domingo, 12 de enero de 2020

MEDIA COLUMNA domingo 12 enero 2020




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Salgamos de esto


Jorge Morelli
@jorgemorelli1


El Congreso que será elegido en dos semanas durará 18 meses y no hará nada importante. Tampoco debe tener la fuerza para intentarlo. La reforma política está fuera de su alcance. No tiene lo que hace falta, que es, para comenzar, el diagnóstico correcto.

Hasta algunos supuestos expertos siguen pensando erradamente que se puede corregir la falla de una democracia de baja gobernabilidad como la nuestra reformando el sistema electoral para que haya una mayor representatividad.

El principio de la representatividad no es un valor absoluto, debe estar en equilibrio con el principio de gobernabilidad. Pero la clase política peruana no ha madurado lo  suficiente aun para aceptar una gobernabilidad en equilibrio con la representatividad.

Para eso hay que reformar el sistema de gobierno y no ya, o no solo, el sistema electoral. Porque la falla está en la relación entre los poderes. Nuestra democracia s diciente porque no hay equilibrio de poderes. La tan cacareada separación de poderes es una condición necesaria, pero no suficiente.

Hay que quitarle poder al Congreso para restablecer el equilibrio con el Ejecutivo. No obstante, la clase política teme esta reforma. La escamotea y posterga, porque compromete el actual reparto de poder.

La clase política no tiene la madurez necesaria para renunciar al poder desmedido que posee en el Congreso. Y menos aún la tiene un Congreso de novatos que estarán año y medio y no pueden ir a la reelección.

Este Congreso de transición nada puede hacer para lograr lo que importa. Basta entonces con que se dedique a revisar los decretos de urgencia emitidos por este gobierno saliente, y a intrigar –como si  duda lo hará sin éxito- en torno a cómo restablecer la reelección para el 2021.

Hay que saber lo que es el Congreso para opinar y conocer los límites de lo que puede y lo que no puede hacer en un plazo determinado. Precisamente por eso resulta hoy penoso ver a algunos que sí conocen haciéndose los creyentes y tratando de venderles a los electores la “marca” de su partido tradicional –hoy todos lo son- a sabiendas de que no existe posibilidad alguna de que hagan lo que hace falta.

El elector que no esté de acuerdo con ninguno de ellos y desee expresar su indignación no debe, sin embargo, ni ausentarse de la elección ni votar blanco o viciado. Esos votos no cuentan. Si quiere quitarle el poder al Congreso, como hace falta, lo que debe hacer es votar por cualquiera de los partidos que tenga poca o ninguna probabilidad de pasar la valla. Escoger uno no será difícil. Son dos tercios de los que están en el partidor.  

De esta manera, la representación será lo más dispersa y atomizada posible, no habrá mayoría parlamentaria suficiente para ningún cambio importante –menos aun para una segunda nociva vacancia presidencial en este quinquenio- y ninguna bancada podrá atribuirse con arrogante suficiencia la representación del pueblo peruano.

Salgamos de esto. La batalla por el Perú es el 2021.


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