miércoles, 25 de marzo de 2020

MEDIA COLUMNA miércoles 25 marzo 2020




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MEDIA COLUMNA
Combo letal


Jorge Morelli
@jorgemorelli1


La Fed anuncia que comprará cantidades ilimitadas de bonos del Tesoro de Estados Unidos para detener su derrumbe.

Y anuncia también que comprará papeles que tienen hipotecas como respaldo. No es necesario subrayar los recuerdos que esto trae aparejados sobre el por qué del colapso de la burbuja de 2008 (para los interesados, ver en Netflix, previo doble café fuerte, la extraordinaria cinta “The Big Short”, traducida como “La gran apuesta”).  

La lección es que enormes cantidades de dinero en la economía y nada de valor que comprar con él no pueden producir otra cosa que una burbuja destinada al colapso. Es un combo letal.
 
Fue lo que sucedió en 2008 con las hipotecas sub prime y los famosos CDOs que no pararon de multiplicarse como cuyes hasta elevar al cuadrado y al cubo su propio vacío. Todo esto envuelto en un lenguaje maligno.

Esa vez el tsunami barrió con los bancos. Tuvieron que ser rescatados por los Estados. O sea, por decisión politica.

Para poder hacerlo, no obstante, tuvieron que inundar el mercado global de dinero, una vez más. Y esta vez el dinero fue a comprar bonos de los Estados.

Es más, la decisión politica esta vez fue que un Estado comprara los bonos de otro. Los de su rival, es más, para hacerlo dependiente de esas compras mientras el Estado comprador de bonos atesoraba sus propias reservas en oro, no en bonos.

Es decir, esta vez es el reflujo del tsunami. Y va en la dirección opuesta al de hace doce años. Esta vez amenaza con quebrar Estados.

El combo letal -repito- es el monstruoso exceso de dinero y nada de valor que comprar con él.

El círculo vicioso no se detendrá hasta que en los mercados de valores haya algo de valor que comprar, y los papeles que se transan ahí vuelvan a tener bienes reales detrás. Y esto solo sucederá cuando los bienes de las economías emergentes del planeta tengan papeles que puedan ser llevados a los mercados de valores.

Entonces será posible retirar progresivamente la marea de dinero de la economía global sin causar una daño mayor al hacerlo. Entonces habremos dejado atrás, por fin, la infección de este virus más letal que el que acecha hoy al mundo.


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domingo, 22 de marzo de 2020

MEDIA COLUMNA domingo 22 marzo 2020


 

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El rebote milagroso de China



Jorge Morelli
@jorgemorelli1


El banco JP Morgan, símbolo de Wall Street y del sistema financiero de Nueva York, ha anunciado algo que significaría un vuelco total en la evolución de la crisis económica global derivada del coronavirus.

JP Morgan ha producido un informe en el que, desgraciadamente, este primer trimestre del año –enero, febrero, marzo-, la caída del PBI global será de -12%. Esta recesión del primer trimestre en EEUU será de -4%, en Europa de -15% y en China de -40.8%.

"La expansión global más duradera que se ha registrado (en la historia) llega a su fin", dice el banco.

No obstante, JP Morgan anncia en el mismo informe que en el segundo trimestre -abril, mayo y junio-, la recesión en Estados Unidos se profundizará hasta el -14%  y  hasta el -22% en Europa.

La buena noticia, sin embargo, es que, según JP Morgan en este mismo segundo trimestre en que EEUU y Europa se hunden en la recesión, China rebotaría milagrosamente desde el fondo iniciando su recuperación con un crecimiento de 57,4%.

La economía global como conjunto reaccionaría recién en el tercer trimestre de 2020, en julio, agosto y setiembre. Para entonces el PBI global crecería 19.1% con un rebote en EE.UU. de 8%, en Europa de 45% y en China de 23.9%.

Para el 2020 entero, JP Morgan estima que, luego del desplome de la primera mitad, el PBI global crecerá en el año pese a todo, aunque solo en 0.5%. Pero esto porque China lograría crecer en el año 5.1%.

