domingo, 1 de diciembre de 2019

MEDIA COLUMNA domingo 1 diciembre 2019



Donde usted se entera no de todo lo que ocurre, sino de lo que necesita saber.


MEDIA COLUMNA
Imanes de locos

Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com


Hace como cuarenta años diseñé un plan para llegar al poder. Primero, ser profesor universitario. Segundo, trabajar en el Estado. Tercero, fundar un instituto de estudios para no dejarle al enemigo el campo libre en la lucha por el paradigma generacional. Cuarto, usar el instituto para echar mano de un periódico. Quinto, usar el periódico para construir un partido. Finalmente, llegar al poder co el partido. 

Mi plan funcionó a medias, aunque para nada en el orden indicado. Como regla general, eso prueba que los planes valen poco en la vida y que lo que importa es pesar sobre la realidad como el agua, que se precipita por la grieta que se abre aunque no obedezca a ningún plan. Carpe diem. Después de todo, como decía Lennon, la vida es lo que le pasa a uno mientras está ocupado haciendo otros planes.

Además, en el Perú -donde todo es cambiante- las reglas, las premisas mismas sobre las que descansaba mi plan se fueron al hoyo. Primero, resulta que llegar al gobierno hoy no significa llegar al poder. Hubo un tiempo en que los politicos eran líderes. Hoy basta con un héroe producido mediáticamente. Cualquiera llega al gobierno, pero ya nadie llega al poder.   

Segundo, tampoco los partidos políticos sirven ya de nada. Nadie cree en ellos. Ninguno de los jóvenes que conozco tiene el menor interés en aproximarse a alguno y, si me preguntaran, trataría de disuadirlos. No tiene sentido hacerse de un partido. Un medio de comunicación es más eficaz si conseguir el gobierno se trata, pero tampoco sirve para llegar al poder.

Partidos y medios no son hoy vehículos de ideas. Sirven para acarrear emociones, impresiones de los sentidos. Siento, luego existo es el paradigm de la era. Y las redes son el universo de la nueva realidad. La verdad cruda es que partidos y medios no son hoy sino imanes de locos, alucinados con proyecto. Solo se puede alcanzar una apariencia de poder fugaz y engañosa. Todos hemos tenido nuestra cuota de fama. Grande o pequeña, es una ilusión vana. Por ahí no se llega al poder, ni siquiera al gobierno ya. El demencial Pensamiento Gonzalo decía que, salvo el poder, todo es ilusión. Hoy el poder mismo es una ilusión.     

Queda traducir ideas en imágenes instantáneamente comunicables. Es el nuevo lenguaje ecuménico. El diseño emocional es toda una apuesta al azar. En una de esas, quién sabe, como el burro del cuento que toca la flauta una vez por un instante una imagen, una palabra, un acto cualquiera se conecta con lo que la gente siente. No es sino la sombra de una idea en la pared de la caverna pero, nunca se sabe, una chispa puede reinventar el fuego.

      
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sábado, 30 de noviembre de 2019

MEDIA COLUMNA viernes 29 noviembre 2019



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MEDIA COLUMNA
Nada es a prueba de idiotas

Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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Las empresas legítimamente interesadas en proteger el modelo de una economía en libertad jamás debieron dar semejante cantidad de dinero a los partidos politicos. Debieron ofrecérselo a los think tanks de quienes podían dar la batalla política, y apoyar a los medios de comunicación que pudieran acogerlos. Así es como se gana una batalla política. No arrojándole dinero al problema. 

Habría sido una inversion no solo infinitamente más eficiente en resultado, sino absolutamente inobjetable desde un punto de vista ético.

