domingo, 24 de noviembre de 2019

MEDIA COLUMNA domingo 24 noviembre 2019



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La hipótesis de Tuto


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com


El hilo conductor de la historia latinoamericana en las últimas décadas ha sido el narcotráfico. El animal tiene la cola en el Perú y Bolivia, el cuerpo en Colombia y la cabeza en México. Con el tiempo México desplazó a Colombia en el manejo logístico y estratégico de la operación. 

Pero la noticia hoy es que el ex vicepresidente de Bolivia Tuto Quiroga ha propuesto la hipótesis implícita de que el narcotráfico es también un sustrato de la "primavera árabe" de la violencia reciente en Sudamérica.

Se dirige Quiroga en un video del 21 de noviembre pasado, en las redes, al presidente de México López Obrador. Le acusa de asilar, financiar y proteger en el DF a Evo Morales "jefe eterno de los cocaleros del Chapare boliviano", la región productora de coca desde donde Evo se encaramó en la política de su país (como lo intentó también, sin éxito, Pablo Escobar en Colombia). El Chapare boliviano es hoy una “zona liberada" con aeropuerto propio, construido por el gobierno de Evo, donde nadie puede entrar. Le enrostra también Quiroga a López Obrador haber dejado libre hace poco al hijo del Chapo Guzmán, el máximo capo de la droga en la historia latinoamericana, que hizo del negocio una operacion global y hoy está condenado y preso de por vida en Nueva York.

Desde luego, las rutas de la droga han conducido siempre a México desde Colombia y después directamente ya desde el Perú y Bolivia. Luego de perder el control de la operación los carteles colombianos de Medellín y Cali a manos del Chapo y el cartel mexicano de Sinaloa, Colombia fue desplazando al Perú como primer productor de cocaina de la región. Las hectáreas sembradas de coca en Colombia han llegado hoy a cifras que eran desconocidas para todos hasta que el presidente Ivan Duque las reveló no bien llegado al gobierno: entre 250 y 300 mil hectáreas. Como referencia, el punto máximo en el Perú llego a ser de 125 mil hectáreas en la década de los 90  antes de que Fujimori las redujera drásticamente a 34 mil -como consta en las cifras oficiales de la ONU- por la vía de la interceptación de las narcoavionetas sobre territorio peruano. Tambien Iván Duque hizo referencia a la interceptación cuando asumió en Colombia y anunció una nueva ofensiva contra el narcotráfico . No lo ha podido hacer hasta la fecha.

Las series en las redes de televisión especulan abiertamente desde hace tiempo con que el cartel de Cali entrego seis millones de dólares a la candidatura de Ernesto Samper en Colombia años atrás. Y un testigo en el juicio del cartel de Sinaloa en Nueva York afirmó que el Chapo habría entregado cien millones de dólares al ex presidente mexicano Peña Nieto. En ambos casos para que el gobierno mirara a otra parte y le permitiera operar. No eran los primeros. Desde los tiempos de Barco en Colombia y de Salinas de Gortari en México se especula sobre la conexión de mirar a otra parte.  

Desde luego, la violencia desatada recientemente en Latinoamérica tiene como causa material un sustrato de malestar en todas partes por la frustración de la expectativa del crecimiento y por la globalización. De lo que hablamos acá es de su causa eficiente, del detonante, del percutor que hace volar el material explosivo.

Siempre se ha dicho el eje La Habana-Caracas-Foro de Sao Paulo echó mano de cualquier recurso –incluso del narcotráfico- para la vieja obsesión fallida de exportar el castrismo a Sudamérica. La hipótesis implícita de Tuto Quiroga es que el enemigo puede haberse apoyado en esto para intentar derribar a Moreno en Quito, a Piñera en Santiago, y ganar luego las elecciones bolivianas y las argentinas. 

No obstante, no ha podido derribar a Moreno ni a Piñera y la calma vuelve ya poco a poco a Chile y a Ecuador. El gobierno provisional se afianza también poco a poco en Bolivia luego de la caída de Evo. 
El enemigo ha fracasado. Sus últimos manotazos de ahogado en Bogotá hoy lo demuestran. Pero no está vencido. Porque no lo está el narcotráfico del que el enemigo cree servirse cuando en realidad es su amo.


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