Desde luego, el Perú está tratando de crecer por sus propios medios. El Banco Central de Reserva ha bajado la tasa de interés en un punto procentual entero, cuatro veces más de lo que suele hacer cuando quiere mover la economía.

Y el gobierno hace lo que puede –que no es mucho- para evitar la quiebra masiva de las empresas y la destrucción del aparato productivo. Pero no será suficiente ante lo que viene.

El milagro es que si las previsiones del JP Morgan son acertadas o al menos cercanas a la realidad, China volvería a comprar nuestro cobre y nuestra agroindustria.

Sería la locomotora que saque al Perú del pantano. Y, después de todo, el banco JP Morgan no tendría por qué falsear la realidad. Es insospechable de parcialidad a favor del gigante asiático. 


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viernes, 20 de marzo de 2020

MEDIA COLUMNA viernes 20 marzo 2020


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Julio César en América


Jorge Morelli
@jorgemorelli1


Siempre estuvo allí. Pero ahora circula en las redes. Una afiebrada denuncia pretende que la democracia de EEUU puede ser hoy víctima de un golpe de Estado con el pretexto del coronavirus. Supuestamente, tomar el poder absoluto es la forma de salir adelante no solo de la pandemia sino de la pugna por la hegemonía global.

El discurso del presidente de Francia del lunes pasado, por ejemplo, ocurre luego de que el Parlamento francés le diera poderes plenos para legislar en la emergencia. El autoritarismo toca la puerta siempre en todas partes.

La emergencia fue precisamente la razón de Estado tras la "unitary executive theory” invocada por Dick Cheney y George Bush hijo cuando la barbarie terrorista del 9/11 en Nueva York. La misma razón de Estado tras las cuatro sucesivas elecciones de Franklin D. Roosevelt de 1932, 1936, 1940 y 1944, sin precedentes en la historia del país. Como estuvo detrás, igualmente, del velado conflicto entre el poder militar y la Presidencia, entre Harry Truman y el general Douglas McArthur, que encontró su desembocadura en el equilibrio de la Presidencia de Dwight Eisenhower.

Más lejos en el tiempo, sin embargo, la misma vieja razón de Estado está detrás del libérrimo uso del instrumento del decreto presidencial por el presidente Abraham Lincoln, para cortar el nudo gordiano de la abolición de la esclavitud en medio de la Guerra de Secesión.

Y no es, ciertamente, que el fin noble justifique medios innobles.

Lo que ocurre es que la democracia en América siempre fue una tensión entre dos fuerzas, como bien lo sabia Alexis de Tocqueville, que las había conocido de cerca y descrito ya en “El Antiguo Régimen y la Revolución”.

Son las fuerzas opuestas presentes desde el primer dia de la Independencia de Estados Unidos en la pugna elegante, pero sorda, entre el afrancesado cuasi revolucionario Thomas Jefferson, campeón de las libertades y del principio de la  representatividad -que, sin embargo tenía esclavos en Virginia-, y el austero agricultor y severo jurista de Boston John Adams, defensor del principio de gobernabilidad atado a la odiosa silla de la Presidencia del Congreso.

Unidos por una misteriosa relación de fraternal desconfianza y rivalidad, Adams y Jefferson murieron el mismo dia -uno en su plantacion del Sur, el otro en su granja de Massachussetts-. Ese día fue el 4 de julio de 1826, a medio siglo de distancia exactamente de la fecha de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América.

La rivalidad entre esos Padres Fundadores de Estados Unidos halló su equilibrio en George Washington. Pero un equilibrio siempre precario, siempre momentáneo, porque siemore estuvo la sombra de Julio César acechando, esperando cumplir el destino inexorable de Roma: el fin de la República y el comienzo del Imperio.


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miércoles, 18 de marzo de 2020

MEDIA COLUMNA miércoles 18 marzo 2020


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MEDIA COLUMNA
El peligro es la
condición preexistente


Jorge Morelli
@jorgemorelli1


El coronavirus es una especie de metáfora de la enfermedad de la economía global. Un síntoma.