No somos pocos los que hace décadas, desde medidados de los 80, tocamos puertas para pedir a las empresas apoyo para institutos que pudieran dar respuesta al falso desafío intelectual del enemigo. Era para dar la batalla, contestar y competir en su propio terreno con las ONG de izquierda financiadas desde fuera. No era difícil vencer. Sus productos eran mediocres por estar construidos sobre cimientos endebles y con arquitecturas fundadas en premisas falsas y lecturas ideologizadas que podían refutarse fácilmente con solo atender al proceso de la realidad sin prejuicios.

Pero algunos empresarios sienten solo desprecio por los intelectuales,  incluso por los que podían defender el principio constitucional de que la iniciativa privada es libre. En vez de eso, prefieren campañas mediáticas entregando verdaderas fortunas a los partidos para que ganen elecciones instrumentando medios para aturdir a la opinión pública y sembrar el miedo para acorralar el voto. Eligieron el camino ilegítimo solo porque no era ilegal. Nada es a prueba de idiotas.

Hay tontos convencidos de que el dinero es omnipotente y produce resultados instantáneos. El dinero no lo puede todo, el lavado de cerebro es más poderoso. El enemigo ha hecho su trabajo minuciosamente, paso a paso, en etapas perfectamente conocidas: desmoralización, desestabilización, captura del poder. Desmoralizar a un país toma 20 años. Se ha completado el proceso cuando el pueblo es avergonzado y humillado diariamente y convencido sistemáticamente de que su patria es una trampa sin salida.

No somos pocos, sin embargo, los que recordamos bien la década en que vencimos a la hiperinflación, al terrorismo senderista y al emerretista en la embajada japonesa, la década en que redujimos a un tercio las hectáreas sembradas de coca, en que firmamos la paz para siempre con un país hermano. Creo no equivocarme si digo que los peruanos estábamos orgullosos del Perú.

Si hace 20 años hubiéramos podido hacer el trabajo paciente de apelar a la lucidez, de crear una narrativa que alcanzara a todos los peruanos significados para su historia de los que estar orgullosos, habríamos evitado la desmoralización. Desmoralizados, los seres humanos se consuelan en el desencanto de que ya nadie los tomará por tontos. Pero falta algo en sus vidas y no sabén lo que les falta.

Los empresarios peruanos hoy no volverán a donar jamás un centavo a un partido politico. Pero au es necesario devolverles a los peruanos su historia -que les ha sido expropiada- y recuperar su dignidad que un día conocieron y necesitan hoy para seguir adelante.

      
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viernes, 29 de noviembre de 2019

jueves, 28 de noviembre de 2019

MEDIA COLUMNA miércoles 27 noviembre 2019



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Los monopolios privados


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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Un decreto de urgencia ha aprobado la ley de Control de la Concentración Empresarial, también llamada ley de fusiones. Es una ley antimonopolio, pero en el Perú nunca llamamos a las cosas por su nombre.

¿Existen hoy en el Perú monopolios privados o públicos? Juzgue el lector. A grandes rasgos, las primeras veinte megaempresas del Perú suman ingresos por unos 50 mil millones de dólares anuales, una cifra equivalente al 25% del PBI. De las veinte, cuatro están en energía, cuatro en minería, cuatro en finanzas, cinco en comercio, dos en telecomunicaciones y una en salud. 

En energía, una es estatal y la otra privada: Petroperú y Repsol. En minería, las cuatro son privadas: Antamina, Cerro Verde, Southern y Las Bambas. En finanzas, tres son bancos privados: BCP, BBVB y Scotia. En comercio hay cinco grupos privados: Intercorp, Ferreycorp, Supermercados Peruanos, Trafigura y Cencosud. Los dos en telecomunicaciones son Telefónica y Claro (Carso). Finalmente, EsSalud vive en un limbo sui generis: no es formalmente estatal ni realmente privada.    

Son, pues, entre dos y cinco las empresas a la cabeza de cada sector, apenas un puñado. Y diez son privadas. Dos son públicas (o semipúblicas): Petroperú y EsSalud. 

