jueves, 24 de octubre de 2019

MEDIA COLUMNA miércoles 23 octubre 2019



MEDIA COLUMNA
Vizcarra bajo observación


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com


Latinoamérica está creciendo solo 1 por ciento este año. He ahí el sustrato del malestar que el extremismo instrumenta para llevar a la gente a su corral de borregos.

En nuestro caso, por 25 años la prosperidad económica sumergió la falla en la arquitectura de nuestra democracia de baja gobernabilidad, el fallido equilibrio de poderes. Acabada la cuarta globalización de la Edad Moderna con el colapso de la burbuja global de hace diez años, la desaceleración de la economía en todo el mundo ha hecho reaparecer en la superficie, en todo su horrendo esplendor, la falla en la arquitectura de nuestra democracia.

No obstante, China aún crece 6%. EE.UU creció 3% el 2018 -como Trump había prometido-, pero este año crece 2%. Europa crece 1%, igual que Latinoamérica. De la desaceleración de la economía culpan a Trump, por la guerra comercial con China. Es un error políticamente interesado. La responsabilidad principal es de la Fed, el banco central de EE.UU. Subió la tasa de interés cuatro veces en 2018 -pese a que no había inflación- y frenó el crecimiento en todo el mundo. Arrepentida de su fiasco, la Fed ha bajado la tasa ya dos veces este año. Demasiado tarde. El daño ya está hecho.

En medio de esto, los peruanos –empresarios formales o informales en su inmensa mayoría- defienden con uñas y dientes lo ganado en estos 25 años con la libertad de la economía. Están molestos, lo mismo que en Chile, Ecuador, Bolivia y Argentina. Pero no están seguros de que el gobierno tenga la culpa. Culpan al Congreso. 

Al disolver el Congreso, muchos defensores de la democracia, la legalidad y la Constitución se han subido a un árbol y no quieren bajarse de él. Esperan que venga Viena, la OEA o el Tribunal Constitucional a devolver las cosas al día anterior al 30 de setiembre, el nuevo 5 de abril. Llaman a los peruanos a la resistencia contra el gobierno. Y el pueblo mira perplejo. No está seguro de que Vizcarra sea el enemigo. Los peruanos todavía tienen un juicio suspendido sobre Vizcarra. No están seguros de que sea un peón o un tonto útil del enemigo. Hacen bien. Las guerras se pierden por luchar contra el enemigo equivocado.

El enemigo, en efecto, es el Foro de Sao Paulo -ahora refugiado en México bajo el alias de Grupo de Puebla-, que obedece a La Habana y a Caracas, que corrompió a toda Latinoamérica para capturar el poder, como en Buenos Aires y en La Paz con elecciones fraudulentas. E incendia las ciudades del continente para amedrentar a los pueblos y gobiernos que pretende controlar. Los tumultos de Quito y Santiago han sido planificado por ellos. Ahora lo sabemos gracias a Maduro, que se felicita de que “el plan” salió como estuvo pensado. Como Chávez, Maduro habla demás. Como el pez, por la boca muere.
 
El  objetivo del Foro es Bolivia, Chile, Argentina y el Perú. Por el cobre y el litio, que son los recursos del siglo XXI ahora que va a perder el petróleo de Venezuela. Y el objetivo de la violencia es espantar la inversión privada para que el Estado se haga en todas partes del monopolio de los recursos naturales.

Mucho depende ahora del viento de fuera. Lejos de desestabilizar a Chile, lo que han hecho es ponerlo en guardia. Y habrá que ver la reacción de la opinión pública en Buenos Aires ante la violencia en Santiago. Evo, por su lado, llega a su cuarta reelección nacida de una elección fraudulenta y se enfrenta a una oposición que no parará hasta sacarlo. Está herido de muerte y no lo sabe. Más le hubiera valido perder y dar la pelea desde la oposición. Su cuarta reelección nace muerta sin legitimidad de origen alguna.

