sábado, 1 de noviembre de 2014

ESTA NOCHE sábado 1 noviembre 2014



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Lecciones de la paz con
Ecuador para lo de Chile


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com


Transcurrió un aniversario más del Acuerdo de Paz con Ecuador y, pese a que el presidente de la República tuvo una reunión con el mandatario ecuatoriano, una vez más le faltó la generosidad de recordar la firma de ese histórico tratado un 26 de octubre de 1998 en Brasilia.

Hoy que tiene entre manos un dilema difícil con los chilenos, le convendría aprender, no obstante, las lecciones que esa historia nos dejó.

Ya que no es posible ignorarlo sine die, para resolver el asunto del triángulo de playa en la frontera con Chile parecen barajarse dos alternativas: recurrir al arbitraje del presidente de EEUU o negociar el tema de manera bilateral. Es un falso dilema.

El Perú claramente favorece la primera alternativa, prevista en el tratado de 1929. Chile, en cambio, no parece querer ninguno de los dos caminos, luego del vía crucis de la Corte de La Haya y la frontera marítima. Chile parece deslizarse de regreso hacia la tesis de la inexistencia del problema, a la negación de la realidad. Este es el verdadero dilema: negarlo o enfrentarlo.

La experiencia del Acuerdo de Paz con Ecuador revela que fue fundamental el arbitraje de los países garantes –aunque no se le diera ese nombre a su participación-. Pero revela sobre todo que, para que la propuesta de los garantes tuviera fuerza vinculante primero  hubo negociación bilateral de ambas partes a solas –diplomacia presidencial se le llamó-. El acuerdo fue posible gracias a la decisión política de las partes. La lección es que la fuerza vinculante no vino, pues, de un tercero empoderado como árbitro, que puede o no ser útil, sino de la decisión política.

Así, pues, no es esencial para el Perú anteponer el arbitraje a la negociación, que pueden ser fases de un mismo proceso. Lo esencial es que Chile tome la decisión política.

Tal decisión, no obstante, solo puede provenir de un gobierno fuerte. Y el de Michele Bachelet, hasta el momento, presenta todos los síntomas de uno débil. Es un gobierno con un problema de identidad, que aun no ha dejado atrás la contienda ideológica para dar paso al pragmatismo. Aun tiene dentro de sus filas a los comunistas que le ayudaron a llegar, y no es capaz de tomar la decisión de dejarlos ir para poder gobernar.

Esta pugna –que parece un asunto moral más que uno político- es la causa de su parálisis y de la debilidad que le impide por ahora ir al proceso para resolver el contencioso con el Perú.

Tenemos que esperar paciente y respetuosamente, entonces, a que el gobierno actual de Chile tome su decisión, lo que con seguridad hará porque la esquizofrenia de la situación actual no le permitirá a Bachelet gobernar.

Al Perú, mientras tanto, le basta con poner en conocimiento de la comunidad internacional, y recordarle cada cierto tiempo, que está listo y dispuesto a resolver este tema por el camino que sea. Con el Ecuador perdimos el temor a enfrentar un tema mucho más difícil, que originó una guerra. Este otro, luego de 200 años, es el último de nuestros asuntos fronterizos y no es sino una piedra en el zapato en el camino hacia una gestión en común con nuestro vecino de nuestros intereses ante la economía global del siglo XXI.



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