viernes, 8 de marzo de 2019

ESTA NOCHE lunes 4 marzo 2019





ESTA NOCHE, donde usted se entera no de todo lo que ocurre, sino de lo que necesita saber.


MEDIA COLUMNA
Del bosque a la montaña

Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com

John Maynard Keynes es el padre de la conferencia de Bretton Woods que en 1944 ató el dólar al oro, creó el Fondo Monetario y el Banco Mundial, y lanzó a la economía global a un crecimiento jamás visto, apuntalado por la decisión política, que traería treinta años de prosperidad asombrosa al mundo entero.

Pero la receta resultó ser adictiva. Trajo aparejado un costo: el de la estatización de la economía y la demagogia política. Friedriech Hayek lo denunció ese mismo año de 1944 en Camino de servidumbre contra el comunismo y el fascismo, esas patologías del Estado. Hayek fundó la sociedad Mont Pelerin para difundir ese pensamiento. Este portal, Café Viena, lleva ese nombre en su honor. El argumento lo resumió él mismo en una entrevista publicada aquí: “el socialismo es imposible, porque presupone que una autoridad única puede utilizar todo el conocimiento disponible. Una vez que somos conscientes de que podemos utilizar el conocimiento de millones de hombres, queda claro que la suposición del socialismo simplemente no es correcta”. Son sus palabras.

Mucha agua ha pasado bajo los puentes entre Bretton Woods y Mont Pelerin.

Desde que en 1972 Richard Nixon cortara la atadura del dólar al oro establecida por Keynes en Bretton Woods, un oceáno de dinero cada vez más grande ha inundado la economía global y, una tras otra, han venido colapsando burbujas globales cada vez más grandes dejando cada vez mayores estragos. Hoy, los gobiernos de las economías desarrolladas –sin saber qué hacer ante los efectos de la última de las burbujas globales, la de 2008- se han embarcado en una cruzada para reactivar las economías con gasto público mediante reducción de impuestos y masiva inversión estatal en infraestructura. Un nuevo ciclo keynesiano, dicen, pese a que Keynes ató el dólar al oro para prevenir y advertir contra el descontrol monetario.

Los bancos centrales, encabezados por la Fed de EEUU, han tratado de controlar ese oceáno de dinero con un balde, con política monetaria. La Fed ya tiró la toalla. Ha cedido ante el poder político y el sentido común. Tendrá en adelante una política de “paciente” espera. No se atreve ya a subir la tasa de interés por temor a frenar el crecimiento. Ni podría. Habrá, pues, un nuevo colapso global. Es demasiado tarde para impedirlo con políticas monetarias.

La pregunta es qué haremos al día siguiente.

En lo que nos toca, si la Fed no sube la tasa de interés, tampoco subirá el dólar (ni los rendimientos de los bonos del Tesoro de EEUU). Subirán las bolsas, que reflejan el crecimiento de las empresas, y el cobre, que se mueve con ellas. El Perú vende cobre. Bolsas y cobre caerán, sin embargo, cuando las asustadizas aves del capital se espanten del colapso global. Entonces subirá el oro, que es el refugio donde se guarecen las aves hasta que se les pasa el susto. Del cobre y del oro vive el Perú. Del primero en las vacas gordas y del segundo en las flacas. Si cuando uno baja el otro sube, no le irá tan mal al Perú en otro eventual colapso global. Así ocurrió en el de hace una década.    

Nuestro problema es interno. En las economías emergentes en general la prudencia retrocede y la demagogia avanza desde hace años. En el Perú estamos resistiendo apenas el avance arrollador de la izquierda radical antiminera y su comparsa caviar de tontos útiles. Las reformas están detenidas. El gobierno intentó al principio del quinquenio relanzar el crecimiento con inversión pública. Descubrió que la inversión pública no responde. No conseguirá relanzar la privada mientras no restablezca la  gobernabilidad. El caso emblemático de Conga se repite hoy en Las Bambas. La principal mina de cobre del Perú tiene que sacar la producción por una carretera secundaria porque la principal está bloqueada. 

Con el colapso global veremos nuevamente una fuga masiva de capitales de las economías desarrolladas a las emergentes. Los veremos venir, como en 2008, pero esta vez no podemos desaprovecharlos. Necesitamos reformas masivas en salud y educación, en libertad para la economía y gobernabilidad para la decisión política. Es la última oportunidad.

Si el mundo desarrollado redescubre hoy a Keynes, nosotros necesitamos descubrir a Hayek. Si las economías desarrolladas se internan nuevamente en la oscuridad del bosque de Bretton Woods, escalemos la cumbre de Mont Pelerin. Allí hay más luz y se respira mejor.         



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