¿Puede Vizcarra inclinarse mañana hacia el eje La Habana-Caracas-Sao Paulo? Hay quien desliza en sus oídos esa torpe idea, y ciertamente existe el peligro de que el mandatario caiga en esa trampa. Sería tonto hacerlo. Por el momento, no obstante, el pueblo peruano no está convencido aun de que Vizcarra se haya pasado o vaya a pasarse al enemigo, pero lo tiene con marcación al milímetro,

Vizcarra, en suma, está bajo observación. Porque el Perú es el fiel de la balanza de toda esta historia latinoamericana, pero los peruanos tenemos una ventaja: ya hemos pasado antes por esto y vamos a volver a ganar.

domingo, 20 de octubre de 2019

MEDIA COLUMNA domingo 20 octubre 2019



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Malas y peores noticias


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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De guiarse por las encuestas, Evo no alcanzaría hoy en las elecciones bolivianas el 50 por ciento de los votos. Ni conseguiría los diez puntos de distancia sobre Carlos Mesa para ganar en primera vuelta. Según la agencia EFE, Evo tiene 30 por ciento y Mesa 27 por ciento del voto. Bolivia iría a la segunda vuelta, entonces.

Evo va por la cuarta reelección hasta el 2025, a la que llega luego de retorcer la Constitución una vez más con la ayuda de sus jueces para que ésta diga lo que haga falta. Son los sacerdotes, supremos intérpretes del oráculo constitucional. Y este es el mundo andino. Evo tiene 60 años y 14 en el gobierno de Bolivia. Es el curaca.

Pero esta vez no lo tiene todo controlado. En su última reelección a estas alturas tenía  más del 50 por ciento del voto. Ahora va camino de perder la mayoría parlamentaria en el Congreso incluso, si gana. Salvo, por supuesto, que haya fraude electrónico. Sus aliados en Caracas y la Habana son duchos en estos recursos desesperados cuando todo lo demás falla. De modo que hay que prepararse para otra victoria de Evo en primera vuelta con más del 50% de los votos de una vasto contingente de bolivianos inexistentes.

Si tiene lugar, la segunda vuelta boliviana será el 15 de diciembre, a 40 días de la elección del Congreso peruano de año y medio.

Una nueva victoria electoral de Evo tendrá un efecto devastador en el voto del Sur del Perú. No solo en Puno por el “efecto aymara”, sino en Arequipa, Moquegua y Tacna, por la masiva migración puneña que es ya una porción decisiva del electorado en esas regiones.

Esos votos irán al radicalismo de izquierda, no a los candidatos de la caviarada, afortunadamente. Porque los radicales están radicalmente equivocados, pero no son fantasmas. Tienen un electorado enraizado en la tierra, en el pueblo minero y comunero. Son reales. La caviarada, en cambio, es un hecho político puramente mental, ideológico, sin raíces en la realidad. 

Estas son malas noticias, entonces, solo si el Perú no tiene una propuesta para resolver dentro de un nuevo paradigma el conflicto entre los que tienen los recursos del subsuelo y los que controlan la tierra sobre ellos. Afortunadamente, ese paradigma ya existe y debe ser el centro del debate del Congreso de año y medio.  

Las peores noticias no vienen de La Paz, sino de Buenos Aires. El domingo próximo, 27 de octubre, el peronismo va a arrasar en las elecciones y volverá al poder. Necesita solo el 45% de los votos para ganar e primera vuelta o el 40% y diez puntos de diferencia sobre el segundo. Las encuestas le dan entre 50% y 54% contra 32% o 34% al presidente Macri. Este asunto ha acabado.

La caviarada ha destruido a la Argentina. Uno de los países más hermosos de la Tierra -con uno de los pueblos más solidarios y con el mejor humor de esta parte del mundo- ha sido puesto de rodillas y arrastrado a la miseria por una cúpula ideológica que responde a constructos intelectuales en la irrealidad, que ha producido como resultado una generación que vive del empleo público y del favor político sin conexión alguna con la economía real, con las minas o la tierra.

Esta es su receta. Todos deben vivir de la benevolencia del Estado, Todos deben su vida a la lealtad incondicional al poder político, dueño de los recursos. Hoy, los amos de ese pueblo reducido a la condición de mendigo se preparan para celebrar una vez más el domingo con sus aliados de Buenos Aires, de Sao Paulo, de La Paz, de Caracas, de La Habana y del DF mexicano la enésima victoria que les permite seguir medrando del pueblo latinoamericano.