El virus puede ser letal para las personas que tienen una condición preexistente y las defensas bajas. El mercado global también padece una condición preexistente. Por eso el coronavirus ha logrado hacerlo colapsar.

¿Cómo nos deslizamos sin saberlo en esta condición preexistente? Los bancos centrales ya habían inundado de dinero la economía global mucho antes del colapso de la burbuja de 2008. Y despues de él no hubo otro remedio que volver a inundarla de dinero, lo que generó una nueva burbuja en peligro de colapsar ahora. Es un círculo vicioso. Esa la condición preexistente.

Ahora no hay otro camino que inundar de dinero de nuevo bajando las tasas de interés y relanzando los estímulos. Esto puede servir para evitar males mayores, como quiebras en masa y la destrucción del aparato productivo. Pero es solo control de daños. Ya no es suficiente.

El asunto es que los bancos centrales no están encontrando el camino para escapar del círculo vicioso de la burbuja y el colapso.

Hoy una mayoría desconfía de todo y especialmente del futuro. Vive virtualmente esperando una inminente catástrofe ecológica global. Y sin expectativas, decía Keynes, ninguna cantidad de dinero moverá la economía.  

Siempre hay oportunidad en una crisis, sin embargo, a condición de ir al fondo del problema. Hernando de Soto comprendió tempranamente la naturaleza de la condición preexistente, y ofreció el diagnóstico: “el problema del siglo XXI son los papeles sin bienes en los mercados financieros desarrollados y los bienes sin papeles en el resto del mundo”.

El remedio cae por su peso: dotar de papeles a los bienes de las economías emergentes y llevar esos papeles a los mercados financieros globales.

Las economías reales sanarán a los mercados virtuales. Solo hay que abrir al aire limpio del Main Street global la atmósfera contaminada del Wall Street. Reconectar ambas mitades.

De Soto señala incluso qué bienes son esos a los que hay que dotar de papeles. Son los 150 billones (trillions en inglés) de dólares de recursos –un billón de ellos en el Perú, cuatro veces su PBI- hoy bloqueados en el subsuelo del planeta porque las tierras sobre ellos no tienen papeles que puedan transarse en las bolsas globales y los que las ocupan no dejarán sacar lo que hay debajo. Hay que darles a esas tierras el precio de mercado global que les corresponde. Así los que las controlan recibirán una parte equitativa de los recursos.

En los próximos 50 años, el Perú será proveedor de cobre y litio para el mercado de global de autos eléctricos.

Y será el puente entre China y Brasil si hacemos nuestra la visión de Miguel Vega Alvear, patriarca de los empresarios peruanos, y sacamos adelante el tren que unirá el Atlántico con el Pacífico desde Sao Paulo en Brasil hasta Paita y Chancay en el Perú, el megapuerto de la costa de Sudamérica y la entrada a este continente. Los papeles de ese tren y de toda la nueva infraestrutura global ayudarán a devolver su realidad a las bolsas desbocadas de Nueva York, Londres y Shanghai. 

Seguir con bienes sin papeles en una mitad del mundo y papeles sin bienes en la otra, en cambio, solo producirá más colapsos globales y más burbujas engañosas tratando inútilmente de escapar de la condición preexistente que se reproduce a sí misma.

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domingo, 15 de marzo de 2020

MEDIA COLUMNA domingo 15 marzo 2020




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Domar la curva
del coronavirus

Jorge Morelli
@jorgemorelli1


“Delay” es el nombre oficial que da el National Health Service (NHS) del Reino Unido a su política de Estado ante el coronavirus. Mientras no haya cura o vacuna, no se puede impedir que el virus siga su curso hasta completar su ciclo, pero se lo puede domar. “Delay” significa demorar el contagio. No se puede evitar que el ciclo del virus describa su curva natural, pero sí retrasar su evolución y manejarlo hasta lograr que en ningún momento el contagio alcance a hacer un pico de crecimiento exponencial. Se trata de achatar la curva (flatten the curve) del proceso para manejarla en lo posible dentro del rango de lo que la atención médica existente, por poca
que sea, puede manejar.

