sábado, 30 de agosto de 2014

ESTA NOCHE sábado 30 agosto 2014



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El gobierno de la oposición


Jorge Morelli
@jorgemorelli1
jorgemorelli.blogspot.com


El aire está más limpio ahora, luego de una tormenta de semanas de una atmósfera política tóxica. Aun no cesan las secuelas, pero lo peor ya quedó atrás.

El epicentro fue la elección de la Presidencia del Congreso, hace un mes, al que siguió la pugna por la confianza al Gabinete, que ha derivado luego en la primera interpelación de un ministro posterior al mega evento. La tormenta acabó finalmente con la decisión del Pleno de derogar, con una votación masiva -55 contra 19-, la ley de iniciativa del Ejecutivo que obligaba a los trabajadores independientes a aportar al sistema previsional. El Presidente ha insinuado que podría observarla. Si lo hace, el Congreso con toda seguridad insistirá –le basta la mitad de los votos- y será promulgada. El Ejecutivo entenderá entonces cuál es en el Perú, en verdad, el “primer poder del Estado”.

El balance final de esos tres mega eventos mayores es la confirmación de que el gobierno ha perdido la mayoría parlamentaria y que la oposición tiene ahora el control de la mayoría, de la que dependen la gobernabilidad y el poder.

Es un territorio inexplorado desde hace 20 años, no exento de peligros. Por ejemplo, esa primera interpelación post mega evento podría convertirse en la vanguardia tan solo de un larga fila de candidatos al cadalso de la censura, como ocurrió en el primer belaundismo. La censura en el Perú –igual que la insistencia en las leyes observadas por el Ejecutivo- solo requiere la mitad de los votos del Congreso.

Aunque la vida parlamentaria se halla estrictamente regulada por el omnisciente reglamento, que ha previsto todo lo que puede, la realidad es dinámica y siempre sujeta a situaciones nuevas e imprevistas. Es el territorio por excelencia de la excepción.

Ante la situación no prevista, ante la excepción que a todos desconcierta, quien consigue ejercer la autoridad es quien se hace del poder. La oposición ha logrado tomar el poder porque ha ejercido la autoridad en el vacío de poder de la ambivalencia y las dudas y marchas y contramarchas del gobierno humalista.

Pero el oficialismo al frente del Congreso no ha dado hasta hoy sino la sensación de hacer una defensa cerrada de las instrucciones que recibe del Ejecutivo. Ha mostrado rigidez en la conducción política. Dirigir el Congreso es todo acerca de hacer excepciones, pero el oficialismo parlamentario nunca ha manejado realmente el arte de la excepción, que le es completamente ajeno.

El oficialismo no parece entender bien la naturaleza del poder. Confunde el poder con sus manifestaciones externas. No comprende que se puede ser presidente del Congreso, o del Consejo de Ministros, o del partido de gobierno, o presidente de la República incluso y no tener el poder.

Bajo tales circunstancias y aunque esta decisión le resulte explicablemente difícil, lo mejor que puede hacer el oficialismo en el Congreso es dejar de lado toda soberbia, sacar bandera blanca y pedir chepa a la oposición para llegar con ella a unos términos que garanticen la gobernabilidad y la continuidad del modelo económico.

Se trata de evitar, de este modo, que los dos años que restan del gobierno humalista se conviertan –como en el primer belaundismo- en un festín de censuras parlamentarias alimentado por los graves problemas de aprendizaje de quienes manejan el Ejecutivo. La responsabilidad ya no reposa sobre esos hombros.



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