Pero los peruanos nos hemos librado varias veces de ese destino en el pasado. De nosotros depende hacerlo nuevamente. Hemos sido el bastión de la libertad en la región. Volveremos a serlo.

 
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sábado, 19 de octubre de 2019

MEDIA COLUMNA viernes 18 octubre 2019



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Desbloqueo
del corredor


Jorge Morelli
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La decisión de Martín Vizcarra de ordenar a la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas despejar el bloqueo de la carretera por donde sale la producción de Las Bambas al puerto de Matarani se produjo luego de un mes de bloqueo y en el último momento, cuando la minera de la que depende parte importante de los ingresos fiscales del Perú anunció que se hallaba a punto de detener sus operaciones por falta de insumos y de declarar “fuerza mayor” para el incumplimiento de sus contratos.

La decisión política plagada de riesgos es emblemática en la saga del conflicto entre quienes tienen la concesión de los recursos naturales y quienes tienen el control de la superficie en todo el Perú.

La afirmación de la autoridad del Estado en el territorio es algo que se espera desde hace mucho y que ha sido reclamado por largo tiempo desde los sectores empresariales. El bloqueo ha sido una bandera roja para la inversión en el país y no solo en la minería.   

Y hay que decir, igualmente, que el desbloqueo se ha realizado sin enfrentamientos de consideración y al menor costo en materia de uso de la fuerza, con la Policía abriendo campo y el Ejército consolidando las áreas despejadas.

Lo que está por definirse ahora si en lo inmediato la medida es viable en el tiempo. No se puede mantener una carretera vigilada por el Ejército por plazo indefinido. En otras palabras, no basta el desbloqueo. No es sino el primer paso de lo que debe ser una olítica pública para resolver el conflicto en un nuevo marco.

Ese marco solo puede ser el libre contrato entre las partes partes teniendo como referencia precios que no pueden ser determinados por ninguna de las partes ni por el Estado. Solo el mercado puede proporcionar las coordenadas que permiten orientar las decisiones de inversión.

El Estado debe rodear ese libre contrato de cuatro garantías. Primero, que la inversión incluirá la puesta en valor de la tierra de la superficie y su periferia mediante la siembra de agua y de bosque. Segundo, que exista propiedad real tanto de la tierra como de los recursos bajo de ella. Propiedad, no un estado perpetuo de posesión informal sin seguridad jurídica. Tercero, participación justa y equitativa de los peruanos en general y de la población  local en la renta que produce la explotación del recurso natural del subsuelo. Y, finalmente, la garantía de una consulta previa en los términos del Convenio 169 de la OIT.

El proceso social irá llevando de manera natural -a su propio paso, sin vehemencia prematura, sin premura y sin violencia- del régimen comunal de la tierra –una institución andina consgrada en la Constitución, más compleja y sofisticada de lo que el Estado y la empresa imaginan- a la consolidación de la propiedad privada e individual de la tierra. Porque solo la propiedad hace posible la seguridad jurídica que protege el libre contrato entre partes iguales.

Lo que no sabemos aún es si la decisión de Martín Vizcarra de desbloquear ese corredor minero es un acto aislado sobre el que pronto se cerrará la ventana de la oportunidad, o si su gobierno es capaz de la decisión política de asumir ese proceso y llevarlo adelante. Pero lo sabremos pronto no por sus dichos, sino por sus actos.


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jueves, 17 de octubre de 2019

MEDIA COLUMNA miércoles 16 octubre 2019



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El 18 Brumario
de Martín Vizcarra


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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Luego del 30 de setiembre, una vez más el Perú está partido exactamente de la misma manera y por el mismo lugar que lo estuvo el 5 de abril.

De un lado de la línea delgada se hallan quienes denuncian que el gobierno ha dado un golpe de Estado y que la democracia se ha perdido. Del otro, quienes están a favor de que el gobierno haya cerrado el Congreso a pesar de haber pasado por alto las reglas constitucionales.  

Hay una contradicción aparentemente insoluble. Hace falta el marco en que puede ser absuelta.

Ese marco lo proporcionó hace años Samuel Huntington.