Es en el pico exponencial donde el desastre se vuelve inmanejable. Allí es donde los hospitales son desbordados por los casos en crisis aguda necesitados de ayuda inmediata con oxígeno o equipo de respiración. Pero las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) no alcanzan y los médicos se ven entonces, como en un hospital de campaña, en la situación atroz de tener que decidir quién vive y quién no. Es lo que, desgraciadamente, ocurre en Italia.

Naturalmente, el modo de evitar el pico es desacelerar el contagio, demorarlo, estirarlo. Y el modo de hacerlo es que la gente no se junte, que permanezca en casa, que salga solo si es indispensable, que no se toque físicamente entre sí. Es difícil pedirle eso a los italianos. Las políticas de Estado con que los países atacados han respondido a esto tienen que mirar de cerca el caso de China y el de Italia.

En Wu Han provincia de Hubei, China, donde el virus comenzó, el número de casos nuevos ya llamaba la atención el 10 de enero. Once días después, el 21 de enero, se comenzaba a llevar una estadística oficial de casos nuevos. Hoy sabemos recién que para entonces esta ya llevaba un desfase de 1 a 10 respecto de los nuevos casos realmente existentes. La estadística decía 250 y eran ya 2,500 diarios.

Tres días después, el 24 de enero, cuando la estadística aun no se acercaba a la realidad, prácticamente a ciegas, las autoridades chinas tomaron la decisión política del llamado “lockdown”, el bloqueo de toda entrada y salida de la ciudad de Wuhan. En las siguientes 48 horas el número de casos reales comenzó a disminuir. El 2 de febrero la estadística logró alcanzar al número de casos nuevos cuando estos se hallaban ya en franco descenso gracias a la decisión tomada nueve días antes. El 11 de febrero el número real de casos nuevos en Wuhan había vuelto a ser el del 10 de enero. Lección: no se puede esperar hasta saber. Hay que actuar antes.

La decisión política del Estado chino logró demorar el contagio, achatar la curva y evitar el pico exponencial en todo el país. En el caso de China, la cuarentena de toda una ciudad y de la provincia de Hubei es lo que hizo la diferencia. El Estado italiano lo intentó, pero no lo hizo a tiempo o no estaba en condiciones de imponerlo. Da lo mismo. Demoró en responder y el pico exponencial se disparó.

Pero no significa que cerrar ciudades o provincias enteras a piedra y lodo es necesariamente lo que hay que hacer. Los seres humanos son inteligentes y pueden aprender cómo funciona el contagio bajo las reglas del cálculo de probabilidades. Así, lo que no sabe o no puede hacer un Estado, pueden hacerlo las familias por sí mismas si eluden el pico y achatan la curva para, literalmente, domar al animal salvaje.  

Ayer, en las calles de ciudades italianas donde miles de familias se hallan hoy recluidas en cuarentena, salían a sus balcones y ventanas a cantar todos una misma canción para llevarse consuelo unos a otros y, ya que no físicamente, darse un abrazo espiritual de compañía. Han aprendido duramente. Son italianos. Qué le vamos a hacer.


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sábado, 14 de marzo de 2020

MEDIA COLUMNA miércoles 11 marzo 2020



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Solo un respiro 

Jorge Morelli
@jorgemorelli1


El lunes negro del 9 de marzo de 2020 pudo disparar el colapso de la burbuja global. Pero no ocurrió. Al menos no esta vez.

“No se puede descartar que el coronavirus sea el cisne negro que desate una nueva crisis financiera haciendo reventar las insostenibles burbujas creadas por la banca central del mundo con la masiva inyección de liqueidez desde el 2008”, dice el economista Axel Kaiser.

En efecto, el pánico del lunes negro, debido al efecto coronavirus multiplicado por la guerra del petróleo entre Rusia y Arabia Saudí, puso en evidencia la artificialidad de la economía global inflada hasta el límite por el dinero y que nadie sabe ya cómo domar, mucho menos reducir.

La Fed lo intentó temerariamente y desaceleró la economía de Estados Unidos. Con toda razón el presidente Trump le propinó una paliza mediática sin precedentes en la relación de la Fed con el gobierno de EE.UU.