Dejando de lado a las mineras -que no se relacionan con el consumidor directamente-, ¿qué probabilidad existe de que en cada uno de esos cuatro sectores en el Perú –energía, finanzas, comercio y salud- prevalezca la competencia libre en beneficio del consumidor antes que el monopolio, el oligopolio o la concertación en su perjuicio?

Son muy pocas las megaempresas en cada sector de nuestra economía, y es fácil la concertación entre ellas. Por eso no basta con legislar la concertación a futuro. La regulación al presente es necesaria. Veamos.

La primera ley antimonopolio fue la del gobierno de Theodore Roosevelt en Estados Unidos hace un siglo contra el monopolio petrolero de la megaempresa Standard Oil de John Rockefeller. Dio lugar a una decisión judicial que obligó al hombre más poderoso del país a divider su imperio en 36 empresas diferentes. Después de eso, no obstante, fue aun más rico que antes. Conclusión tentativa: no es solo, entonces, que el monopolio -privado o público- sea perjudicial para el consumidor, sino que lo es para la propia empresa pública o privada que lo maneja, para cada economía en particular y para la economía global. Hay interés público en la libre competencia no solo en defensa del consumidor, sino de la libertad de la economía.  

¿Cómo pudo ocurrir entonces la concentración que condujo a las empresas “demasiado grandes para quebrar”? Su origen es posible rastrearlo hasta la decisión política que Nixon se vio obligado a tomar en 1971 al romper el vínculo del dólar con el oro, vigente desde Bretton Woods en 1944. El déficit fiscal generado por la guerra de Vietnam en defensa de Asia no le dejó otro camino. Hasta Milton Friedman estuvo de acuerdo en que no había otra salida. El resultado es que desde entonces la marea creciente de dinero fácil y barato en la economía global distorsiona las señales para la inversión en todo el planeta. Desvía la inversión global hacia la economía virtual de las finanzas de Wall Street apartándola de Main Street USA y de las economías reales en todas partes hasta crear las megaburbujas globales que vemos colapsar. El mecanismo es este: el dinero fácil y barato multiplicó a escala global las fusiones y adquisiciones de megaempresas entre sí. Estas no siempre crean riqueza nueva y, más bien, siempre traen aparejado el peligro de la concertación o sus formas agravadas, el oligopolio y el monopolio. Es lo que hace la plata barata.

Nunca acabarán los males derivados de la decisión política de Nixon hasta que volvamos a tener un referente del valor, una estrella polar en el firmamento que guíe a las naves de la economía global. Pero la lección para nosotros aquí y ahora es que, como muestra la experiencia, no bastan una ley de control de la concentración empresaria ni un organismo regulador –el Indecopi, si vamos al caso- si este no puede abrir a la libre competencia un mercado cerrado.  


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domingo, 24 de noviembre de 2019

MEDIA COLUMNA domingo 24 noviembre 2019



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La hipótesis de Tuto


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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El hilo conductor de la historia latinoamericana en las últimas décadas ha sido el narcotráfico. El animal tiene la cola en el Perú y Bolivia, el cuerpo en Colombia y la cabeza en México. Con el tiempo México desplazó a Colombia en el manejo logístico y estratégico de la operación. 

Pero la noticia hoy es que el ex vicepresidente de Bolivia Tuto Quiroga ha propuesto la hipótesis implícita de que el narcotráfico es también un sustrato de la "primavera árabe" de la violencia reciente en Sudamérica.

Se dirige Quiroga en un video del 21 de noviembre pasado, en las redes, al presidente de México López Obrador. Le acusa de asilar, financiar y proteger en el DF a Evo Morales "jefe eterno de los cocaleros del Chapare boliviano", la región productora de coca desde donde Evo se encaramó en la política de su país (como lo intentó también, sin éxito, Pablo Escobar en Colombia). El Chapare boliviano es hoy una “zona liberada" con aeropuerto propio, construido por el gobierno de Evo, donde nadie puede entrar. Le enrostra también Quiroga a López Obrador haber dejado libre hace poco al hijo del Chapo Guzmán, el máximo capo de la droga en la historia latinoamericana, que hizo del negocio una operacion global y hoy está condenado y preso de por vida en Nueva York.