Todo comenzó en la Universidad de Yale hace más de 60 años cuando el profesor Robert Dahl acuñó el término poliarquía para referirse a una democracia no digamos ideal, pero sí lo que más puede acercársele sobre la faz de la Tierra. Un tipo-ideal, una herramienta de trabajo, digamos, según el término de Max Weber. Le siguió los pasos en Yale otro gran profesor español de Ciencia Política, Juan Linz. El problema era la definición precisa del régimen de Francisco Franco. No era un totalitarismo como el de la Alemania nazi o la Rusia comunista. Linz le llamó autoritarismo. En tercer lugar, un discípulo de ambos en Yale, Guillermo O´Donnell, cerró el triángulo al estudiar por qué las democracias –que llamó delegativas- son débiles e inestables. Se dedicó al análisis de las transiciones del autoritarismo a la democracia.

Pero fue Huntington el primero que reparó en la dinámica del sistema: lo llamó “modelo dialéctico”. Involucra el proceso en que una democracia de baja gobernabilidad –que es, digamos, la tesis- incuba su propia antítesis en el autoritarismo en un 18 Brumario mil veces repetido desde Bonaparte, desde Julio César.

Lo más importante es su posible evolución posterior: el salto cualitativo hacia la síntesis de una poliarquía. Ese es el marco en que se absuelve la falsa contradicción. Pero tiene que ser deliberadamente diseñado. No ocurre solo.

El salto, por lo mismo, no es inevitable. Puede demorar indefinidamente, precisamente porque depende de la decisión política y no de fuerzas mecánicas. Es una trampa en la que una sociedad puede quedar atrapada por décadas -y hasta siglos, como es nuestro caso- recayendo de la democracia de baja gobernabilidad en el autoritarismo solo para hacer luego la transición nuevamente hacia una democracia de baja gobernabilidad sin dar nunca el salto cualitativo hacia una democracia en serio.

Esto es lo que nos pasa a los peruanos desde la fundación misma de la República. Pero es una falsa contradicción. El modo de resolverla y escapar de la trampa es tomar la decisión política de rediseñar el equilibrio de poderes y fundar una democracia en serio, con alta gobernabilidad. Es lo que el Perú debe hacer ahora.

Es el mismo proceso que siguieron las democracias europeas, muchas solo después de dos guerras atroces. Pero Francia lo hizo en relativa paz, en 1958, con la decisión política crucial de fundar la Quinta República.

Esa debió ser la lección del 5 de abril de 1992 y hace falta todavía que sea, 27 años después, la del 30 de setiembre de 2019. No perdamos más tiempo.

      
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domingo, 13 de octubre de 2019

MEDIA COLUMNA domingo 13 octubre 2019



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La señal


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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El resultado de las elecciones en Bolivia en un semana, el próximo domingo 20 de octubre, va a tener un impacto decisivo en nuestras elecciones del 26 de enero.

Para Evo es crucial ganar en la primera vuelta, porque perdería la segunda. Evo ya tiene 60 años y lleva 14 en el poder. El impacto electoral entre los jóvenes -el 34% de la población- de los incendios forestales que se le escaparon de las manos al gobierno luego de la decisión política de autorizarlos por supuestas razones económicas, puede ser decisivo del resultado. Su desesperación, en todo caso, es por la mayoría parlamentaria que le sería esquiva a Evo, con las consecuencias que ya conocemos.  

Es indispensable, sin embargo, ponernos igualmente en el escenario posible de la enésima reelección de Evo Morales a la Presidencia de Bolivia hasta el 2025. La novedad es que, en las actuales circunstancias políticas peruanas, el efecto de una posible victoria electoral de Evo va a tener un efecto devastador en el voto del Sur del Perú en enero.

Es el “efecto aymara”, pero no es lo principal. El peligro del enemigo en las puertas del Perú viene de mucho más allá. Evo es aliado del Foro de Sao Paulo, de Caracas y de La Habana. Este es un plan geopolítico que abarca el siglo XXI.

Una semana después de las elecciones bolivianas, el 27 de octubre, tendrán lugar las elecciones argentinas, donde el favorito es el candidato del peronismo kirchnerista, el partido causante de 80 años de desastre económico de la Argentina. Desastre del que el pueblo hoy culpa al gobierno actual. Es un sainete mil veces repetido. Pero el resultado de las elecciones argentinas tendrá igualmente un impacto electoral en las peruanas y sumará a Buenos Aires al eje la Habana, Caracas, Sao Paulo.

