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MEDIA COLUMNA
Vizcarra ante la
incómoda disyuntiva
Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com
La renuncia de César
Villanueva al Premierato era completamente innecesaria.
Nadie entiende cómo
la bancada oficialista o ex oficialista o ex semi oficialista ha llegado a pensar
que una crisis de Gabinete era indispensable para acaba con una tormenta en un
vaso de agua.
Para matar moscas
basta un matamoscas, no hace falta una silla. Esto pasa por andar mirándose el
ombligo obsesivamente y querer descubrir a toda costa disputas terminales y
pleitos a muerte donde estos no existen. Pasa cuando los niños están cansados y
es hora de que vayan a dormir.
El problema es ahora
que Vizcarra tendrá que nombrar a un nuevo Premier, y eso lo pone ante una prematura
e incómoda disyuntiva.
Para cuando aparezca
publicada esta columna es posible que se conozca ya la identidad del nuevo
premier, que Vizcarra nombrará. Al respecto, sin embargo, no es difícil
adelantar algunas premisas.
La caviarada, tonta útil
del radicalismo antisistema no dejará de insinuar untuosa al oído del
Presidente que no puede dejar de ir a la reelección (no importa si necesita una
“interpretación auténtica”), porque es la oportunidad de consolidar la
demolición de la clase política y tomar el poder con el pretexto de la lucha
anticorrupción. De manera, concluirá, que es indispensable poner al frente del
gabinete a alguien de sus filas o, mejor aún, a un radical disfrazado de caviar
para que haya decisión a la hora de la toma del poder.
Si Vizcarra opta por
esta vía, ya sabemos a qué atenernos. La batalla política final siempre será
mil veces mejor que la chicha que fermenta.
Al otro oído la voz
de la sensatez se oye apagada desde la orilla opuesta. Si el Presidente desoye los
malos consejos y nombra a un premier que lleve adelante las reformas que el país
necesita, así sean impopulares, estará renunciando implícitamente a la
reelección, pero el Perú le deberá mucho y le devolverá con creces la deuda más
adelante.
Verse obligado por su
propia gente a tomar en este momento la decisión política crucial de su vida
cuando no era necesario, ha puesto al Presidente en un disparadero. Incómodo,
mortificado con sus propias colaboradores, se ve forzado a decidir hoy
implícitamente si va o no a la reelección. Si prefería seguir acariciando
secretamente ese monstruito, ya no hay manera. Ha venido diciendo que no
postulará, pero esos son ruidos que se lleva el viento porque ya nadie cree en
las palabras. No tienen ningún valor. Son los actos los que hablan.
Y ahora, por sus
actos, se halla en peligro de cometer el peor error posible, que es el de
postergar la decisión. Puede no aceptarle la renuncia a Villanueva (y tragarse
el sapo de pedirle que se quede, con el inevitable empoderamiento del premier
que eso implica). O, peor aun, nombrar a alguien que no signifique nada
respecto de la definición de rumbo que el país necesita.
Es el peor escenario,
porque no se postarga la decisión política.
Pero estará
renunciando implícitamente a la reelección.
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