Desde luego, las rutas de la droga han conducido siempre a México desde Colombia y después directamente ya desde el Perú y Bolivia. Luego de perder el control de la operación los carteles colombianos de Medellín y Cali a manos del Chapo y el cartel mexicano de Sinaloa, Colombia fue desplazando al Perú como primer productor de cocaina de la región. Las hectáreas sembradas de coca en Colombia han llegado hoy a cifras que eran desconocidas para todos hasta que el presidente Ivan Duque las reveló no bien llegado al gobierno: entre 250 y 300 mil hectáreas. Como referencia, el punto máximo en el Perú llego a ser de 125 mil hectáreas en la década de los 90  antes de que Fujimori las redujera drásticamente a 34 mil -como consta en las cifras oficiales de la ONU- por la vía de la interceptación de las narcoavionetas sobre territorio peruano. Tambien Iván Duque hizo referencia a la interceptación cuando asumió en Colombia y anunció una nueva ofensiva contra el narcotráfico . No lo ha podido hacer hasta la fecha.

Las series en las redes de televisión especulan abiertamente desde hace tiempo con que el cartel de Cali entrego seis millones de dólares a la candidatura de Ernesto Samper en Colombia años atrás. Y un testigo en el juicio del cartel de Sinaloa en Nueva York afirmó que el Chapo habría entregado cien millones de dólares al ex presidente mexicano Peña Nieto. En ambos casos para que el gobierno mirara a otra parte y le permitiera operar. No eran los primeros. Desde los tiempos de Barco en Colombia y de Salinas de Gortari en México se especula sobre la conexión de mirar a otra parte.  

Desde luego, la violencia desatada recientemente en Latinoamérica tiene como causa material un sustrato de malestar en todas partes por la frustración de la expectativa del crecimiento y por la globalización. De lo que hablamos acá es de su causa eficiente, del detonante, del percutor que hace volar el material explosivo.

Siempre se ha dicho el eje La Habana-Caracas-Foro de Sao Paulo echó mano de cualquier recurso –incluso del narcotráfico- para la vieja obsesión fallida de exportar el castrismo a Sudamérica. La hipótesis implícita de Tuto Quiroga es que el enemigo puede haberse apoyado en esto para intentar derribar a Moreno en Quito, a Piñera en Santiago, y ganar luego las elecciones bolivianas y las argentinas. 

No obstante, no ha podido derribar a Moreno ni a Piñera y la calma vuelve ya poco a poco a Chile y a Ecuador. El gobierno provisional se afianza también poco a poco en Bolivia luego de la caída de Evo. 
El enemigo ha fracasado. Sus últimos manotazos de ahogado en Bogotá hoy lo demuestran. Pero no está vencido. Porque no lo está el narcotráfico del que el enemigo cree servirse cuando en realidad es su amo.


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sábado, 23 de noviembre de 2019

MEDIA COLUMNA viernes 22 noviembre 2019



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El mercantilismo
no paga (y cobra)


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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Según The Top 10,000 companies de este año, en el Perú hay 163 grupos económicos en 43 sectores de la economía. Pero es más simple que eso.

Del sector energía hay cuatro empresas entre las primeras veinte del Perú. Una es estatal –Petroperú, la mayor del país- con 16 mil millones de soles de ingresos. Las otras tres son privadas, dos españolas –ambas de Repsol- con ingresos sumados de 18.95 miles de millones de soles. La cuarta es peruana –Primax, del grupo Romero- con 5.7 mil millones de soles. En total, las cuatro empresas suman ingresos por 40.65 miles de millones de soles.