La otra novedad es que Evo Morales viene de firmar en los últimos días con Vladimir Putin un paquete enorme de inversiones en infraestructura para Bolivia, que incluyen el litio, la energía atómica para su explotación, y el tren bioceánico de Sao Paulo a Ilo.

La construcción primero de una red local y de un gasoducto luego desde Bolivia a Ilo, en el plan Siete Regiones para abastecer de gas natural al Sur, pondría la llave de la energía de todo el Sur del Perú en manos de Evo.

La licitación aun está pendiente de la decisión de Proinversión, y la estatal de gas boliviana es uno de los dos postores del proyecto. Algún tiempo atrás circularon versiones de que el gasoducto lo construiría la estatal rusa Gazprom, la empresa gigante del gas que abastece a Europa.

De ganar el postor competidor -un consorcio del que es parte una gran empresa china- tendremos una señal, porque China y Rusia compiten por los recursos a nivel planetario. También por los del Sur del Perú. De ganar la licitación, en cambio, la estatal de gas boliviana, esa será la señal emblemática que definirá el rumbo político y el significado del gobierno de Martín Vizcarra.



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sábado, 12 de octubre de 2019

MEDIA COLUMNA viernes 11 octubre 2019


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“Incapacidad moral”


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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El desastre de la mayoría parlamentaria en el Congreso este quiquenio tuvo el epicentro en la decisión política innecesaria de vacar la Presidencia de la República. El presidente debió ser investigado y procesado como manda la Constitución, al final de su gobierno, como se hizo con todos los anteriores. Lo que hizo el Congreso fue derrocar al poder, y no se derroca al poder sin consecuencias. Es lo que ha sucedido.  

Una causal de la vacancia de la Presidencia –tal como se halla en la Constitución- es la falla más grave en el malogrado equilibrio de poderes peruano entre el Ejecutivo y el Legislativo. Es un instrumento de chantaje político permanente, una Espada de Damocles sobre la cabeza del poder Ejecutivo. La causal de vacancia por “incapacidad moral” es una supervivencia arcaica que no está definida en ninguna parte de la legislación peruana y que consiste en lo que el Congreso decida.

El Congreso declara la vacancia por “permanente incapacidad moral” del presidente, además, con dos tercios de los votos de la única cámara. Hasta hace poco, el Congreso declaraba la vacancia con solo la mitad de los votos de la única cámara. Hoy suspende al presidente declarando su “incapacidad moral temporal” con la mitad de los votos cuando, como en el caso reciente, no le alcanzan los votos para declararla “permanente”. Esas causales son una burla a las instituciones democráticas cuyo empleo arroja sombras sobre la capacidad moral de quienes las han usado. La democracia peruana no tendrá estabilidad hasta que hayan sido derogadas.

Eso no es todo. En nuestro fallido equilibrio de poderes, el Congreso censura a los ministros también con solo la mitad de los votos de la única cámara. E insiste en proyectos de ley observados por el Ejecutivo igualmente con solo la mitad de los votos de la única cámara. En todas las democracias de América, sin excepción, el Congreso solo puede insistir si tiene dos tercios de los votos de cada cámara. En nuestro caso ese poder absoluto no tiene contrapeso. Es por esto que el Congreso del Perú se autodenomina sin pudor el “primer poder del Estado”.

Un nuevo equilibrio de poderes comienza por la bicameralidad. Permite encapsular el conficto de poderes dentro del Congreso y retirarlo de la tensa relación entre el Legislativo y el Ejecutivo donde produce crisis.   

No obstante, el Congreso se niega a perder el poder. Las reformas relativas al sistema de gobierno –la bicameralidad entre ellas- fueron expresamente puestas de lado por la mayoría parlamentaria. Ante la no reelección, la mayoría trató de usar la bicameralidad para reelegirse al Senado. Tratando de medrar a espaldas del pueblo, puso en evidencia su propia incapacidad moral. Esta es la triste verdad. 

