Ejecutivo.

 

Y, creyendo despolitizar la justicia, se hizo que los jueces y los fiscales supremos se nombraran entre sí sin intervención alguna del Ejecutivo ni del Legislativo, mediante la Junta Nacional de Justicia (ex Consejo Nacional de la Magistratura). Esto no existe en ninguna parte del mundo. Para cerrar la trampa herméticamente en medio de la trifulca de turno sobre el nombramiento de los miembros del TC, hoy no falta quien propone que a los miembros del TC los nombre en adelante no ya el Congreso sino la Junta Nacional de Justicia.    

 

El resultado es lo que vemos hoy. Sobre el Congreso vino a instalarse la dictadura de los jueces.

 

Desde que el TC se arrogó la condición de intérprete supremo de la Constitución por su propia ley orgánica -no hay ningún lugar en la Constitución que disponga tal cos- hemos reinventado el absolutismo contra el cual nació la democracia. No en balde la elección de los miembros del TC –titular del poder absoluto- provoca una crisis política mayor.

 

Hoy una resolución judicial emite una cautelar ordenando al Congreso “suspender” la elección del TC argumentando que la elección generaría incertidumbre jurídica por la eventualidad de que mañana sea nula. El Congreso vota, no obstante, y acto seguido la Fiscalía abre investigación a 80 congresistas por desacato. 

 

De la politización de la justicia, en suma, hemos pasado a la judicialización de la política. Para corregir esto, sin embargo, no hace falta otra constitución. Basta rediseñar el equilibrio de poderes. Ahora ya no queda otro camino.

 

 

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