Del sector minería hay también cuatro empresas entre las veinte primeras: Antamina con 12.0 miles de millones de ingresos; Cerro Verde, con 10 mil millones; Southern Copper con 8.4 miles de millones; y Las Bambas con 8.3 miles de millones. En total, las empresas mineras entre las 20 primeras suman 38.7 mil millones de soles en ingresos.  

Del sector financiero hay tres bancos entre las veinte mayores empresas: el BCP con 11.4 miles de millones de soles de ingresos, el BBVA con 6.15 miles de millones, y el Scotiabank con 5.07 miles de millones. También una empresa de bolsa –la  chilena Larraín Vial- con ingresos de 5.4 miles de millones de soles. En total, las empresas financieras entre las 20 primeras del país tienen 28.0 miles de millones de soles en ingresos.

El sector comercio incluye a Pharma de Intercorp con 6.7 miles de millones de soles de ingresos; a Ferreycorp con 5.21 miles de millones; a Supermercados Peruanos con 5.12; a la holandesa Trafigura con 5.1; y a la chilena Cencosud con 5.08. Sumadas, las cinco del sector comercio tienen ingresos por 27.21 miles de millones de soles.

Las dos empresas de telecomunicaciones entre las veinte -la española Telefónica con 8.0 miles de millones de soles de ingresos y la mexicana Carso de Carlos Slim con 5.25- sumadas tienen 13.25 miles de millones de soles en ingresos.

Caso aparte es el de EsSalud, el Seguro Social del Perú, que tiene por sí solo ingresos por 11.9 mil millones de soles.     

Sumando los parciales anteriores, las veinte primeras empresas del Perú tienen ingresos por 159.71 miles de millones de soles, algo menos de 50 mil millones de dólares al cambio actual. En otras palabras, veinte empresas en seis sectores –energía, minería, finanzas, comercio, telecomunicaciones y salud- tienen ingresos equivalentes a una cuarta parte del PBI.

Esa cifra es similar a los ingresos totales del Estado peruano, según el Presupuesto 2020. Veinte empresas sumadas al Estado, entonces, tienen ingresos equivalentes a la mitad del PBI del Perú.  

De las veinte, cuatro están en energía, cuatro en minería, cuatro en las finanzas, cinco en el comercio y dos en telecomunicaciones.  Ahora bien, ¿qué probabilidad existe de que la competencia libre al interior de cada uno de esos sectores pueda prevalecer en beneficio de los consumidores antes que el monopolio en su perjuicio?

Por su naturaleza, los sectores más expuestos parecen ser el de la energía y el de las finanzas. En el primero, la existencia de solo dos proveedores -uno estatal y otro privado- es un arreglo que no garantiza la libre competencia en el mercado. Las guerras entre las generadoras de electricidad más bien han puesto en evidencia la escandalosa interferencia del Estado en el mercado, que ha distorsionado el mercado de la energía en el Perú. Pero el mercado se va a encargar de poner en este sector las cosas en su sitio.

En el sector financiero, en cambio, el silencio es clamoroso. Aquí, cuatro bancos dominan un mercado cerrado. También el club de la construcción dominaba el mercado cerrado de las licitaciones de obra pública en Sudamérica hasta que el tinglado corrupto colapsó por la legítima necesidad de abrir el mercado sudamericano a la competencia global.

Es que el mercantilismo a la larga nunca paga, y cobra.    

   
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jueves, 21 de noviembre de 2019

MEDIA COLUMNA miércoles 20 noviembre 2019



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Partera de la historia

Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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La decisión de Xi Jinping de poner a disposición de Brasil y del gobierno de Jair Bolsonaro la suma de cien mil millones de dólares para invertirlos en infraestructura coloca una divisoria definitiva entre la política exterior de China y la del eje La Habana-Caracas-Buenos Aires-Foro de Sao Paulo y su alias del Grupo de Puebla en el DF mexicano.