Es por eso que la discusión sobre el obstruccionismo está descaminada. Poco importa cuántas insistencias hubo en proyectos observados o cuántas delegaciones de facultades hubo, ese premio consuelo. Lo que importa es que en tres años de este quinquenio ha habido dos presidentes, cinco gabinetes y ochenta ministros. Ese es el síntoma clásico de la democracia de baja gobernabilidad sin equilibrio de poderes. Es lo que el Congreso tendrá ahora año y medio para corregir. Pero tendrá que renunciar a su propio poder.


miércoles, 9 de octubre de 2019

MEDIA COLUMNA miércoles 9 octubre 2019


MEDIA COLUMNA
Basta de llantos

Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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La izquierda quiere una Constitución propia y para eso tratará de convertir el Congreso de año y medio en una asamblea constituyente. Lo que quiere es abolir el capítulo económico de la Constitución, el principio de que la iniciativa privada es libre. Por años nos hemos negado a considerar siquiera la cuestión. Ya no hay nada que temer. El cambio que haremos los peruanos es universalizar la propiedad.  

Vamos a otorgar plena realidad a la propiedad de la tierra en primer lugar, comenzando por la que se halla sobre los recursos naturales del país. Es la manera de desactivar el malestar detrás de los conflictos mineros que el radicalismo antisistema explota políticamente.

La propiedad de la superficie sobre los recursos es el doloroso foco central del problema. Bajo esas tierras hay cobre, litio, oro por valor de 800 mil millones de dólares bloqueados solo en el Péru. En el mundo son 150 billones de dólares (150 trillion dollars) que no pueden ser extraidos porque los que están encima no lo permitirán hasta recibir la tajada que creen que les corresponde equitativamente.

Los mineros modernos en todas partes han tenido que cambiar sus prácticas tradicionales para acomodarse a esta realidad. La noticia es que el Perú –que tiene el privilegio de ser el tercer país minero del mundo- puede alcanzarle al mundo una propuesta de solución para este problema. Y es un peruano, Hernando de Soto, quien viene explicando cómo hacerlo a escala global.  

Es simple. Hay que darle a la superficie un precio de mercado global. Y poner en valor luego también la periferia de esas tierras sembrando agua y bosque. Esa es la manera justa y equitativa de que quien ocupa el suelo obtenga la tajada que  le corresponde de la explotación del recurso del subsuelo. No la que dice él, no la que dice la empresa, no la que dice el Estado, sino la que dice el mercado: la libre oferta y demanda en el mercado global.

No en el mercado local. Porque en el mercado local la tierra no vale nada. Y si se la adquiere a vil precio, las empresas terminarán, como saben bien los mineros, comprando cinco veces la misma tierra sin adquirir la propiedad efectiva, real. 

No se trata entonces de que las empresas mineras paguen dos soles por el metro cuadrado de superficie mientras compran a dirigentes y periodistas locales y a,los propios ocupantes de la tierra con sumas de dinero que pronto demandarán nuevamente. Solo el libre contrato de igual a igual entre las partes –las familias o las comunidades y las empresas- puede dar una respuesta justa y equitativa.

Y en el instante mismo en que quien ocupa el suelo pueda comprobar que sus acciones suben y bajan en la bolsa junto con las de la empresa que extrae el recurso, será evidente para ambas partes que el conflicto redunda en perjuicio de ambas y la colaboración en beneficio de ambas. Solo entonces el radicalismo antisistema quedará vacío de todo contenido, sin sustento real ni base objetiva, y sus líderes fuera del debate político.   

Hace falta equidad para que pueda haber igualdad de oportunidades; libertad de la economia para que pueda haber creación de riqueza; y rediseño del equlibrio de poderes para que haya gobernabilidad y la democracia pueda por fin resolver los problemas y alcanzar el milagro de sostenerse en el aire en equilibrio sin desllzarse nunca más del lado del autoritarismo ni del de la demagogia populista.

El idioma de la propiedad es el que hay que hablar. Es la propiedad lo que hace posible la igualdad.

En las próximas elecciones parlamentarias, el radicalismo ansistema tratará de conseguirse una asamblea constituyente que cambie la Constitución por una a su medida. Hay que cambiarla para el pueblo. Hoy ya es un despropósito seguir esperando que vengan otros a poner las cosas en su sitio. Lo que viene es la madre de todas las batallas. Basta de llantos.


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