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MEDIA COLUMNA
Echar a la caviarada
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
Fracasó la captura del MEF, la maniobra contra la
colocación de los bonos, el impuesto a la riqueza. Todo fue un fiasco.
Comenzó con una nota periodística que intentaba
desacreditar la colocación fuera de bonos peruanos para financiar el gasto
público extraordinario ante la pandemia. Los bonos se vendieron como pan
caliente, sin embargo, porque la imagen del Perú destaca en este vecindario
mediocre.
Una semana después, se vio con claridad que la
maniobra había sido la punta de lanza de un operativo político que
instrumentaba a varios tontos útiles para sacar del puesto a la ministra y
colocar en su lugar a otro que cargara sobre los peruanos un impuesto a los
ingresos disfrazado de contribución de la “riqueza” .
Sin embargo, cuando la caviarada desempolvaba ya el
terno y se preparaba para saludar a uno de los suyos en Economía se quedó con
los crespos hechos y sin baile de Palacio. Su vocación no es la de una cenicienta,
sino la de hermanastra.
Una y otra vez en cada gobierno la caviarada termina expulsada
de Palacio por la puerta falsa. Y siempre por la misma razón: sobreestimar su
capacidad. Cree usar al gobierno de turno para sus fines, cuando es el gobierno
de turno el que la usa para los suyos. Luego, cuando resulta una compañía pesada,
la echan del baile por no tener maneras y no poder ya fingirlas.
El sainete lo hemos visto hasta la náusea a lo largo
de décadas. Hoy, una vez más, todo indica que el gobierno al que servilmente ha
atendido ya ve el modo de despedirla. Su presencia se ha vuelto innecesaria
además de odiosa. Es que los invitados, como el pescado, huelen mal después de
tres días.
No es cuestión ya de la salida del ministro de Salud,
que todos reclaman. Es que el conflicto en el Gabinete ha llegado a un punto
muerto. No va ni para atrás ni para adelante y las transacciones a las que
llega después de extenuantes sesiones producen esperpentos como el plan de
reapertura de cuatro fases en cuatro meses, que quebraría a la mayoría de las
empresas peruanas, o los protocolos sectoriales que son un obra maestra del
despropósito. Basta echarle una lectura a cualquiera de ellos. Parecen el
producto de un maestro de la comedia sarcástica.
Aquí la única solución viable es permitir a todas las
empresas formales del Perú abrir sus puertas y que ellas se encarguen de cuidar
a sus trabajadores. Ha llegado el momento de que el Estado delegue esa
responsabilidad en las empresas y las familias. Debe delegar en las familias la
responsabilidad de cuidar de los trabajadores informales. El Estado debe
concentrar toda su capacidad de acción en los focos de contagio principales en
todo el país. Esa es su responsabilidad hoy.
Es indeseable que el Estado peruano lleve adelante la
tarea de cuidar de los ciudadanos como a sus hijos menores de edad. Los peruanos
no son menores de edad y no debe crearse la falsa ilusión de que todos pueden
depender de él. La verdad es que no puede hacerlo.
Su patético intento -producto de la majadería caviar
en el Gabinete- está estorbando ya gravemente la reapertura de la economía
peruana. Si se insiste en ese camino inviable, lo que se va a conseguir es la
pérdida de toda autoridad del Estado peruano que será el hazmerreir cuando el
pueblo ignore sus disposiciones y tome el asunto en sus manos.
Ha llegado la hora de de sacar del Gabinete no a este
o aquel ministros sino a toda la caviarada. De cualquier modo ya está
acostumbrada a ese trato.
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