martes, 13 de noviembre de 2018

ESTA NOCHE sábado 10 noviembre 2018



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MEDIA COLUMNA
Piratas de tierra


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com


Al informe Lava Jato le ha faltado perspectiva política.

El plan de sembrar la corrupción en el Perú y en toda América del Sur fue un designio concebido y sistemáticamente ejecutado desde el Foro de Sao Paulo por la izquierda brasileña y el Partido de los Trabajadores bajo las órdenes de Luis Ignacio da Silva, Lula, hoy un preso que acaba de perder la última elección de su vida.

Fue el Estado brasileño, en efecto, el que instrumentó a las empresas, corruptas desde hace décadas y adictas a mercados cerrados que excluyeron siempre a la competencia. La codicia la pusieron las empresas, pero fue el Estado brasileño el que les proporcionó la cobertura de las políticas del mercantilismo.

De lejos le venía también el imperialismo expansionista. Desde el siglo XVI, el Imperio portugués en el Brasil se hacía de la vista gorda ante los bandeirantes, los piratas de la tierra, que por 200 años empujaron los límites más allá del Tratado de Tordesillas que en tiempos de Isabel la Católica fijó la frontera entre España y Portugal en América. Por dos siglos, los bandeirantes esclavistas fueron mantenidos a raya en las fronteras del Imperio Español por los jesuítas en las misiones del Paraguay, de la Argentina y de Bolivia. Son fabulosos los templos construidos en esas misiones, también en el Perú. Eran inmensas haciendas donde los indígenas eran severamente organizados para el trabajo de la tierra y evangelizados dentro de un rígido modo de vida, tenidos como novicios en la más humilde de las tareas de la Ciudad de Dios en la Tierra. El desastre vino cuando el rey de España, Carlos III, el déspota ilustrado por excelencia, ordenó la expulsión de la Compañía de Jesús de todos los territorios del Imperio Español, supuestamente por azuzar disturbios a favor del control del precio del pan, en realidad por haberse convertido a través de la educación en un poder que desafiaba a la monarquía absolutista. Uno puede imaginar lo que habrá sido la procesión de frailes dejando los templos de las misiones en toda América del Sur y a los indígenas en las fronteras a merced de los bárbaros bandeirantes.

Esta es la perspectiva en la que se inscribió el “neo imperialismo” corrupto del Foro de Sao Paulo, que contagió al continente con la tácita complicidad de La Habana y de Caracas, una vez fracasado el intento de exportar el castrismo a América del Sur con Allende en Chile y con Velasco en el Perú.

Los indicios son quizá que las empresas brasileñas tal vez habrían preferido que en 2011 no ganara la izquierda en el Perú, pero en última instancia les daba lo mismo mientras pudieran planear obras faraónicas, manipular las licitaciones de obra pública y multiplicar al infinito las adendas prometidas. Porque debían obedecer a sus patrones, los políticos del Foro de Sao Paulo. Estos bandeirantes modernos no eran piratas independientes, sino una organización para capturar la economía de Sudamérica y tomar el poder. Esto es lo que permaneció oculto debajo de la codiciosa minucia de las empresas corruptas.

Esta es la perspectiva política que había que explicar al pueblo peruano, la que este necesita conocer. Y se halla clamorosamente ausente del informe de la comisión Lava Jato.     


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