Pero no es el monto lo que pesa más. Lo decisivo es el contraste entre, de un lado, el modus operandi de China con la Ruta de la Seda y sus megacréditos a las economías emergentes, socias suyas en la construcción de la infraestructura para el siglo XXI y, de otro, la violencia brutal desatada por el Eje en Sudamérica instrumentando el malestar del pueblo por la desaceleración del crecimiento y la frustración de su legítima expectativa de progreso.

Esa violencia es estéril, sin embargo, y no partera alguna de la historia. Lejos de derribar a los gobiernos de Quito y Santiago, como era su propósito, terminó precipitando la caída del gobierno en La Paz. Y es pírrica su victoria argentina,  porque el caos actual de esa economía es ingobernable.

El gesto de Xi hacia Bolsonaro es un mensaje: China se distancia de la barbarie. Lo hace saber a la región y al mundo con este anuncio que más que económico es una decisión política para el futuro del mundo. Y lo hace en la patria de Bolsonaro y en persona, de modo que no haya ambigüedad alguna ni la sombra de una duda.

Venezuela le debe a China décadas de petróleo pagado por adelantado. Pero Xi ha comprendido que el gobierno chavista no tiene ya salvación. Y que cualquiera que le suceda tendrá que llegar a buenos términos con China (y Brasil) para la reconstrucción del país. (Rusia también ha comprendido y ve por sus intereses en Bolivia reconociendo al nuevo gobierno).

El complemento de la decisión política de China es la decisión política también de EEUU –que hay que saludar- de competir con la Ruta de de la Seda con su propia organización para la construcción de la infraestructura global del siglo XXI: la Red de Puntos Azules o Blue Dot Network.

Ahora se entenderá por fin la verdadera dimensión del descalabro de la corrupción en Sudamérica.

La región permaneció cerrada por décadas a la competencia extranjera en la construcción de infraestructura. El mercantilismo fue la herramienta del gobierno brasileño del Eje. La megacorrupción de los clubes de la construcción que ocurría a la vista de todo el mundo tarde o temprano sería cuidadosamente investigada y su caída meticulosamente tramada en la mesa de poker de los recursos globales. El objetivo era legítimo: abrir el mercado sudamericano a la competencia global.

Ahora veremos cada vez más empresas extranjeras compitiendo en las licitaciones de obra pública en Sudamérica. De hecho, los Panamericanos de Lima con el Reino Unido ha sido la primera experiencia exitosa.

Es hora de entender el verdadero guión que hemos vivido. El destape de la corrupción sudamericana no ha sido un melodrama regional, sino un capítulo de la historia mundial: la apertura de un continente entero al mundo.

Si hay un simil, es el de Japón. Cerrado al mundo durante tres siglos de shogunato, fue virtualmente obligado a entrar al mercado mundial a mediados del siglo XIX. Pero lo importante fue la respuesta japonesa. Se llamó la reforma Mei Ji, uno de los ejemplos más extraordinarios de cómo regular un proceso de cambio, una reforma simultánea de la tecnología, la economía, la política, la educación y hasta la religión –para adoptar el sintoísmo-, que comenzó con la enseñanza obligatoria de inglés en todas las escuelas públicas de Japón hace siglo y medio. El caso de China, igualmente, muestra cuál es la verdadera partera de la historia.   

A 200 años de la creación de la República del Perú y casi 500 de la llegada de la primera globalización a estas costas con todos sus claroscuros, es hora de entender que lo que importa es nuestra respuesta y lo que hacemos con ella. Si lo que hoy viene de fuera es la competencia entre la Ruta de la Seda y la Red de Puntos Azules, la respuesta es un cambio institucional, constitucional, para que una nueva gobernabilidad nos permita participar en ella.

La exportación de la violencia “revolucionaria” –la partera de la historia, según el Eje- se halla, en cambio, en sus últimos estertores ante nuestros ojos. No hay nada que lamentar. 



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