sábado, 28 de junio de 2014

ESTA NOCHE sábado 28 junio 1914


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Los británicos quedaron


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
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Al cumplirse un siglo del comienzo de la Primera Guerra Mundial, en 1914, la pregunta sigue siendo por las causas. En mi opinión, hay que empezar a buscarlas un siglo antes, en 1815, en la batalla de Waterloo.

La victoria final inglesa sobre el emperador Bonaparte marca el comienzo  del siglo del Imperio Británico y la Edad de Oro del capitalismo global. La Pax Britannica, que duraría exactamente cien años, trajo consigo la revolución industrial, de las comunicaciones y el transporte a escala planetaria, y también la globalización de las instituciones británicas en todas los continentes alrededor del globo –Asia, Africa, América-.

La propia Europa gestó el desastre.

La unificación de Alemania, el proyecto político del canciller Von Bismarck, estaba destinado en su plan máximo a unificar a Europa. Desde Alemania, no desde Francia, como quería Bonaparte. La derrota francesa en la guerra de 1870 –magistralmente narrada por Karl Marx en su historia de La Comuna parisina- es el símbolo de ese proyecto político.

Pero el proyecto de Bismarck no era de escala global sino continental y territorial, no marítimo y global, como el británico. Bismark se opuso siempre, con buen criterio, a imitar al Imperio Británico en la competencia por una red global de colonias para controlar recursos naturales. Fue el joven Kayser Guillermo, recién llegado al trono, quien se empeñó en ese desmesurado propósito, lo que alejó a Bismarck para siempre del gobierno. Allí comenzó el desastre.

El planeta entero se convirtió por primera vez en el tablero de una competencia por el control físico de los recursos naturales en todo el globo. Nuestra Guerra del Pacífico fue, por ejemplo, el zarpazo del Imperio Británico y su aliado estratégico en estas tierras –Chile-, cuando vio amenazadas las inversiones chilenas e inglesas en el salitre expropiado por un ingenuo gobierno boliviano al que los peruanos nos ofrecimos a defender. La sociedad chilena con el Imperio Británico, sin embargo, era inquebrantable. Se originaba en el control del Estrecho de Magallanes, el paso del Atlántico al Pacífico, estratégico para el dominio de los océanos por el Imperio Británico.

Del tablero de la competencia por los recursos naturales globales se pasó al armamentismo. La Gran Guerra, como le siguen llamando en Europa a la Primera Guerra, fue la consecuencia inevitable. El efecto no deseado, la consecuencia no querida por nadie –ni siquiera por el propio Marx, que advirtió del peligro- fue la revolución comunista no en las economías centrales del mundo de entonces –Inglaterra, Alemania- sino en Rusia, el país más atrasado y con el campesinado más grande de Europa. El proyecto político bolchevique de una revolución comunista en Rusia estaba condenado al fracaso, como Marx había advertido, pero tomó 70 años en derrumbarse.

Luego de la Segunda Guerra, los británicos organizarían la lotización ordenada de su Imperio con la creación del Commonwealth. Hasta hoy mantiene gobernadores británicos desde Canada hasta Australia. Con fracasos monumentales, como en Medio Oriente, y éxito desigual en otras partes, para bien o para mal, las instituciones británicas quedaron para siempre alrededor del globo. Comenzando por el idioma y siguiendo por la administración estatal, son la clave en el mundo de hoy de la inserción relativamente menos intrincada de Australia, de la India, de Sudáfrica en la economía global.

Es que la historia precipita en años lo que le toma siglos preparar.   


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