Lo peor es que solo puede culparse a sí misma. Cuatro veces subió la Fed la tasa de interés de manera precipitada en el 2018, y cuatro veces tuvo que bajarla en 2019 y lo que de este año. Es una admisión de culpa. Queda maltrecho el prestigio de la Fed luego del encontronazo con la nueva realidad. Ya no es la estrella imparcial que guía a las naves de la economía global. No es sino un interés privado más.

La buena noticia es que, por ahora, el peligro del colapso amaina. La Fed al menos se ha dado maña para hacer rebotar el rendimiento de los bonos del Tesoro, que cayó a cifras por debajo de un punto, nunca vistas. La confianza en la solidez de la palabra de EE.UU. convierte por ahora al bono del Tesoro en un refugio que reemplaza momentáneamente al oro.

Y el dólar sube también. Una vez más, la palabra del presidente norteamericano es fuente de valor y prestamista de último recurso. Regresamos a la zona de confort, alterritorio conocido. Respiramos aliviados. Ya no queremos más sustos.

Por el momento la esperanza loca es también que China vuelva a ser la locomotora que saca adelante a otras economías. Entre ellas la nuestra.

El directivo de la consultora IHS Markit, Chris Williamson, piensa, por ejemplo, que China podría comenzar a recuperarse pronto. Todo parece indicar –dice- que su economía empezará a moverse relativamente pronto, y esto arrastrará a otras economías. "Si a fin de mes mejoran los datos manufactureros en China", indica.

Si la locomotora china comienza a moverse de nuevo, sin embargo, hay que estar bien seguros de estar enganchados a ella.  


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MEDIA COLUMNA domingo 8 marzo 2020



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Te tiro el cepillo

Jorge Morelli
@jorgemorelli1

En la enrarecida atmósfera política y la histeria de sospecha que vivimos, pasa por un hecho normal la denuncia del aprovechamiento político por el gobierno de la emergencia del coronavirus.

Ni siquiera se advierte la insensatez.

Póngase el lector un instante en el lugar de una madre o un padre preocupados por sus hijos, que mantiene encerrados en casa por temor al contagio. ¿En qué le ayuda que una personalidad política le diga que el gobierno lo engaña para tapar sus propios problemas? ¿En qué peregrina idea cabe que pueda interesarle a esa madre o padre que una figura pública le haga saber que sospecha que el gobierno aprovecha la emergencia para esconder sus fallas? 

Peor aún. El mensaje implícito de la denuncia es por fuerza que la situación no puede ser realmente tan seria, ya que el gobierno la exagera para poder distraer a todos de su orfandad política.

Esta denuncia no solo muestra insensibilidad para con una opinión pública alarmada, sino que la induce a error y siembra dudas y confusión sobre todo lo que se informa, venga del gobierno o no.

Es una estrategia estúpida, incluso desde el punto de vista político más egoísta. Denunciar el aprovechamiento de la emergencia para fines políticos es aprovechar la emergencia para fines igualmente políticos.
 
Lo que los peruanos esperan es que la clase política cierre filas, posponga sus reivindicaciones por justas que sean, y esconda su pequeñez. Lo vienen esperando desde hace mucho.

Esa fue precisamente la causa del malestar que llevó a una mayoría a celebrar la disolución del Congreso, a pesar de la negación “fáctica” de confianza.    

Desde luego, es legítimo preguntar si hay o ha habido aprovechamiento, y también responsabilidad en el modo como el gobierno aborda la emergencia. Pero es algo que se puede y se debe evaluar después, no en medio de ella.  

Aun si fuera cierto, es patético ver levantarse el cívico dedo acusador contra el aprovechamiento político de la emergencia en plena emergencia. Ya habrá tiempo para eso después.

La falta de aplomo, en cambio, muestra el fustán de la piconería mal disimulada. Trae a la memoria ese antiguo vals que, burlándose del ridículo, decía: ”te tiro la horma, te tiro el martillo, la pata de cabra y también el cepillo”: el afán de echar mano de cuanto se ponga a tiro para lanzarlo por el aire sin pensar en que lo que importa es la gente.


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