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MEDIA
COLUMNA
Los dos escenarios
Jorge
Morelli
jorgemorelli.blogspot.com
@jorgemorelli1
Si Castillo ganara el domingo, la
primera batalla será en torno a la convocatoria inconstitucional a un referéndum
para elegir una Asamblea Constituyente. No hay modificación constitucional por
referéndum. Eso no lo decide el poder Ejecutivo de facto por decreto supremo. Esa
convocatoria, entonces, será objeto de una demanda de inconstitucionalidad ante
el Tribunal Constitucional y el tema quedará pendiente hasta que este se
pronuncie. Si el gobierno de Castillo insiste en convocar por derecto supremo al
caballazo, como de seguro intentará, inevitablemente el conflicto de poderes
entre el Ejecutivo y el Legislativo quedará instalado desde el primer día.
La guerra abierta entre Castillo y
Cerrón, que ya arreció en toda la campaña, se convertirá en un segundo nivel de
conflicto de poderes entre el Ejecutivo controlado por Castillo y la bancada de
Perú Libre dominada por Cerrón.
Esos dos niveles de conflicto de
poderes serán el escenario permanente que la oposición tendrá que manejar.
En el escenario alternativo, si ganara Keiko Sofía, estaremos ante
una situación aguda de inmediato por acusaciones de fraude que tomarán la calle
en el intento de marcar la cancha y desestabilizar al gobierno entrante. Acá hay un
problema de fondo.
Propongo la siguiente pregunta: ¿por
qué fracasó Macri en Argentina, por qué fracasó Piñera en Chile, por qué Duque
está fracasando en Colombia y Bolsonaro en Brasil? Esas no son victorias de la
izquierda en mi opinión, sino fracasos de la derecha. Y se deben a dos razones.
Primero, ha habido una falla en la aplicación del modelo económico. Los
organismos reguladores no han asegurado la defensa de los derechos de la
persona a la libre competencia en el mercado y contra el abuso de la posición
de dominio de los oligopolios público-privados. Y menos aun han defendido el
derecho ciudadano a la propiedad.
Hernando de Soto está convocando a
una conferencia internacional auspíciada por los partidos republicano y
demócrata en EEUU y también en Europa, para señalar el peligro que hoy amenaza
al Perú, mal conocido en el exterior donde la prensa asume que la dupla Castillo-Cerrón
es una especie de versión local del mexicano López Obrador o de los comediantes
Fernandez & Fernández en Argentina, cuando lo que aquí ocurre es algo tanto
o más peligroso que Maduro en Venezuela. De Soto presentará en esa conferencia
su propuesta para corregir la inequidad, la falta de inclusión en el acceso a
la propiedad y al capital que se halla en el origen de la desigualdad en
Sudamérica y en el centro de la falla en el modelo económico.
Eso no es todo. El fracaso de la
derecha sudamericana se debe, además, a algo que amenaza también desde el
primer día el posible gobierno de Keiko Fujimori. La he llamado muchas veces “democracia
de baja gobernabilidad” (o DBG). Es una falla en la arquitectura del sistema de
gobierno, un equilibrio de poderes mal diseñado que genera el permanente conflicto de poderes que no se puede resolver a menos que el
oficialismo tenga mayoría parlamentaria. La democracia, sin embargo, debería ser el sistema que la garantíxa la
gobernabilidad especialmente cuando el gobierno no tiene mayoría en el
Parlamento.
La DBG es una enfermedad
crónica con la que no es imposible convivir, pero que debilita y desestabiliza la
democracia, reduce sus defensas y trastorna su equilibrio hasta hacerla incapaz
de resolver los problemas del pueblo. Es de aquí que nace esa falsa tolerancia
con el autoritarismo que aparece todos los años en las encuestas de Latinobarómetro.
No es descontento con la democracia sino con su forma ilegítima, la DBG. La
trampa lleva del fracaso de la DBG al fracaso del autoritarismo, su antítesis, una
falsa solución que conduce luego a una nueva transición a la democracia de baja
gobernabilidad.
La mayoría
de las naciones sudamericanas instalaron ellas mismas desde su nacimiento hace
200 años ese desequilibrio que genera el conflicto de poderes permanente. Desoyeron
el consejo de Bolívar en el discurso de Angostura. Decidieron ser repúblicas sin
darle al Ejecutivo un poder suficiente para equilibrar el enorme peso del
Congreso, que representa al pueblo.
El caso
del Perú es probablemente el peor de todos. Pudo corregirse la falla del
sistema de gobierno en el Congreso elegido el 2016, pero se perdió la
oportunidad. Hoy hay que retomar el camino con pasos prudentes. El primero es
volver a la bicameralidad, que permite encapsular el conflicto de poderes
dentro del Congreso y sacarlo del ámbito de la relación con el Ejecutivo, donde
pone en peligro a la democracia.
Sucesivas vacancias de la Presidencia y
disoluciones del Congreso han puesto a nuestra democracia al borde del abismo
hoy. Pero saldremos a salvo de esto.
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